miércoles, julio 23, 2008

Mensavalencia en la línea XYZ

El sábado 19 volví a asistir a un encuentro (de los de verdad, no de internet) con gente de Mensa; como suele ser, siempre que voy luego ardo en deseos de ir a más. Espero que esta vez no se me complique y tarde (de nuevo) varios meses en volver.

Tras el encuentro, mandé este mensajito a una lista de correo de allí. Y lo voy a aprovechar para dar algo más de vida por aquí (eso sí, quito los nombres de pila, que no es cosa de saltarse la intimidad de la gente a la torera).

Saludos desde mi pueblecito de La Plana.

El sábado 19, fuimos doce (entre chicos, chicas, chiquillos y chiquillas) quienes nos acercamos desde cualquier lado de la “Comunidad Valenciana Extendida” (Valencia, Pego, Castellón, Onda, o Mora de Rubielos), hasta el municipio de Viver, donde nos esperaban otros cuatro (entre chico, chica, chiquillo y chiquilla) para hacernos pasar un día extraordinario en el pueblo.

Fue un día muy completo, desde luego:
- Lecciones de historia (Paco nos engañó y en realidad tiene 114 años, porque es imposible que conociera tanto de la guerra civil en su pueblo sin haberla vivido)
- Momentos dramáticos (por culpa de una avispa; según nos contó el padre de la afectada, es un problema hereditario)
- Lecciones de gestión de recursos humanos (el Duque de Calabria, un verdadero visionario, que más de uno quisiera para director de personal)
- Momentos cómicos (un poco más y una “bomba” de la recreación causa víctimas colaterales)
- Sexo (la disminución del mismo tras meterse en el río con el agua ligeramente fresquilla)
- Mudanzas (el sol corría más que nosotros comiendo, así que fuimos de mesa en mesa)
- Etc

Nada más llegar, visita turística al municipio (que el que suscribe llegó tarde), a cargo ddel anfitrión, quien se esforzó –y logró sobradamente- en que todos nos sintiéramos parte de Viver.

La visita acabó frente al Ayuntamiento, que estaba siendo tomado por las fuerzas republicanas (los nacionales, pensando que lo tenían perdido, estaban ahogando sus penas en el bar).

Para comer nos fuimos al río; el agua estaba más clara y limpia que fría, y eso que sólo los niños tuvieron el coraje de bañarse antes y después de comer. La comida abundantísima (uno va entendiendo por que en Mensa escaseamos las personas de “cintura ancha”), incluyendo siete postres y sidra natural. Sentados entre los árboles, conversamos sobre los idiomas –del catalán al klingon-, la ética –de la cultura india asceta al aborto de adolescentes-, las religiones –del maniqueísmo a los neocatecumenales-, la educación –de la inmigración hasta bola de drac-, la historia, o todo lo que se le pueda ocurrir a uno.

Bajamos la comida subiendo a las cuevas, donde en un pasado vivieron desde leones hasta combatientes de la guerra civil (en igual grado de ferocidad). El anfitrión nos contó que dentro de allí hace siempre la misma temperatura, sea invierno o verano, y más de uno pensó en reservarse una cueva para pasar el mes de diciembre calentito (ahora cuando se hunda Marina d’Or, os comercializan el pueblo).

Despedimos a parte del grupo, y retornamos al casco urbano para ir bebiendo en fuentes de dos tipos; esas que echan agua por un grifo, y las “fuentes de la historia” personificadas en nuestro anfitrión, que nos contaba con todo lujo de detalles la historia y anecdotario de Viver.

A media tarde disfrutamos de la recreación histórica de un combate urbano entre republicanos y carlistas de la Guerra Civil. Escondidos entre la vegetación (no sea que nos alcanzara el fuego cruzado), oímos vivas a España, a la República, estallido de bombas o gritos de los heridos; vimos humo, fuego, soldados corriendo o soldados abatidos. Y al final, aplaudimos con el abrazo entre los dos bandos de la batalla. Nos contaron que en Viver, y su zona, tanto la República como el ejército de Franco vencieron y perdieron a la vez en la Guerra; el sábado, ambos ganaron escenificando la reconciliación entre unos y otros.

Tras el combate, llegó la hora de la despedida. Alegres tras haber pasado un día estupendo, y esperanzados en que sea el inicio de muchos encuentros de Mensavalencia.

Y todo eso, gracias a los que participamos, con los que fue un placer compartir unas horas en Viver: un porrón de grandes y otro porrón de niños (lo que me hubiera gustado llevarme a los tres pucelitas). Con mención especial al anfitrión y toda su familia; mil gracias por hacer posible el encuentro en Viver; a partir del sábado, si buscáis “hospitalidad” en la enciclopedia, os salen ellos saludando.