lunes, diciembre 31, 2012

Estimado Año 2012.

Querido año 2012; acabas hoy tu reinado, y deseo dedicarte unas palabras, aunque sea en este blog que lleva más de dos años de abandono.

No sé cuántas esperanzas podría tener puestas en ti, pero lo cierto has logrado terminar con todas ellas. Desde luego, has sido un año intenso y de difícil olvido, aunque sea para recordarte como el "peor año de mi vida".

En enero te llevaste a Duna. El día más triste de mi pequeña familia, el "final de los días felices"; no dejaré de echarla de menos, y ni siquiera he podido escribir un poco sobre ella porque la tristeza no me lo permite.
Los últimos trece años, en nochevieja, he seguido una modesta tradición: pasaba las campanadas con Duna en brazos, yo me comía once uvas, y la duodécima se la daba a ella.
Esta noche no podré hacerlo, porque querido 2012, quisiste que te recordara como el año en que murió Duna. Además, te la llevaste al principio, para que no pudiera acompañarme en el resto de cosas que tenías aguardándome.

Si lo de Duna era la "medalla de oro" que lucirías, el 1 de marzo tenías guardada las de plata y bronce para dármelas a la vez.

Por un lado, en el trabajo pasaría a estar como "interino recortado", llevándote un tercio de mi horario y de mi sueldo, lo que suponía una especie de "despido objetivo" del 33% de mi contrato.
Innumerables problemas económicos, y laborales (y de continuidad en el trabajo) han surgido tras ello.
Aunque es mejor no dar detalles en público, nunca he estado tan cerca de la insolvencia, ni me he sentido tan injustamente tratado a nivel laboral teniendo que callarme porque "fuera hace más frío" o "si vas a aguantar por mucho que te apretemos, porque no tienes donde caerte muerto".

Por otro lado (y dudo si esto sería la medalla de plata o la de oro), trajiste la enfermedad de la madre de mis hijos, cuestión de la que sí que no daré detalles por respeto.
Me has hecho volver a una unidad familiar de una forma que yo no quería, y hacer crecer a mis hijos en una responsabilidad que no corresponde a su edad. 
Yo quería estar con ellos, con su madre, y con Duna, los seis juntos y amándonos felices y sanos, pero no así. Querido año 2012, es una burla cruel lo que has hecho con nosotros.

A partir de marzo, ya no han habido más heridas graves, sino el abatimiento y dificultades de las que existían, que nos han acompañado casi hasta el final del año... y de vez en cuando, para que no se nos olvidara quién manda, nos dejabas un pequeño recadito.

Así, has sido el año en que, casi veinte años después, dejaba de ser afiliado del PP (o de Nuevas Generaciones, en su caso), porque ni se cuenta conmigo, ni puedo creer en la política ni en el que ha sido mi partido.
Has sido el año en que también faltó la última hermano/a de alguno de mis abuelos que quedaba con vida, y que había sido nuestra "excusa" (bendita excusa) de unión con mi familia pucelana.
Has sido el año en que he tenido que comparecer en el Juzgado de lo Penal como acusado, por dos veces (una como sindicalista, la otra por el fútbol), aunque en ambas me hayan absuelto y quedara más que probada la infamia y falta de vergüenza de quienes me acusaban.
Has sido el año en que el CD Onda, el club de fútbol que presido, ha pasado por la época más difícil de sus 90 años de historia, de la que nos estamos salvando por la integridad de sus jugadores, en la que estamos metidos por cuestiones ajenas a nuestra gestión.
Has sido el año en que tuve que renunciar a mi clásico miniviaje de vacaciones con mis hijos, de problemas con Hacienda debido a la lentitud de su burocracia, de que me reventara una rueda en la autopista y no me maté de milagro, de tres inundaciones en mi casa, de que instituciones externas a mi trabajo me amenazaran para que dejara de hacer mis funciones... has sido un año demasiado difícil para que, cuando llegara a casa, no estuviera Duna, como siempre, contenta de verme y dispuesta a juegos, paseos o una alegre compañía en silencio.

Has sido el peor año que recuerdo; así que, querido año 2012, vete a la mierda. Gracias.