viernes, octubre 02, 2009

Cumpleañeros

Nunca me ha costado mucho encontrar motivos curiosos para montar celebraciones en casa; aunque, con excepción de mis dos épocas del año favorias (Fira d'Onda y Navidad), los días más importantes del año son los cumpleaños de los que vivimos juntos.

Cada año cumplimos uno más (qué cosa más curiosa, verdad?), y este año, Martin cumplió siete años en mayo, Juanmanuel diez años en junio, Salvador cumplirá nueve años en noviembre, y yo treinta y cinco en diciembre. Pero estos no son los únicos "aniversaris de naiximent" a celebrar; como ya he contado alguna vez, Duna (la perrita) celebra su cumpleaños el nueve de septiembre (el último tenía once velas).

Sale toda la tarde con nosotros al parque, más tarta, más regalos, más cena con nosotros en la mesa y de nuestro menú (que suele ser algo que le guste a la perra; en esta ocasión, pollo asado).

Ese mismo día, cuando salía de Mercadona con la tarta y demás compras, la cajera (monisima y simpatíquísima, pero eso no importa) me preguntó sobre la celebración, y se quedó un poco parada cuando le dije que era para el cumpleaños de la perra. Como en casa la consideramos sujeto de derechos y obligaciones (aunque todos somos conscientes de que su importancia en el hogar es la que es, no es una "hermana" más), supongo que lo vemos normal.
Ahora soltaría una perorata sobre que es para educar a los niños en el buen trato y respeto a los animales y bla bla bla; pero no es verdad. Si educo a los niños en eso es con el ejemplo y con otros animales de fuera de casa, no con nuestra propia mascota. Si Duna es una más es porque la queremos, y si celebramos su cumpleaños es sólo por diversión y la tradición esa de celebrar los cumpleaños de todo el mundo.

La perra sigue juguetona, saltarina y nerviosa como hace diez años; ahora se cansa antes, pero le echa las mismas ganas. No olvidemos que es un miembro de pleno derecho (ahí sí que igual a los demás) del Comando Piruleta (Duna es Piruguau). Cuando la paseamos, se cruza con otros perro e intenta saltar y jugar alrededor, el dueño del otro can suele comentarnos que debe ser jovencita, por lo activa que es, y no se me creen que tiene once años.

El caso es que es vieja; salvo catástrofe, será el primer habitante de la casa en morir, y cuando pase va a ser el peor día de la vida de mis hijos. Es más, supongo que en breve ya no podrá ser tan activa como ha sido siempre, la veremos cansado y sin jugar, o enfrentándose a problemas de salud, y nos llenará de pena a todos. Ojalá pudiera ser lo nerviosa y saltarina que es para siempre, o al menos, hasta que yo también sea un viejo que no pueda saltar.

(Nota interna: creo que, de los últimos post que he escrito, en más de la mitad hablo de la perra; no sé por qué, pero me apetecía volver a escribir por aquí, y no se me ocurria otro simbólico tema del que hablar; aunque soy consciente de que esta entrada, que escribo en el tren, es inconexa y un desastre; nunca he escrito muy bien, pero tan mal como ésta no; deberé de reaprender a escribir de nuevo, que redactar cosas de tu vida era más divertido que redactar demandas y recursos de reposición).

(Nota interna dos: puestos a escribir, lo hago en los dos blogs; en éste, que hablo de mi vida, y en el otro, que hablo sobre política, y hoy, sobre Ricardo Costa, amigo de la juventud y ahora portada nacional en periódicos)

(Nota interna tres: feliz cumpleaños, Duna; que cumplas muchos más)