lunes, noviembre 21, 2005

Retorno. Sentencia.

¡Hola!

En la última entrada decía que en breve iba a contar un montón de cosas. Evidentemente, no lo he hecho. Y no voy a decir nada parecido nunca jamás, ya que cada vez que lo hago, luego bato mi propio récord de inactividad en el blog.

Han pasado muchas cosas, las que iba a contar y unas cuantas cosas más. Me quedé en el final de mi viaje a Mayorga de Campos. Pero me faltan la “plastoserie” sobre las fiestas de Onda, donde tuve la gran suerte de quemarme una pierna (no es nada grave y ya estoy bien, pero bueno...). También debo contar el cumpleaños de mi hijo mediado y su carta de los dinosaurios (que fue hace cuatro días). Y el viaje a Tarragona, desde el Ratoncito Pérez a Mazinger Z.

La mayoría de cosas que me han ido pasando han sido divertidas y estimulantes. Algunas otras, no. Y la “novedad” que iba a contar el otro día (y que será protagonista dentro de un par de entradas), parece una noticia pésima, pero para mí es la guinda de la tarta que hace un tiempo que me estoy comiendo.

***

Por ahora, os dejo con una noticia pequeña, pero de importancia capital:

Hace unos días llego a casa la Sentencia de Separaración Matrimonial entre la madre de mis hijos y yo.

Fechada el 10 de noviembre de 2005; de forma que, para Hacienda, y el derecho civil y patrimonial y gaitas de ese tipo, es esa fecha el final de la sociedad de gananciales. Para entendernos:

- si mi exmujer compraba una mansión el 9 de noviembre por su cuenta y riesgo, y luego la dejaba impagada, me podían empapelar a mí ricamente

- pero, si el 9 de noviembre compraba un décimo y tocaba el Gordo de Navidad, también era mía la mitad del super-pellizco.

(Nota para leguleyos: en realidad no es exactamente así, pero casi, y me divierte pensarlo de esa forma)

Lo importante de veras de la sentencia no es eso; es la propia existencia de la misma, que aprueba el Convenio regulador de la separación (ya se sabe, esos papelillos que me dan la custodia compartida), y le da carácter de acuerdo judicial.

Lo celebré con una cervecita. No el estar separado, ni tener una sentencia (por fin, por fin!- me dicen otros), ni otras gaitas. Celebro sólo que la custodia compartida, clave por mi parte del acuerdo, ha recibido la bendición (y firma) del Juez. Jueza, en este caso.