martes, diciembre 13, 2005

Seguimos

Micagüen mi estampa. He escrito sólo una entrada en octubre, otra en noviembre, y ésta es la primera de diciembre (que es un martes y trece, para ver si me da suerte inversa). Tengo esto muy abandonado; con lo útil que me ha sido el bloguecito para diversas cosas, no es cuestión de tratarlo tan mal.

Se nos acaba ya este año, que será de muy especial recuerdo para mí. El año que viene, el 2006, debe estar marcado por las oposiciones esas a las que me debo presentar si quiero estabilidad en mi trabajo. Las oposiciones lo marcarán para bien o para mal, al menos el primer semestre.

Mientras tanto, mis hijos siguen creciendo (cuando el mediano doble su edad, igual ya es más alto que yo y todo, juas); y yo vivo inmerso en mis problemas cotidianos, y haciendo del equilibrio familiar una situación estable y cómoda. Es decir, que estupendo.

Bueno, a ver si doy al "publicar" con un post en condiciones, que tengo una historia que contar; y se debe contarlas, si las hay.

¡Ah! Y me faltan cuatro días para cumplir treinta y un años. Y sigo sin estar calvo (ya falta menos, ya).

lunes, noviembre 21, 2005

Retorno. Sentencia.

¡Hola!

En la última entrada decía que en breve iba a contar un montón de cosas. Evidentemente, no lo he hecho. Y no voy a decir nada parecido nunca jamás, ya que cada vez que lo hago, luego bato mi propio récord de inactividad en el blog.

Han pasado muchas cosas, las que iba a contar y unas cuantas cosas más. Me quedé en el final de mi viaje a Mayorga de Campos. Pero me faltan la “plastoserie” sobre las fiestas de Onda, donde tuve la gran suerte de quemarme una pierna (no es nada grave y ya estoy bien, pero bueno...). También debo contar el cumpleaños de mi hijo mediado y su carta de los dinosaurios (que fue hace cuatro días). Y el viaje a Tarragona, desde el Ratoncito Pérez a Mazinger Z.

La mayoría de cosas que me han ido pasando han sido divertidas y estimulantes. Algunas otras, no. Y la “novedad” que iba a contar el otro día (y que será protagonista dentro de un par de entradas), parece una noticia pésima, pero para mí es la guinda de la tarta que hace un tiempo que me estoy comiendo.

***

Por ahora, os dejo con una noticia pequeña, pero de importancia capital:

Hace unos días llego a casa la Sentencia de Separaración Matrimonial entre la madre de mis hijos y yo.

Fechada el 10 de noviembre de 2005; de forma que, para Hacienda, y el derecho civil y patrimonial y gaitas de ese tipo, es esa fecha el final de la sociedad de gananciales. Para entendernos:

- si mi exmujer compraba una mansión el 9 de noviembre por su cuenta y riesgo, y luego la dejaba impagada, me podían empapelar a mí ricamente

- pero, si el 9 de noviembre compraba un décimo y tocaba el Gordo de Navidad, también era mía la mitad del super-pellizco.

(Nota para leguleyos: en realidad no es exactamente así, pero casi, y me divierte pensarlo de esa forma)

Lo importante de veras de la sentencia no es eso; es la propia existencia de la misma, que aprueba el Convenio regulador de la separación (ya se sabe, esos papelillos que me dan la custodia compartida), y le da carácter de acuerdo judicial.

Lo celebré con una cervecita. No el estar separado, ni tener una sentencia (por fin, por fin!- me dicen otros), ni otras gaitas. Celebro sólo que la custodia compartida, clave por mi parte del acuerdo, ha recibido la bendición (y firma) del Juez. Jueza, en este caso.

miércoles, octubre 19, 2005

Emisiones en breve.

Tenía esto muy abandonado. Perdón.

He de terminar la serie del Gran Viaje a Mayorga de Campos; y dentro de nada comenzarán las fiestas de Onda, así que tocará otra serie al canto (ayer releí lo que yo mismo escribía sobre las fiestas el año pasado). Gorpik, te voy a robar el récord de platoseries, que lo sepas. Buh.

Han pasado varias cosas interesantes este mes que no he escrito. Una de ellas, que terminé de limpiarme la boca y superar mi miedo atávico al dentista, con el resultado de cinco empastes y cinco extracciones. 13 visitas al dentista en total (cuando yo no tenía pensado visitarlo tanto en todo el resto de mi vida).

Y ha pasado otra cosa, que luego contaré (antes de seguir con la serie de Mayorga).
Hasta dentro de un rato.

miércoles, septiembre 14, 2005

Pucela en Pucela (II: kilómetros)

Como ya os he comentado, hicimos más de 1.500 km en total.

Salimos de Onda a Mayorga, pasando por Madrid. Del paso por Madrid, dos cosas:
- cuando la gente se queja del desastre de las obras en Madrid, sinceramente, se queda corta; para uno que va de paso como yo, se le quitan las ganas de volver
- por primera vez en nuestra vida y la veintena de veces que habremos ido por allí, no nos perdimos para salir (tampoco nos perderíamos para entrar, estar allí y salir de nuevo: una gozada, oiga)

Comimos en un restaurante de esos hechos adrede al lado de la autopista para chupar pasta a la gente. Como teníamos hambre, nos la dejamos chupar (saquen uds. esta frase de contexto, que queda muy....ejem).

Desde la A-6 veíamos ciudades que han sido importantes en la historia de nuestra familia, como Medina del Campo. No pudimos evitar un atisbo de emoción al entrar en la provincia de Valladolid. Yo la había pisado -la provincia- en 1998 por última vez. Desgraciadamente, la ciudad pucelana no la cruzaríamos en todo el viaje.

Dejamos la A-6 para entrar por Villalpando, Villanueva del Campo, Valderas, Gordoncillos, Castrobol, y, por fin..... ¡Mayorga de Campos!

Conduje todo el tiempo yo, desde Onda a Mayorga (720 km), que me hacía ilusión llegar hasta allí.

Tras estar en Mayorga, nos íbamos a una masía de Gordoncillos (en León, a 12 km de Mayorga), donde viven una prima hermana de mi abuela (que jugaba con ella de pequeñas, y ronda los 100 años de edad) y su hijo.

Mi hemano condujo desde Mayorga a Gordoncillos. La vuelta hasta Madrid la hice yo de nuevo (mi hermano no se ve muy bien de noche, y nosotros íbamos siempre contra el reloj).

Llegamos a Madrid casi a las 12 de la noche, asesorados por Imperator y Rapunzell para aparcar cerca del Palacio Imperial (increíblemente, no nos perdimos entrando en Madrid). Dejaríamos allí el coche toda la noche, y nuestros anfitriones nos acompañaron a un hotel cerca de la Puerta del Sol.

Dormirse, levantarse, y hacer un pcoo de turimo por Madrid, yendo de un lado para otro en metro. Del metro poco que reseñar; a mí me hace mucha gracia, pero a mi cuñada le faltaba el aire y quería salir de allí cuanto antes.

Si fuera madrileño, creo que ni siquiera tendría coche. Siempre iría de un lugar para otro en metro. Y si tuviera que viajar, alquilaba uno o algo parecido. Qué gusto da de pensarlo.

