Estoy apático.
Para todo: en el trabajo, en mis obligaciones domésticas, a la hora de contar un cuento a los críos, en el lavabo para afeitarme y no parecer un vagabundo, para escribir en el blog o por e-mail, y ante los desafiantes sucesos que me sorprenden al llegar a casa (en este caso, a la apatía se suma el pesimismo).
Y no me gusta un pelo.
Además, no sólo no me gusta, sino que no me ayuda para nada.
Tendré que echar a patadas mi apatía, pues.
¿Cómo se hace eso? Pues haciendo. Haciendo cosas, quiero decir.
Hoy, además de coger, en la Biblioteca, unos pocos miles de libros para contar cuentos o jugar con los niños, he cogido dos libros para mí. Una antología poética de Bertold Brecht, siguiendo los consejos de Rapunzell (me han encantadon las "muletas", y la "cruzada de los niños", sniff); y el "Valor de educar", de Fernando Savater (recomendado por un dominico seglar, ahí es nada).
Por si acaso, queridos amigos madrileños, os aseguro que aún no me he vuelto un rojeras; aunque parezca lo contrario -y no corro riesgo alguno, hay que añadir-.
Pero eso no es nada. En realidad, hay muchas cosas por hacer. Tantas, que no tengo horas ni energía suficiente para rematarlas. Debería hacer algo de ejercicio físico, y sobretodo, estudiar de una puñetera vez para que no me coja el toro del acceso al empleo público (ahora soy funcionario, pero "interino", es decir, en precario). El toro está lejos, y aún no me pilla, pero ya lo han soltado y va corriendo hacia mí. Algún día tendré que empezar a correr yo también -y si puede ser, antes de que sea demasiado tarde-.
Tengo muchas cosas por hacer. Pero, maldita sea mi estampa, estoy apático.
Para todo: en el trabajo, en mis obligaciones domésticas, a la hora de contar un cuento a los críos, en el lavabo para afeitarme y no parecer un vagabundo, para escribir en el blog o por e-mail, y ante los desafiantes sucesos que me sorprenden al llegar a casa (en este caso, a la apatía se suma el pesimismo).
Y no me gusta un pelo.
Además, no sólo no me gusta, sino que no me ayuda para nada.
Tendré que echar a patadas mi apatía, pues.
¿Cómo se hace eso? Pues haciendo. Haciendo cosas, quiero decir.
Hoy, además de coger, en la Biblioteca, unos pocos miles de libros para contar cuentos o jugar con los niños, he cogido dos libros para mí. Una antología poética de Bertold Brecht, siguiendo los consejos de Rapunzell (me han encantadon las "muletas", y la "cruzada de los niños", sniff); y el "Valor de educar", de Fernando Savater (recomendado por un dominico seglar, ahí es nada).
Por si acaso, queridos amigos madrileños, os aseguro que aún no me he vuelto un rojeras; aunque parezca lo contrario -y no corro riesgo alguno, hay que añadir-.
Pero eso no es nada. En realidad, hay muchas cosas por hacer. Tantas, que no tengo horas ni energía suficiente para rematarlas. Debería hacer algo de ejercicio físico, y sobretodo, estudiar de una puñetera vez para que no me coja el toro del acceso al empleo público (ahora soy funcionario, pero "interino", es decir, en precario). El toro está lejos, y aún no me pilla, pero ya lo han soltado y va corriendo hacia mí. Algún día tendré que empezar a correr yo también -y si puede ser, antes de que sea demasiado tarde-.
Tengo muchas cosas por hacer. Pero, maldita sea mi estampa, estoy apático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario