jueves, septiembre 25, 2008

Niños por dinero

Hace unos años acabé la carrera de Derecho, y me puse a ejercer como abogado en mi ciudad; pasaron otros pocos años, y me fui a la Administración Pública. Pero para amigos, conocidos y gente que pasa por ahí sigues siendo "el fill de l'estanquer, que és abogat" (ya sé que en valenciano abogado no es "abogat", pero es como se te dice).

Y muchos te preguntan o piden información sobre unos papeles que les han mandado, o algún tema más grave que tienen pendiente (un juicio, un divorcio, una herencia, o algo de eso). Por mi parte, y siempre dependiendo de mi disponibilidad de tiempo, encantado de ayudar a la gente.

En estos últimos meses he tenido la oportundidad de conocer como "abogado de barrio" de dos procesos de divorcio con hijos de por medio. Ya sabéis que es un tema en que he hecho una "tesis" los últimos años, con mi feliz custodia compartida.

Bueno, al grano (obviousely no pongo los nombres, que no es cuestión; e incluso me arriesgo a que alguno de los implicados me lea y todo y se vea tristemente reflejado).



Caso Uno.

J. -padre- tiene dos hijos -mayor, seis años, creo- con A., y A le pide el divorcio. A pide la custodia para ella, y unos 300 euros para los niños (J no gana mucho dinero).

Hablo con J; quien me escuche, sabrá que canto excelencias de la custodia compartida. Pero lo que le parece más curioso a J en que en la compartida no hay pensión de alimentos para los niños (yo sí tengo pensión de esas, pero esa es otra historia y será contada en otra ocasión). Me dice que lo tiene que pensar. Y al día siguiente me dice convencidísimo que "lo mejor es la compartida, pensando en los niños, por supuesto, y que estén con los dos; oye, ¿seguro que no hay que pagar los 300 euros que me pide si es compartida, eh?"

Le enseño mi propio convenio a J, y le explico más cosas. Me pregunta sobre la pasta, y digo que no hay pension de alimentos, pero es que si la custodia es de ella, ella se encarga de pagar todo (comida, ropa, libros, cosas del día a día), y si es compartida los gastos son entre dos. Se pone a hacer cuentas; quiza le salga más barato que 300 euros/mes, pero no gratis como suponía. Me dice que lo tiene que pensar. Y al día siguiente me comenta convencidísimo que "para los niños, de la edad de los míos, lo mejor siempre será estar con la madre; yo les visitaré cuando pueda, pero ellos deben estar con ella, que una madre no se puede sustituir; oye, ¿estás seguro de que con los 300 euros esos yo ya no pago ningún gasto más del colegio ni de nada?".

No haré comentarios. Al final, la custodia fue para ella.

Caso Dos.

L. -padre- tiene tres hijos -mayor, nueve años- con E., y E. pide el divorcio. E está abierta a toda negociación; custodia compartida, pensiones o no pensiones, uso del domicilio conyugal.

En este caso, L. me dice sin tapujos que prefiere que yo no le ayude en nada, ya que "como te dejaste arruinar por tu exmujer, no sea que también me arruines a mí"; mi divorcio supone un "mal acuerdo" económico para mí, pero un "excelente acuerdo" en lo que se refiere a la convivencia con mis hijos. Para el 99% de conocidos y amigos, me dejé engañar como un chino y eso de la convivencia con mis hijos son chorradas y señal de que no me han dado dos ostias bien dadas para que me entere de cómo va la vida... bien, sigamos con "caso dos".

L. no quiere la custodia, que los niños son cosa de la madre. Quiere derecho de visita, pero arreglado de la siguiente forma: cuando él quiera, irá al parque si está la madre jugando con sus hijos ahí, o esperará en la puerta de casa de ella diez minutos antes de ir al cole para acompañarlas. Que los niños no duerman en casa de L., que es un lío (que, por cierto, L se queda con el domicilio conyugal cuando no es el conyuge custodio). Y los fines de semana que L. tiene libre, pues son para descansar, no para aguantar a los niños, y menos sin ayuda de E., que es la encargada de ellos.

Pero esto del derecho de visita, sin que duerman en casa de uno nunca, es negociable todo. Lo importante y la clave de que el divorcio sea de mutuo acuerdo o no es una pensión compensatoria de 100 euros durante un año. Es decir; cómo veas a tus hijos los siguientes quince años, ya se arreglará. Lo importante son 1200 euros arriba o abajo.

Tampoco haré comentarios. Custodia para ella, sin los 1200 euros.



Sólo una pregunta general... ¿de verdad es tan común que el progenitor masculino pase olímpica de los niños, y se mate y desangre si es necesario por cuatro duros arribao abajo? Porque si a J., o a L., le preguntas si es más importante los niños o el dinero, no sólo dirían que los niños, sino que resultaría ofensiva la pregunta.

Pues oye, el movimiento se demuestra andando.
Lo que yo veo "andando" es que cómo quede la custodia o visita de los niños importa un pimiento (teniendo en cuenta que en el peor de los casos habrá derecho de visita de alguna forma, tampoco es que los padres los dejen de ver), pero lo esencial es lograr un buen resultado económico.

Acabo ya; consejo para los "padres preocupados en su divorcio": el mejor resultado económico, sin duda, es no casarse ni tener hijos. Así no hay pensiones ni división de gananciales. Luego tampoco "visitarás" a tus hijos (claro, no los tienes), pero eso nos daba igual de entrada, ¿no?

viernes, septiembre 12, 2008

Mis conciertos (I: Gatos Locos, 1991)

Este verano ha sido muy entretenido; lo que más he hecho ha sido ir a lugares donde poder mojarme el culo con los críos; fuera en la playa, el río, la piscina, la balsa, o tirarse dentro de un charco en el parque. Pero no quiero escribir sobre el verano (aún; y con el nivel de actualización que mantengo, a pesar de mis intenciones, si el próximo postes veraniego, seguro que es sobre agosto 2009).

Quiero hablar de música. Este verano, como decía, he ido de aquí para allá. En un par de salidas que hemos hecho a la provincia de Teruel, hemos pasado por un pueblecito que se llama Arañuel. Ese pueblo me trae dos recuerdos; uno, el de un amigo que descendía de allí y se fue hace tiempo al País Vasco (hola, Nadal!); y dos, que uno de los componentes de Gatos Locos tenía algo que ver con el pueblo (lo cierto es que no recuerdo el qué).

Para hacer la sincronicidad, o como leches se escriba eso, el otro día en la radio me pusieron una canción de hace mil años del grupo Gatos Locos: "Bailarás".
De inmediato, me vino a la memoria un concierto de hace muchísimos años, en Onda, de Gatos Locos, y con esa canción.

Hablo mucho de mi faceta como padre; y cuando aburro hablando de eso, hablo de política, que aburre entre cien y ciento una veces más.
Intentando dar un poco de vidilla a esto, y hablar de algo que no sea lo de siempre, se me ha ocurrido iniciar una mini-plasto-serie (hola, Gorpik!). Sobre los conciertos de mi vida (que no son muchos, la verdad).

Y comenzaré con el de Gatos Locos, que gracias a ellos me ha venido la idea.

Mis Conciertos (I: GATOS LOCOS, 1991)

Sería el verano de 1991 o 1992. En Onda hay dos "fiestas del pueblo": la última semana entera de octubre (alguna vez he escrito sobre la Fira d'Onda), y el 6 de agosto, día del Santísimo Salvador, patrón del pueblo.

El día del Salvador hacían fiestas, bailes, la gente salía a comer o a cenar, y a beber ingentes cantidades de alcohol. Nosotros, también.
Pero un año de esos, se les ocurrio programas un concierto (ahora, lo del "concierto en las fiestas del Salvador", ya es tradición).

Nosotros eramos rockers, y nos tiraban más Rebeldes o Tennessee, pero cuando supimos que venían Gatos Locos nos supo a maná caído del cielo.

Leyendo no sé donde (internet no existía), nos enteramos de que Gatos Locos se separaban para siempre jamás. Iban a hacer un concierto en Onda (como población cercana a Arañuel), y otro en Cambrils (de donde era el solista), y adiós muy buenas. El ir al concierto adquiríó drama y trascendencia.
(Nota del autor: en el 2004 se volvieron a juntar, como otros muchos; pero entonces, si decían que un grupo se separaba, nos lo creíamos).