Para comer, nos acercamos a una urbanización de mis tíos, con la única hermana de mi abuela que sigue con vida, que está en la Berzosa (al lado de Torrelodones, o perteneciente al mismo; es decir, otros 40 km al norte de Madrid, que luego hubo que bajar, claro). Nos perdimos un poco buscando la Berzosa, pero llegamos y comimos.

Y nada más comer, y conduciendo mi hermano, tiramos de nuevo hacia Onda. Llegamos sobre las 21-22 horas, para cenar tranquilamente en nuestra casa.

(no es que aquí se acabe la plastoserie, es que en un mensaje mato todo el trayecto de kilómetros y luego cuento cosas más divertidas)

Esta vez casi no estuvimos a punto de matarnos en ningún momento. Al dormir y todo en un sitio decente, estábamos descansados (cosa que, para nuestros viajes relámpago, es un lujo).
Tan sólo, en la entrada a la A-6 desde Madrid, un coche chafó un pilón de plástico verde de esos, y nos lo lanzó encima de nuestro coche; y en la comarcal de Gordoncillos a Valderas, esquivando un camión me salí de la calzada (las ruedas a la hierba) y se me fue un poco el coche.

Como curiosidad del trayecto, para ir de Madrid a la Berzoza, el domingo, hubo que parar en una gasolinera a lavar el coche.... porque, aparcado bajo unos árboles al lado de los edificios que acojen el Palacio Imperial, todos los pájaros de Madrid tuvieran a bien dejarnos un recuerdo en forma de cagadas de tamaño descomunal que no dejaban ver bien (hubo que conducir, con dificultad, hasta una gasolinera cercana). Imperator, Rapunzell, ¿qué pájaros anidan en esa plaza? ¿avestruces? ¿pterodáctilos?

Acabo ya esta aburrida entrada. La siguiente coincide con el destino del viaje: encontrarnos en la Playa Mayor de Mayorga.

martes, septiembre 13, 2005

Pucela en Pucela (I: introducción)

Comienzo la serie sobre el gran viaje. Escribo esto cuando me falta un rato para ir al dentista a que me extraiga otra muela (la segunda extracción), habiendo ido ayer a que me hiciera un empaste con protector del nervio (suena fatal, a que sí). Estos días estoy un poco nervioso y trastocado por todo lo del dentista (mi miedo atávico, ya sabéis; una cosa es que me atreva a ir, y otra que vaya contento y relajado, que a tanto no podemos llegar).
Pero hay que detallar el magnífico Gran Viaje. A la espera de otro viaje (el de Mazinger), que hemos aplazado un poco para poder disfrutarlo más (pero que será antes de este invierno, estén atentos a sus pantallas).

Introducción.

El destino del viaje era la población de Mayorga de Campos (al norte de Valladolid, lindando con la provincia de León). En esa población, hace un centenar -menos uno- de años, nació mi abuela materna. De allí desciende mi familia y lo que soy; de allí viene el seudónimo con que firmo estas letras.

¿Y por qué hacerlo ahora?
Como decía en otro mensaje, porque este está resultando ser el año especial en que hacer este tipo de cosas.
Y, en un plano más práctico, porque si no lo hacía ya, me debía esperar varios meses más. Yo trabajo entre semana, y si tengo a los niños conmigo (ya sabéis, en custodia compartida), los cuida su madre. A su vez, su madre trabaja en fines de semana, y si tiene a los niños ella, los cuido yo.
Es decir, los fines de semana: o bien tengo a los niños, o bien los tiene su madre, pero parte dl día (mientras ella está currando) los cuido yo.
Pero el fin de semana del 3 y 4 de septiembre, los niños los tenía su madre, y ella libraba (por vacaciones) el fin de semana. Así que podía disponer de esos dos días.
En los siguientes fines de semana, no podré disponer. Éste era el momento adecuado.

Así pues, nos pusimos a planificar el viaje.
Saldríamos el sábado a las 5h, hasta el domingo a las 20-21h. Casi 1500 km, y 40 horas de viaje. Mi hermano, su novia y yo. Todo preparado y estupendo para salir.

Pero tuvimos un contratiempo grave. Mi hermano y su novia no podían venir. O iba yo solo, o no iba. Estuve dudando hasta última hora si ir o no... E incluso planifiqué cómo hacer el viaje un mes después, con más tiempo (aunque teniendo más problemas de horario).
Una pena, pero el viaje quedó cancelado. Una vez más (Y digo "una vez más" porque no es la primera vez que pensaba en ir hasta Mayorga de Campos, la verdad).

El sábado a las 10h, casi de milagro, se solucionaron los problemas, y podíamos irnos todos si queríamos. Yo, en principio, me negué, ya que no había nada preparado y se nos iban gastando las horas.

No se cómo, pero lo preparamos en un santiamén. Salimos a las 11:30h del sábado, seis horas y pico después de lo planeado. El viaje no iba a tener 40 horas, sino treinta y tres.

Pero allí íbamos: directos, hasta Mayorga de Campos, el pueblo que vió nacer a mi abuela en el año 1906.

viernes, septiembre 09, 2005

Viajes, dentistas, colegio.

No me voy a andar por las ramas: me muero de ganas de contaros, con todo lujo de detalles, el magnífico Gran Viaje que hicimos el fin de semana anterior.
No fueron 40 horas y 1400 km, como estaba previsto, fueron 1550 km en 33 horas y algunos minutillos. El 99% del viaje fue perfecto; y ese 1% que falta no lo advertimos...

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¿Por qué no he comenzado antes la plasto-serie del viaje?

Porque hasta anteayer estaba acojonao. A-c-o-j-o-n-a-o. Me esperaba la temible visita al dentista, que me nublaba la mente, y lo que no es la mente, para otras cosas.
Pues bien; fui al dentista, y he sobrevivido. Una de mis muelas no ha sobrevivido, pero ésta es una buena noticia. Otras muelas no sobrevivirán, para dar un poco de espacio a mi sana e higiénica salud bucal.

Hacedme caso: id al dentista. Yo aún tengo miles de bichos en los dientes, pero me siento mejor con unos pocos menos. Y estaré de narices cuando ya no tenga bichos. Si no me hubiera esperado más de diez años, seguro que todas -o casi todas- mis muelas se habrían salvado.

Por cierto, que mi dentista es un encanto de señora, amable, comprensiva y tolerante con mis nervios, sustos y quejiquismo. El lunes vuelvo allí, y saldré con una muela (extracción) o caries (empaste) menos.

Si ahora logro quitarme algún kilito de encima, y como aún no me he quedado calvo, estaré hasta presentable y todo (ejem).

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Hoy no he ido a trabajar: es el primer día de colegio de mis hijos. Y como hago desde hace tres años (y aprovechando mi condición de funcionario), he pedido un moscoso (uno de esos días de libre disposición que tenemos) para acompañarlos.

Esta vez hay grandes cambios:
- el mayor deja educación infantil, y acaba de empezar 1º de primaria (con exámenes, matemáticas, inglés y todo eso...)
- el mediano pasa a ser de los chicos mayores de educación infantil
- y, como estrella destacada y rey del mambo, tenemos a mi hijo pequeño, Martín, que comienza la educación infantil y va al mismo colegio que sus hermanos

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Si he de ser sincero, las cosas no van tal y como las había planeado.
Las cosas van aún mejor de como las había planeado.
Jejejejejejeje. :)))))))

Y en breve, la crónica (en etapas) del Gran Viaje.

martes, agosto 30, 2005

Chocolate

Primero fue Big Fish, que se ha convertido en mi primera adquisición importante del emule y una de mis pelis favoritas del mundo mundial. Algo más tarde, de pasada, pude leer algo sobre Descubriendo Nunca Jamás. Y después llego Matar a un Ruiseñor (formato libro y formato DVD recomendados). Sin olvidar extras como el hombre que plantaba árboles, o lo que haya querido escribir Roald Dahl.

Pues bien. Se acabó descubrir en vuestros blogs pequeñas joyas y recomendables recomendaciones de libros o películas. Esta vez, soy yo el primero en hablar de una. Por fin, por fin. MHAWHAWHAW.

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El psicólogo nos recomendó que, en algunas ocasiones, uno de los padres se quedara con un niño, y el otro con los dos niños restantes. Mi sentido común me decía que eso era bueno, para la individualidad del niño, la relación padre/madre-niño, y todo eso. Evidentemente, no puedes sacar del grupo al mismo niño, ni ha de ser siempre el mismo padre; y has de sacar a todos, uno a uno, en un periodo corto de tiempo, para que ellos lo entiendan y no vean agravios.

Como todos ya supondréis, y como no podía ser de otra manera, a quien le debía parecer mala idea y una especie de "invento raro de los tuyos", le pareció eso mismo. Pero como esto ya lo sabíamos todos, no le daré más importancia de la que tiene: canal de aire directo de oreja a oreja, sin entrar en contacto con neurona alguna.

En una semana, aprovechando que el cuidado de los niños correspondía a la madre (y por tanto, yo no tenía obligación de estar con los tres), ocupé tres tardes en los niños. Al mayor lo llevé un miércoles al fútbol; al pequeño, un domingo a jugar con un triciclo y patinetes.

Y con el mediano me fui a descubrir la película de la que hablaba al principio del post:

Charlie y la fábrica de chocolate. :)

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Antes que otra cosa, os confesaré que nada más terminar la película, de inmediato Salva (el crío) y yo nos fuimos a comprarnos una chocolatina bien gorda para uno.
No es que no pudiéramos aguantarnos las ganas, pero por si acaso, no las aguantamos.

La película en sí es muy divertida y dinámica.
Mi hijo se divirtió, aunque hubiera partes que no entendiera (algún guiño para mayores o niños más crecidos), y quizá también es una película muy larga para él (casi dos horas, y Salva tiene cuatro años y medio). Pero se divirtió, igual que yo.

No he leído el libro (lo reservo para descubrirlo junto a mis hijos cuando llegue el momento), pero por lo que pueda saber y haberos leído en vuestros blogs, la intención de Roald Dahl no es moralizar a los niños, ni hacerles partícipes de las grandes virtudes e ideales de la Humanidad, ni tratarles como niños tontos y bobos mientras leen sus libros.
Si la intención de Dahl es divertir y entretener, que los niños disfruten con sus libros, también lo ha conseguido de forma póstuma en esta película. Creo que la viuda de Dahl ha participado en la misma, y se ha mostrado encantada con el resultado. Por su parte, Burton y Jhonny Depp se han confesado admiradores de Dahl.

He descubierto que James y el melocotón gigante es una película donde participa Burton de algún modo (no sé si director o de otra forma) adaptando una obra de Dahl. Y también me encantó en su día.

Con la estética típica de Tim Burton, la peli chorrea surrealismo por todos lados. Con situaciones, decorados y consecuencias imposibles. Lo de los enanitos de la fábrica y sus coreografías son para morirse de la risa. Y no creo que sea cierta la crítica de que Willy Wonka lleva el estilo y carácter de Michael Jackson. Lleva el estilo de Burton basado en un personaje de Dahl.
Ya puestos, Jack (de Pesadilla antes de Navidad) o Bitelchus, u otros muchos, también son "personajes Burton". Qué queréis que os diga, desde Big Fish no puedo ser otra cosa que fan de ese director.

El final (que no sé si coincide con el del libro) podría considerarse moralizante... aunque yo lo veo más como un final original, positivo y con la decisión correcta de Charlie (que, a fin de cuentas, es el único niño no-idiota-esférico del grupo, y por eso sabe tomar esas decisiones). Eso sí, el final (desde que salen de la fábrica) me pareció rápido y menos trabajado que el interior de la fábrica.

En conclusión: entretenida, divertida y mágica. Quizá haga un segundo visionado y todo, con mi hermano y compañía, si les apetece y/o convenzo. Sin moralinas ni grandes lecciones, ni falta que hacen. Pensada para disfrutar (teniendo en cuenta que disfrutar es más necesario de lo que parece; todos deberíamos disfrutar más de nuestras vidas, y preocuparnos menos por nuestras neuras).

PD.- Seguro que no he sido el primero en verla. Pero sí en comentar algo de ella. Je je je :)

PD(2).- Se avecina un Gran Viaje en el horizonte. Es "simbólico" (como todas las cosas de este tipo que hago), pasaré por Madrid (como no puede ser de otro modo: siempre paso por Madrid, que es casi mi ciudad fetiche), es posible que me acompañe mi hermano (mi cuñada no se sabe), y es uno de nuestros típicos viajes del estilo "coja 40 horas de su vida, hágase 1500 km y duerma 3 horas de las 40". Fecha: este mismo fin de semana. En su momento, más detalles.

miércoles, agosto 24, 2005

Horror y pavor.

Voy leyendo en los blogs de amigos y residentes, que la gente vuelve de vacaciones y todo eso; y se anima a escribir de nuevo sus impresiones, y comentarlas y tal. Y mientras, mi blog está parado y "sin noticias de Dios"... pues nada, será cosa de coger papel y lápiz (es un decir) y escribir de nuevo. Además, alguna cosa que otra sí que quiero contar. Pongámonos a ello.

Os voy a hablar de mi boca. Hace cosa de un mes empecé a tener un flemón, que acabó hinchándome toda la parte izquierda del rostro. Y cuando empezaba a bajarse, me empezaron a doler las muelas de la parte derecha inferior. Si hago cuentas, resulta que 1/3, como poco, de mi último año, he estado condicionado por el dolor de muelas.

Como habréis adivinado, mi higiene bucal durante mucho tiempo anduvo pareja a mi estabilidad laboral (cero patatero), y mis visitas al dentista de los últimos quince años suman otro cero.

Pues bien. El martes 9 de agosto, no me puse el despertador para ir a trabajar a Valencia. Despertándome muy tarde, y sin posibilidad de llegar con un horario decente al trabajo, sólo podía excusarme en una visita del médico. Una de dos: o me rompía un brazo a golpes contra la pared, o iba al dentista.

Tras mucho dudar... fui al dentista. Por fin. Y es que el dentista me da un miedo atroz. Pero no puedo seguir viviendo con dolor de muelas sempiterno; y además, debo servir de ejemplo para mis hijos.

Cuando salí del dentista, tenía más miedo; y esta vez, el miedo lo compartía con mi cuenta corriente... me han de sacar entre 4 y 7 muelas, y me empastan todas las que no me saquen. Sí, sí, habéis leído bien. Menudo horror.

Eso sí, chicas del mundo, atención: me va a quedar una boca estupenda (que conste en acta, plis). Aunque, tras el esquilamiento general de mi vida (ya sabéis, ejem), y éste esquilamiento particular, chicas, la cena la pagáis vosotras. I'm sorry.