Antes de ir a escuchar un grupo, nos aprendíamos sus canciones de memoria. Todas las tardes, en la doble platina (un cassette doble de esos), y en la radio del coche (de mi hermano, que yo no tenía carnet), sonaba el grupo. Si ya teníamos sus discos, cojonudo (caso de los Rebeldes, por ejemplo); y si no, pues a arruinarse (lo dicho: es que no existía internet).

La noche del Salvador también celebramos el cumpleaños de mi hermano, así que coincidió fiesta, tarta, regalos y concierto. Y allí que nos plantamos nosotros con nuestros tupés, patillas, tejanas, corbatín, y siete u ocho elementos (entre pins, pegatinas en los vaqueros o lo que fuera) con la bandera sudista.
(Otra nota del autor para los sectáreos: ¿alguien recuerda mi pañuelito sudista que llevé en una RAM, o asamblea, o algo? Pues allí estaba conmigo, atado en la muñeca, como siempre)






El grupo éramos cinco tíos (de sólo tres madres distintas), y seis o siete tías. Pero no nos comíamos una rosca. No teníamos posibilidades. O sí, pero no nos enterábamos. A partir del séptimo litro de cerveza ya podían ponernos sutiles señales las chicas que no hubiéramos caído en la cuenta aunque nos arrancaran la ropa. Nunca nos arrancaron ni uno de los pines sudistas.

No me gusta bailar, pero esa noche acabamos bañados en sudor de bailar, gritar (cantar), y saltar. Desde una hora antes de que empezaran, apoyados en el escenario (en más que primera fila). No era un grupo que nos entusiasmara al nivel de los dos o tres favoritos, pero nos pilló en la época en que nos tomábamos en serio eso de ser rockers.


Recuerdo que íbamos (en turnos), del borde del escenario a la barra a pedir cantidades ingentes de cerveza. Un guitarra se coscó de ello, y nos hizo señas para que le trajéramos alguna. EL resto del concierto fuimos proveyendo cervezas a Gatos Locos (se diría que se aprovechaban de nosotros, pero para un grupo de adolescentes, compartir cerveza con el grupo que está tocando es el momento del mes).



(Más nota: ésta no es la canción "bailarás", pero es que no la he encontrado; no hay casi nada de Gatos Locos en youtube)

Y la anécdota del final: nos sabíamos cada canción; cada uno tenía sus favoritas, y cantaron prácticamente todas las que nos gustaban. Menos una: "Bailarás" ("deja de una vez el vaso, vamos a bailar... desde que hemos llegado, no paras de hablar...").

Al acabar, poca gente pedía un bis de esos (no eramos muchos viendo el concierto), pero todos nosotros comenzamos a cantar "Bailaras"; salieron de nuevo, y cantaron otra canción (no recuerdo cuál). Acabaron, y se fueron.
Pero nosotros seguimos cantando "Bailarás", y mientras un par desmontaban cosas, y la gente se iba, el solista y el guitarra cervecero, se acercan a la punta del escenario; el guitarra empieza a tocar los compases de la canción, y el solista nos acerca el micro o como se diga (yo no sé si iba), y nosotros berreamos la canción. Sólo nos dejaron llegar hasta el primer estribillo.
Y entonces sí, se fueron.

Los meses siguientes, Gatos Locos serían nuestro grupo favorito, y "Bailarás", la canción simbólica con la que iniciar las fiestas cerveceras. Supongo que duró hasta que Rebeldes sacó un nuevo disco, o algo así.

Por hoy ya vale con dar la lata en plan cebolleta (eh, he escrito dos entradas en el mismo mes, me debe de estar pasando algo); el próximo, si no hay nada que contar, sigo con otro concierto: Revólver en Castellón.

jueves, septiembre 11, 2008

Duna, diez años.