La pregunta del millón, que me sirve para autoconsolarme, es la siguiente: ¿por qué demonios voy ahora al dentista? ¿no sería mejor haber ido hace algún tiempo, cuando aún alguna muela tenía salvación? ¿o, ya puestos, esperar un poco más, a habituarse al nuevo equilibrio familiar, estudiar oposiciones, y todo eso?

Pues no. Si voy ahora al dentista es porque éste, y no otro, es el momento (digamos... el año) adecuado para ello. Con todo lo que me ha ido sucediendo en este inolvidable año, he reunido el suficiente valor (y confianza en mi capacidad y tal) para acabar abriendo la boca en la consulta de un sacamuelas. En otro momento, no hubiera sido capaz. Si me espero, tampoco hubiera sido capaz. Es más, dudo de que la valentía me llegue a día señalado para la primera extracción (el siete de septiembre, ya os contaré).

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Antes de que os descojonéis por el contenido del post; creedme, esto del dentista era una especie de miedo atávico que tenía dentro de mí. He ido dejando que se deterioraran los dientes sin aparecer por una consulta (ya habéis leído el magnífico resultado de tal estrategia: 4 extracciones, muchos más empastes). Y con la que "me está cayendo", me he dicho: "ahora o nunca". El otro día, saliendo del dentista, me sumé algunos puntos en la tabla "siéntase orgulloso de sí mismo".

martes, agosto 16, 2005

(yo quiero) vs (yo debo)

Quienes hayáis tenido la santa paciencia de seguir este blog, sabréis que hace poco conseguí asegurar el principal objetivo que me había marcado en estos tiempos. Ahora, toca mantenerlo y disfrutar de él, que no será necesariamente sencillo. Bien.

Me encanta mirar sonriente al cielo, sentir la sensación de logro personal. Pero mi vida y mis metas no acaban ahí, obviousely. Cruzada la meta principal, tendré que ocuparme de nuevos retos. Si puede ser, menos dramáticos y trascendentales: ya he sufrido bastante pensando que podía llegar el día en que no conviviera con mis hijos, para plantearme otros sufrimientos y pesares.

Ha sido un éxito llegar hasta aquí. Y será un éxito "continuado", porque debemos seguir trabajando para mantener el equilibrio. Perooo ahora... ¿...qué? ¿qué es lo que quiero hacer?

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Esto entronca con algunos posts blogueros y conversaciones con esos estupendos madri-granaínos llamados Imperator y Rapunzell; ya escribí alguna vez sobre esto, sobre "lo que yo quiero hacer", al estilo del Auryn y su lema "Haz lo que quieras" (repasar el histórico de este blog, y sobretodo la serie de Rapunzell del Auryn).

El problema es que yo tengo más o menos claro lo que quiero: niños, niños, niños. Vivir tan intensamente como pueda mi paternidad (que no es lo mismo que 'vivir mi vida a través de la de mis hijos', ojo!). Quizá también me gustaría darme un poco de cancha política, que lo tengo muy dejado. Y retomar mis estudios universitarios. Y ejercer de nuevo como abogado, o acabar dando clases en algún sitio, o mejor, compaginar ambas cosas. Y... bueno, otras muchas cosas.

Pero si bien tengo claro lo que quiero, lo que me gustaría hacer (y las prioridades entre unas cosas y otras), a lo que estaría dispuesto a renunciar (todo menos los críos) y a lo que no (los críos) ... también tengo claro lo que debo hacer.

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¿Qué es lo que debo hacer?

¿Comprarme una Harley-Davidson, dejarme melena hasta el culo y no afeitarme nunca más, y beber cerveza en distintos países europeos o americanos? ¿tentador, eh? Pues no.

Lo que debo hacer, de una puñetera vez, es estabilizar mi situación laboral. Soy funcionario interino, y mi trabajo es menos estable que la salud de Juan Pablo II. Si perdiera mi empleo, se caía de golpe el castillo de naipes que puedo montar alrededor de mi vida. Y eso de jugar con los niños y leerles cuentos está muy bien, pero siempre que ellos hayan comido y cenado.

Aún sin fecha de examen, pero ya han sido publicadas unas oposiciones para técnico superior de la Generalitat Valenciana (puestos como el mío, vaya), donde dan muchos puntos en el concurso a los interinos. Pero antes de ir al concurso, hay que aprobar la oposición, que son un par de exámenes. Y para 150 plazas, habrá cerca de 5000 aspirantes, si no más.

Si apruebo esos exámenes y entro como funcionario de carrera, todo sobre ruedas: tengo estabilidad laboral y puedo descansar tranquilamente sobre un futuro de paz y alegría.
Si no apruebo, en un tiempo no tendré más remedio que irme al paro, y mi pan nuestro de cada día se convertirá en una raspa de sardina que podremos oler entre los tres niños y yo (y eso los días festivos; los días normales, a cazar cucharachas).

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Hasta aquí todo bien, ¿no? Pues no, chicos.

Si bien lo que debo hacer es preparar, y aprobar, las oposiciones, eso no es lo que quiero hacer.

Y cuando lo que debes no coincide con lo que quieres, vamos apañados.
Yo no quiero ser funcionario; pero tampoco quiero pasar hambre, ni arriesgar un ápice el sistema de vida y el equilibrio con los niños, su madre, la custodia y todo eso.
Yo no quiero sentarme a estudiar leyes tediosas y aburridas; pero, si no lo hago, suspenderé las oposiciones, y me esperan felices las raspas de sardina y las cucarachas que quieren ser cazadas.

Así que... ya sabéis: he de hacer lo que toca, porque toca, y no admite más discusión.

Ale, a estudiar Constitución, Estatuto de Automonía, Ley 30/92, ley de función pública, y un sinfín más de artículos y normas legales. (Oh, qué divertido, qué emoción, no podré resistir tanto goce y disfrute físico-espiritual-sensual).

Pequeña nota mental: Mauro, estúpido, si estudias es porque es lo que quieres hacer. Lo que quieres, principalmente, no es meterte en berenjenales políticos, sino asegurar tu supervivencia, la de los críos, y el equilibrio familiar. Estudias para eso, porque ésa es tu prioridad. Si tu prioridad fuera el sexo y la cerveza, y a los niños que les den, anda que estudiarías tú un puñetero papel. No te engañes, y no te hagas la víctima, que con eso de las cucarachas t'has pasao. Te mereces que te den una para cenar de verdad, mameluco.

Lo dicho: próxima estación, oposiciones a la Generalitat. No es lo que me apetece hacer, pero es lo que debo hacer.
Gracias por vuestra atención.

lunes, agosto 01, 2005

¡Hola!

¡Toc, toc...!
Estoo....errr.... ¿hay alguien ahí...? ¿me se lee?

¡Holaaaa!
¿Qué os contáis, chicos?

Bueno, antes que nada, tendré que presentarme, supongo... Ok, allá vamos.

Me llamo Mauro, y hace quince meses que no bebo ni una gota de cerveza. No, no, no; que además es mentira.
Me llamo Sergio Mauro Barea-Pérez Feliu, y con este nombre que Dios me ha dado, he tenido que dedicarme a protagonizar culebrones. No, no, no; oh, corasonsote, cómo podés mentir vos taaanto. Andá, dejá ya de joder y ponte a hablar en serio.
Vaaaaale. Me llamo Mauro Barea, y soy un chico de 20 años, moreno, de tez morena, alto, bien parecido, esbelto y musculoso, vista de lince y porte distinguido.
(...)
¿Cuela? ¿no? Nchts, qué fastidio.

Ahora, ya en serio (de verdad de la buena):

Me llamo Mauro Barea. Éste es mi blog. Se llama "Pucela" en referencia a la zona de Valladolid (de donde desciende mi familia), y a que "Pucela" es mi nick usual en todos los foros, chats o listas de correo que utilizo en internet.



Tengo treinta años. Nada de vista de lince, ni alto, ni distinguidez alguna. Más bien feo, bajito y miope. Pero qué le vamos a hacer, la vida es asín. Como mucho, puedo presumir de haber llegado a los 30 sin quedarme calvo.

Aunque pueda parecer que tengo una edad joven, mi vida familiar ha sido avanzada y exitosa. El éxito radica en aquello que más amo y que mejor he logrado -y lograré- hacer en esta vida:
Mis tres hijos, de 6 (Juanmanuel), 4 (Salvador) y 3 (Martín) años de edad.

Además de con mis hijos, comparto mi vida con una mujer: mi perrita Duna, que en septiembre cumplirá 7 años. Antes también compartía mi vida con la madre de mis hijos, pero decidimos separarnos de mutuo acuerdo. Hace muy poco tiempo de eso. Conseguí un acuerdo entre ambos por el que la custodia será compartida, y los niños convivirán con ella y conmigo, en meses alternos; estoy muy orgulloso de ese acuerdo.

A verrr.... qué mas puedo contar sobre mí que sea interesanteee.....

Lo cierto es que trabajo de funcionario. No penséis "mira qué suerte, el tío cabrón se ha sacado una plaza para toda la vida", porque va a ser que no. Soy FIU (que además de la onomatopeya de un silbido, significa 'funcionario interino de urgencia") del Institut Valencià de la Joventut, es decir, que a lo mejor mañana vengo al curro y me indican que ya no tengo que volver más. Mi estabilidad laboral ronda entre la nada y el cero por cien. Yupi yupi-hey oh-oh-ohh.

Trabajo en Valencia ciudad, pero vivo en Onda. Onda es una ciudad de unos 20.000 habitantes, 22 km al suroeste de Castellón de la Plana. Hay un dicho en la ciudad que es "Els d'Onda la claven fonda", pero me niego a traducirlo por si algún niño lo lee... además, yo ya he tenido tres críos con treinta tacos y no me queda nada que demostrar. Ejem.

¿Que más? ¿que diga algo de mis aficiones...? Puesssss.... me atrae especialmente la cervez...estoo, no, la política. Soy afiliado a Nuevas Generaciones del Partido Popular desde que pude afiliarme, allá en el confín de los tiempos. Y la vida social en general, no sólo política, como el pertenecer a la asociación Mensa, donde tuve la fortuna de meterme hace ya año y medio.

Acabo mi presentación en este blog dando cuenta de mi principal afición: acompañar a mis hijos en su vida; y que ellos me acompañen en la mía.

Nos leemos por aquí, supongo. Hasta el siguiente post.

viernes, julio 22, 2005

Ítaca (Episodio Final)

Juan Manuel, Salvador y Martín durmieron el 15 de julio en mi casa; y el día siguiente, y el siguiente, y el siguiente, hasta hoy... que por plazo de dos días duermen con su madre, cumpliendo nuestro convenio de fines de semana alternos.

Me resulta muy difícil describir cómo me sentía la primera noche que disfrutaba de la convivencia con mis hijos en la "nueva situación". Seguí el ritual establecido: ponerse el pijama, lavarse los dientes, ir a la cama, leerles un cuento e improvisar otro sobre los dinosaurios, apagar la luz, y quedarme un rato con ellos hasta que el pequeño esté medio dormido.
Lo que hacía todos los días; aunque los últimos quince no pude, estando acompañado sólo por mi perrita, Duna, en mi casa.

Después de que se durmieran, salí sigilosamente de su habitación. E hice un montón de cosas. Escribí el final de la serie "separación y niños" de este blog, cené un poco más, leí algo por internet. Y... ¿recordáis aquellos muñecos/espectros negros de plastilina que hice en mi centro de trabajo hace mucho tiempo, y que cada uno de los cuatro simbolizaba algún problema grave de mi vida? Hablé sobre ellos en el blog, el 21 de junio de 2004. Pues los busqué, los encontré... y los aplasté. No de golpe, sino suave y lentamente: deshice la plastilina en mis manos, recreándome desfigurando aquellos horribles muñecos.

Tras deshacer los espectros negros, cogí una silla, y me senté, mirándoles estirados en formas extrañas e incómodas (mis hijos son así), pero con un placetero sueño.

Casi dos años después, me encontraba al final de mi viaje.
Supongo que el planeta seguiría girando, pero para mí se acababa de parar en ese instante. Allí estaba yo mirando cómo dormían mis tres hijos en mi casa; e hice lo único que podía hacer en ese momento, y que hasta ahora no había hecho, guardándome todas mis fuerzas para lo que pudiera venir, por si acaso. Lo único que me quedaba por hacer: llorar.

Había llegado a Ítaca.

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Mientras contemplaba a mi "generación posterior", mis pensamientos se fueron a una "generación anterior". A la de mis abuelos maternos, quienes tuvieron la exitosa responsabilidad de criarme, junto con mi hermano.

Quizá alguien piense que soy un chico con inventiva y creatividad en esto de la vida social y del trato con mis propios hijos. Quiá. Tengo mi "guia ilustrada ante la vida", y no es otra que el ejemplo que me dieron mis abuelos. Sin desmerecer a mis padres (mi madre sólo se mueve y actúa pensando en nosotros, y mi padre es una persona sin maldad ni malicia alguna, al estilo de SonGokuh), mis abuelos eran personas excepcionales. Mi abuelo respecto a su capacidad de trabajo y esfuerzo, y su pensamiento crítico. Mi abuela, respecto a todo, predominando el amor y alegría con los suyos (no creo que haya ángeles en la Tierra, entre nosotros; pero el recuerdo de mi abuela me hace dudar de ello en ocasiones).

Lito y Lita (así les llamábamos, diminutivo de "abue-lito" y "abue-lita"), fallecieron en 1992 y 1993. El día que murió mi abuelo, el 30 de abril de 1992, mi hermano y yo dejamos de ser niños. Yo, cuando pensaba que mi abuelo estaba gravísimo (había fallecido, pero aún faltaban minutos para saberlo), le hice una promesa respecto a mi actitud vital. La intenté cumplir con una especie de reto académico, pero ésa es otra historia. El caso es que guardé, como oro en paño, varias cosas que utilizaba mi abuelo.

En especial, guardé el bolígrafo que estaba utilizando en ese momento para sus notas. Utilicé el "boli de Lito" para hacer los exámenes que me faltaban para acabar COU. Y después, he utilizado el "boli de Lito" en multitud de ocasiones, todas de forma especial. Con ese bolígrafo he firmado todos mis exámenes de la Universidad, la solicitud del registro de mi matrimonio y la inscripción del nacimiento de mis hijos, mi nombramiento como funcionario o como miembro del colegio de abogados...

...cuando he de firmar o escribir algo muy especial, saco del cajón de los "Recuerdos Especiales" el bolígrafo de mi abuelo. Lo he utilizado infinidad de veces. Hace poco más de un mes, lo volví a utilizar.