Poco después de compartir techo, a la mujer con la que vivía se le despertó una especie de instinto maternal. Quería cuidar a alguien (y a mí se me cuidaba de otra manera). Un día de tantos, al llegar a casa tras el trabajo, me di cuenta de que ella había cogido el coche y se había ido vete a saber dónde. Cuando regresó, en lugar de subir conmigo al piso, me pidió que bajara hasta el coche. Abrió el maletero, y Duna estaba dentro de una caja de cartón, con ojos asustados.

Tan pequeña que podíamos meterla dentro del bolsillo de la camisa y que asomara la cabeza y dos patitas. Era mediados de octubre, y la perra había nacido un 9 de septiembre. Ese mismo día entró el primer biberón y el primer chupete en casa (quien me conozca, ya sabrá que los biberones tardarían muchos más años de lo imaginado en abandonar el hogar).




Hoy ya no existe ese hogar. He cambiado de casa cuatro o cinco veces. La mujer que trajo a Duna ya cumplió su instinto maternal de sobras, existiendo un pasado donde la perra le molestaba. Ya no trabajo en el mismo sitio, ni en el otro que trabajé después. Y no soy ni me parezco a la persona que era en aquel entonces. En tres años y medio tras la perra, llegaron tres cachorros más, esta vez de especie humana.

Ayer Duna cumplió diez años. Y si en estos últimos diez años de mi vida algo ha permanecido invariable, eso es sin lugar a dudas la presencia de Duna.

A ver, para entendernos. Hace diez años yo era un auténtico imbécil. Con despacho propio y "paga maternal" a la vez, preocupado por juegos y estrategias políticas, borracho todos los sábados y mitad de los viernes, sin ninguna responsabilidad sobre nada -ni intención de tenerla-, y más contento que un ocho porque una rubia de un metro 85 se había venido a vivir conmigo.

Hoy, aunque mantenga mi imbecilidad en determinados aspectos, no soy alguien sin responsabilidades, ni que prefiera escapar de las mismas (quien me conozca, ya me entiende).
En ese tiempo, sólo he podido mantener una lealtad recíproca con Duna. Hablo poco de ella, no tiene el carácter de "esencia vital" como mis hijos, y no da más trabajo ni problemas de los que da cualquier animal de compañía.
Pero esta ahí. Siempre ha estado ahí, y cualquier descripción de mi vida sin tenerla en cuenta sería falsa. Una anécdota: he hablado muchas veces del convenio regulador de mi divorcio, donde se blinda la custodia compartida, y del orgullo que siento por ese papelito; pues bien, en el larguísimo convenio (8 hojas, 27 artículos), el último artículo es el dedicado a Duna (y que establece que yo soy su propietario).

Hubo momentos tristísimos para mí en los últimos años, de esos de llorar y maldecir tu estampa. Pero con la perra en casa, nunca me sentí solo.



A veces pienso que estos son los años más felices de mi vida. Tiempo en los que los niños son pequeños, yo me convierto en un niño más si estoy a su lado un ratito, y estamos todos juntos planeando cosas. Después, los críos crecerán y harán su vida (con mi alegría y bendición, que el objetivo de la educación no es otro que el de hacer personas buenas y autónomas de tus hijos). Duna faltará.

Siempre reconozco el día que falleció mi abuelo como el fin de la inocencia. Creo que el día que falte Duna, será el final de los "años felices" que ahora me toca disfrutar.

***

Y me está quedando un post de lo más alegre, oiga. Si yo venía a hablar de la perra y de su cumpleaños, no de cuando el pobre animal la espiche.

Ayer fue su cumpleaños; y como todos los años, tuvo su fiestecita.

Duna come todos los días pienso. Pero el 9 de septiembre le doy carne de ternera. Y una tarta con velas (que apagan mis hijos), en la que nos untamos los dedos para que Duna chupe un poco de nata.

Ah!, y regalos. Ayer le cayó un collar nuevo, dos juguetes, y un hueso asqueroso de esos que muerden y luego da repelús tocarlos.

Yo disfruto como un enano en el cumpleaños de la perra. Mis hijos, más (a la pobre no la dejaron en paz en todo el día). Y Duna, nerviosa. Que es como le toca estar a un "bajito" de la casa en su fiesta.



Feliz cumpleaños, Duna.