Debía firmar el Convenio Regulador de Separación Matrimonial, junto a la demanda de separación (procedimiento donde he sido mi propio abogado). Ese convenio es el acuerdo que permite, bendice y blinda la custodia compartida. La convivencia con mis hijos, el principio y final de mi viaje a Ítaca.

En estos dos años he cambiado muchísimo como persona. Si me perdonáis la poca humildad que tengo, diré que he crecido más allá de lo que yo mismo esperaba crecer en ningún momento de mi vida. Es cierto lo que dice Kavafis en su poema: es esencial el crecimiento y aprendizaje que te proporciona el viaje.

El 15 de julio finalizó el viaje, con mis hijos en mi casa. Para llegar a este puerto, había que firmar unos simples folios de papel: el convenio regulador.

Como habréis adivinado, saqué de su cajón el "boli de Lito" para firmar esos simples folios de papel.

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En mayo de 1992, mis entendederas fueron suficientes para discurrir que la tinta del bolígrafo se acabaría si escribía todos los exámenes finales de COU con ella. Así que, aprovechando que era un boli recargable, le puse una tinta nueva para utilizarlo.

He cambiado la tinta varias veces, claro. ¿Y qué pasó con la tinta original? Pues la recarga original de la tinta tenía un valor especial, ya que había sido la misma con la que mi abuelo escribió sus últimas anotaciones en vida. Así que la guardé. En el último cajón.

Pensé, pecando de idealista, que algún día yo sería tan famoso, valioso o qué se yo que debiera firmar algo importantisísimo. A nivel de alto cargo político, o algo parecido. Esperando ese momento (aunque sabía que nunca llegaría), guardé la tinta como un recuerdo especial que no iba a ser utilizado nunca. Nunca pensaba sacar esa tinta de su escondite, así que procuré esconderla tanto como pude. Y me olvidé de su existencia.

Parafraseando mi película favorita, diré que la existencia de aquella tinta cayó en el olvido y se perdió en el tiempo. La historia pasó a ser leyenda, y la leyenda se convirtió en mito.

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El pasado 18 de mayo, abrí el cajón de "Recuerdos Especiales", para coger el bolígrafo de mi abuelo. Cogí también el llavero que llevaba en 1992, y de ese llavero, una llave pequeñita en especial, para abrir una pequeñita caja fuerte. Después, fui al último cajón del último estante del último armario de la última habitación de una vivienda que fue desocupada en su momento.

Junto a mis padres y mi hermano, le puse al bolígrafo de mi abuelo la tinta que mi abuelo utilizaba cuando falleció y que no había sido utilizada nunca salvo por él mismo. A riesgo de que pudiera fallar, me dispuse a firmar el convenio regulador y la demanda.

Trece años, casi 5.000 días después, llegó el momento de utilizar el bolígrafo con su tinta original. El bolígrafo y la tinta que me dejó mi abuelo funcionaron. Y firmé.

Conmigo firmaron el boli y su tinta; mi hermano y su pareja; mis padres; mis abuelos y su recuerdo; la actitud vital y el ejemplo que me dieron mis abuelos alargando su vejez para ayudarme en mi niñez; mis tres hijos y mi perra, que dependen de mí mismo; conmigo firmó la propia historia de mi vida, mi educación, mis ideales, principios e ilusiones, que confluyen en un mismo momento.

En el momento de seguir contemplando, en la orilla de Ítaca, a mis hijos mientras duermen plácidamente en mi nuevo hogar.

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Fin.

jueves, julio 21, 2005

(Incisos)

Pequeños incisos:

- Esta semana estoy de vacaciones, y están saliendo estupendamente bien; la prueba es que tengo el tiempo muy limitado -y ahora que soy amo de casa y niñero a tiempo completo, y bien agusto que sea así, no creaís- y no puedo ni acabar este ciclo del blog

- Iba a escribir algo preocupado y ofreciendo lo que hiciera falta a Imperator y Rapunzell, pero tal y como son ellos, salvo que lo escribas a toda prisa, ya llegas tarde... Chicos, enhorabuena por las noticias buenas y por el coraje para enfrentar las malas
(EDIT: Y más enhorabuenas para la madre de Rapunzell... ¿de veras que no queréis juntar una hija vuestra con un hijo mío? A mi familia los genes heredados de vosotros no les vendrán mal del todo.... ejem)

- Gracias por hacerme sentir útil escribiendo por aquí; el otro día tuve una conversación de tú a tú con Salvador (el mediano) sobre la responsabilidad y la necesidad de que no haya violencia (es decir, no pegar ni ser pegado) y me sentí orgulloso de lo que había aprendido el niño. Aunque luego no pueda hacer caso siempre (son niños, qué le vamos a hacer, que se diría).

- En cuanto pueda (¿esta noche? ¿mañana? ¿este fin de semana, que los niños duermen con su madre?) os contaré la historia que quiero contar para dar por cerrado el ciclo de historias del blog. Quizá no la entendáis, pero yo quiero dejarla escrita. ;)

- Eso sí; no la contaré la noche del sábado. Porque la noche del sábado me voy, con mi hermano, un porrón de años después, a un concierto de Los Rebeldes (a 50km de mi casa por una carretera de montaña, pero es lo que hay). Ahhhhh, cervezas, chicas y rock'a'billy (suspiro).

viernes, julio 15, 2005

Separación y niños (y V): libertad de expresión infantil.

Bueeeeeeeno... con este post se acaba la mini-serie sobre mis "máximas" a seguir en esta separación delante de los niños, y cuyo bienestar ha sido el protagonista general de estos días. Antes que nada, quiero destacar algo: he de romper una pequeña lanza a favor de mi mujer (o ex-mujer, o "madre de mis hijos" -título que tendrá por siempre-). Puede que se me ocurra lo que sea para llevar a cabo la separación, pero sin que ella lo escuchara, aceptara y colaborara, no habría sido posible cuidar al máximo la situación delante de los críos.

e) Libertad de expresión infantil: escucharles.

En los cuatro rollos macabeos anteriores contaba cómo he intentado hablar y actuar con los niños es estos días. Mensajes de mí hacia ellos; o en general, del progenitor hacia los hijos. Una vía de comunicación, pero... ¿y qué pasa con la otra?

Ya he escrito tres o cuatro veces en este blog la importancia de escuchar a los niños. O más bien, en vez de "escucharles", digamos "dejar que se expresen", ya que el silencio es una forma de expresión (y si lo que quieren hacer es estar en silencio, también hay que respetarlo). Si es una norma a seguir en todos los aspectos y momentos de la convivencia padres/hijos, más si cabe en un momento difícil y de fácil emotividad (hace poco tuve ocasión de ello con el triste fallecimiento del perro de mi hermano)... es trascendental en un momento como éste, que afecta directamente a sus vidas.

Así pues, norma básica a seguir: respetar y conocer sus emociones. Escucharles.

Los niños han de ser conscientes de:
- que sus emociones son normales y dignas, sean cuales sean, y tienen derecho a expresarlas de las forma que deseen
- sus emociones, por tanto, nunca merecerán burla alguna, ni reproche ni moralina: sólo merecerán respeto y atención
- y, si es el caso, también merecerán ser tenidas en cuenta: podemos modificar nuestros planes como consecuencia de lo que diga el niño, sin que eso signifique que el "niño manda" ni tonterías por el estilo
- además de sus emociones, los niños tienen derecho a tener puntos de vista, a formarse su propia opinión y a comunicarla
- respetemos y atendamos a su opinión, dejándola en el lugar que le corresponde: el central, puesto que es el punto de vista de un miembro de la familia
- tal vez el niño no acabe de formarse una opinión, no acabe de entender una situación, o de centrar sus emociones (o centrarlas de forma errónea); y esto puede pasar porque la información que tiene el niño es errónea o incompleta; bien, pues ayudémosles, respondiendo a sus preguntas, dudas e inquietudes

El niño necesita ser escuchado, y saber que va a ser escuchado cuando se exprese (en caso contrario, no se expresará con libertad). A mí me encanta cuando alguno de mis hijos me discute cualquier cosa, exponiendo sus propias razones. Y si me convence, se lo digo: "me has convencido, chaval".
En un caso como la separación de sus padres, el niño debe tener libertad para expresarse, y recibir respeto a sus expresiones.

Y tengamos en cuenta lo que nos dice. Minusvalorándolo por el hecho de ser "la opinión del niño" o "cómo lo ve el niño", estamos metiendo la pata hasta la coronilla. Tengamos en cuenta a los críos. Plis.

En resumen: alguna vez he oído que hablar con los niños de "las cosas serias" es perder el tiempo. Menuda imbecilidad. Perder el tiempo es hablar con quien piense algo así. En realidad, no se me ocurre ningún otro momento con más provecho en mi vida que aquél que haya pasado escuchando a mis hijos.

******
Yyyyyyyyy....... Fin.
Se acabó la mini-serie sobre "separación e hijos". Espero que os haya gustado a los pocos y sufridos lectores que hayan tenido la paciencia de leer, y que no os sea útil nunca porque nunca tengáis que separaros de vuestras parejas con niños de corta edad.


PD.- Los niños están dormidos en sus camitas de la casa donde me he ido a vivir. Es la primera noche que duermen aquí, y está siendo una noche muy especial para mí. Llena de recuerdos, me siento como Gandalf, Frodo y compañía en los Puertos Grises. Pero de eso os hablaré en la próxima entrada (que escribiré luego, o mañana), y que será el post final y definitivo del blog. No es que vaya a cerrar el blog (que se me ha revelado como de múltiples utilidades); es que es el "post-conclusión" del tema principal del que he escrito en el mismo este año y medio.
Gracias por leer.

Separación y niños (IV): Comunicarles nuestros planes

Nuevo post. He estado estos días parado por una importante razón: acababan de traerme los muebles y poner unas rejas correderas de seguridad en las ventanas. Ahora el piso (por fin) está preparado para recibir a los niños y que se queden aquí a dormir.

Bien, nuevo post; me alegro de que haya a quien pueda parecerle útil lo que escribo aquí. A mí seguro que me será útil en el futuro recordar cómo planteé todo este tema. Y, sinceramente, a todos vosotros, más si cabe a los simpáticos “comentaristas”: espero que nada de esto os sea útil nunca… (es decir, que nunca os tengáis que plantear una disolución de pareja con niños pequeños). ;)

d) Conocer los modos y horarios del futuro: compartir con ellos nuestros planes.

Los niños han de saber la verdad de lo que hay, tener claro que no tienen la culpa (ellos nunca; y generalmente, nadie la tiene), y han de seguir su vida con naturalidad y normalidad bajo las nuevas condiciones.

Entre otras ventajas, todo eso les ayudará a sentirse seguros y queridos, aunque haya cambiado la situación. Pero aún falta algo para completar el círculo de información y actuación de nosotros hacia ellos.

El círculo se completa cuando les damos información a los niños sobre el futuro. Ellos tienen derecho a saber qué es lo que va a pasar. Vale, ya saben que mamá y papá dejan de vivir juntos, y que las normas de convivencia siguen vigentes. Pero… ¿cómo va a ser esa convivencia? ¿qué es lo que va a pasar exactamente a lo largo del tiempo?

No vale una frase ambigua de “viviréis con mamá y papá os verá algunos fines de semana”; ni “viviréis a veces con papá y a veces con mamá”. Dejémoslo lo más claro y cristalino posible. Que los niños sepan con exactitud cuándo estarán con papá y cuándo con mamá. Quién les recogerá del colegio y en qué casa dormirán cada día.

Estos días he hecho un calendario semanal-quincenal, con las tablas y bordes del Word (soy un vendido de Microsoft, i’m sorry). En el calendario ponemos en qué casa duermen cada día, a qué hora hay que recogerlos o dejarlos el uno a la otra y viceversa. Y si trabajamos o no, para saber cuándo y cómo cuida a los niños uno de los padres mientras el otro trabajo (o, si no fuera el caso, quien los tuviera que cuidar).

¿Para quién es ese calendario? Sería un error pensar que es sólo para uso de los padres. Es para uso general de la familia: los niños tienen acceso al calendario, pueden verlo, leerlo, y preguntar por éste u otro día.

Incluso, siempre que se mantengan las normas de convivencia y custodia compartida, los niños tienen derecho a pedir algún cambio en el calendario. ¡Ojo! Por ahora, los niños no pueden modificarlo a su antojo (mucho menos si es para algún chantaje emocional y esas cosas). Pero sí pueden opinar sobre el calendario.

Para entendernos: somos los responsables del horario y circunstancias de la vida de los pequeños; una de las claves para esa responsabilidad será ejercerla contando con ellos. No podemos mangonear su vida a sus espaldas. Ellos han de saber lo que va a pasar con su vida, y tienen derecho a que les escuchemos. A fin de cuentas, son algo más bajitos (no mucho más que yo) y tienen menos experiencia vital, pero son personas con tanta dignidad y derechos como nosotros, sino más.

Y no debemos centrarnos en un calendario a corto plazo. Han de conocer también las decisiones a largo plazo: qué pasará con los cumpleaños, qué con la Navidad, qué si se ponen enfermos. No de una forma detallada exhaustivamente (no podemos fijar planes concretos para dentro de dos años), pero sí unas líneas generales.

Esas mismas líneas generales que nosotros ya conocemos; sólo se trata de compartirlas con ellos.

Por supuesto, también han de conocer una característica general de su futuro: que ambos padres vamos a estar ahí y que pueden contar con nosotros. Independientemente de en qué casa estén. Si quieren llamarnos, o vernos, o compartir algún momento con nosotros, estaremos tan disponibles para ellos como antes (dentro de nuestra disponibilidad laboral y todo eso, claro).

No estaremos disponibles para que nos chantajeen emocionalmente. Pero es que eso del chantaje se dará en muy poca medida si les hemos enseñado a expresar las emociones y nos hemos preocupado de su estabilidad, autoestima y sentimientos.
Sí estaremos disponibles para compartir nuestras, y sus, experiencias.


NOTA: Falta un post para acabar con la mini-serie (por no llamarla plastoserie, aunque no era un nombre despectivo, me lo copié de Gorpik –creo- porque me hacía mucha gracia). Hasta ahora he hablado de la actuación de nosotros hacia los niños; el último post va de la actuación de los niños hacia nosotros. Lo escribiré esta noche, espero.
Y cuando acabe ese post, escribiré otro: el definitivo post de mi blog. Permanezcan atentos a sus pantallas. Je je.

miércoles, julio 13, 2005

Separación y niños (III): La vida sigue

Ya sé que soy un pesado, y que un poco es bueno y un mucho cansa. Pero aquí sigo dando cuenta del planteamiento sobre la separación y los niños. Estoy seguro de que releer esto en el futuro será muy útil para mí.
Por cierto, al final del mensaje escribo una reflexión general sobre todo esto, a raíz de un acertado comentario de Hari en la entrada anterior.

c) La vida sigue: actuar con normalidad y naturalidad

Una vez leí un listado de las situaciones en la vida de uno que pueden generar estrés, angustia o depresión. Una separación matrimonial suponía una de las situaciones más relevantes; decididamente, no es fácil lidiar con ella.
Así que mantener la normalidad y actuar con naturalidad y bajo los horarios establecidos puede ser simplemente utópico para algunas personas; no sólo es normal, sino que todos tenemos derecho a no ser perfectos y mantener el tipo pase lo que pase.

Pero eso no quita que para los niños sea una ventaja considerable: mantener los horarios y hábitos, actuar con naturalidad y bajo las mismas normas de siempre con ellos. El niño necesita sentirse seguro y bajo unas condiciones de vida que pueda preveer.
Si hay costumbre de ir a la piscina los domingos y leer un cuento todas las noches, es posible que no tengamos ningunas ganas de piscinas, cuentos ni gaitas. Pero le hacemos un favor al chiquillo si lo mantenemos.

Habrá cosas que no se puedan mantener, como el hecho de que por las noches uno de los padres ya no estará allí. O en mi caso, he estado una semana llevando cosas, muebles y trastos, cuando casi todas las tardes estaba jugando con ellos. Bien: está claro que no se puede llegar a todo; pero mantengamos aquello a lo que sí se pueda llegar.

Los niños saben que se va a producir un cambio importante en su vida; pero ese cambio no implica que ya no le queramos, o que las normas de convivencia anteriores se vayan a freír gárgaras porque no estaban bien puestas. No. El cambio sólo ha de afectar a lo que es necesario que afecte, y a nada más.


Junto a todo ello, debemos actuar con normalidad también en lo que respecta a la práctica de la separación. Cuanto más nos comuniquemos entre la pareja (y ellos vean que nos comunicamos), tratemos con objetividad y respeto (y en la medida que quepa, aprecio) el cómo va a quedar cada casa y las relaciones entre las casas, mejor. Si los niños nos ven aceptar la situación y actuar en consecuencia, antes lo aceptarán ellos.

A modo de ejemplo, os comento que dos días antes de irme del "domicilio conyugal" (en los papelorios nurocráticos se llama así), fuimos todos juntos a ver el piso donde me iba a vivir. Les enseñé a los críos el piso, dónde iban a estar ellos y la mayoría de las cosas. Lo más importante de todo es que se vino también la madre de los niños, que participaba sin problemas en la conversación sobre la nueva casa. Nos quedamos a merendar todos (papá, mamá, pitufos uno, dos y tres, y la perra: Comando Piruleta al completo!), y luego volvimos a la casa.

Y a los dos días, me despedí antes de ir a dormir (ya dormía en el nuevo piso). Sin grandes aspavientos ni emociones: sabíamos que al día siguiente iba a volver allí a tener un feliz paseo con la perra. Como todos los días.

******
Hari (hola!) me comenta, muy acertadamente, en la anterior entrada:

>Objetivo "sin culpas" cumplido
Uffff. Suerte en el futuro.
( Siempre negatifo ... )







martes, julio 12, 2005

Separación y niños (II): sin culpas

Sigo contándoos -y aburriéndoos- en qué me guiaba para separarme delante de los niños.

b) Librar a los niños -y a todos- de culpas.

Tal y como yo lo veo, cuando una pareja se rompe, ambos tienen parte de culpa. Uno puede haber sido el más simpático, o el más arisco, el más condescendiente o el más prepotente... como sea, pero la culpa de la situación es compartida. Lo que dicho de otra manera significa que, si ambos son culpables, ninguno de los dos tiene la culpa en realidad.

Salvo en casos extremos (el maltrato doméstico, por poner un ejemplo), nadie puede arrogarse el papel de bueno o de malo. Siempre hay quien se lo arroga de forma exclusiva, y siempre se equivoca. Todos tenemos partes de "bueno" y partes de "malo".

Evidentemente, no se puede culpar a los niños. Pero es que, además, culpar a la otra parte de la pareja también es negativo y erróneo. Cada uno debe asumir sus errores, culpas y situaciones; echar balones fuera no es útil y puede ser incluso peligroso (luego hay por ahí odios irracionales y rencillas que acaban amargándole a uno la vida innecesariamente).

En el caso de una pareja con hijos, es mucho más importante librarse de culpas y acusaciones: se acabó compartir la cama y el cariño, pero hay que compartir la responsabilidad de ser padres. En una pareja rota, cuanto más se dejen atrás culpas y rencores, y se abran vías de comunicación y apoyo en la educación y crianza de los pitufos, mejor que mejor.

En resumen: ¿culpas? No, gracias.

¿Y a quién hay que dejar más claro y cristalino el lema "Culpas No"?
Está claro: a los hijos.

Hay que dejar claro a los niños que nadie tiene la culpa. Que es una noticia triste, pero nadie puede ser culpado y castigado por ella. Mucho menos los propios niños. Y ésto no hay que decirlo sutilmente o dejarlo entender en una conversación, no. Hay que decirlo alto y claro, explícitamente; y cuantas veces haga falta, hasta que interioricen el mensaje. De lo contrario, podrían empezar a buscar culpables y acabar autoinculpándose, que es lo peor que les podría pasar en esta situación.

"Lo que ha pasado nos pone tristes a todos; pero nadie lo ha causado ni tiene la culpa: a veces en la vida hay noticias buenas, y otras veces noticias malas, y hay que aceptar ambas; en esta ocasión, es una noticia mala, y lo que debemos hacer es aceptarla y vivir lo más felices posible con lo que tenemos". Dicho así, parece una oda al conformismo y la aceptación del destino. En realidad yo estoy por la labor de que los niños aprendan a no conformarse y luchar por lo que quieran. Pero hay veces que no es posible (la muerte la más obvia, la separación de los padres, en lo que a ellos les concierne, también), y entonces hay que asumirlo sin buscar culpables.

No sé cuántas veces les he repetido a mis hijos que ellos no tienen la culpa. Ni la tenemos su madre o yo. Su madre es la mejor mamá del mundo, y yo intento ser el mejor papá del mundo, a pesar de que hayamos fallado como matrimonio. Y no hay que buscar más, porque no hay más.

Cuando ya me había ido, y hablando del tema con mis dos hijos mayores, en un momento me dijeron que "ellos sabían que nadie tenía la culpa de que nos hubiéramos separado, y por eso su madre y yo seguíamos hablando sin discutir y los teníamos ahora en mi casa, ahora en la tuya". Perfecto: lo habían interiorizado. Objetivo "sin culpas" cumplido.

lunes, julio 11, 2005

Separación y niños (I): sé sincero.

Continuamos desde la entrada anterior; faltaba contaros las cinco "máximas" (por llamarles de algún modo) que tenía en mente para vivir el proceso de separación junto a los críos (seguro que lo que ya había escrito me quedaba mejor que lo que escriba ahora, pero si hay alguna reclamación, dirigidla al programa simpático- sea cual sea- que me ha bloqueado antes el ordenador). Mira, mejor voy a escribirlo poco a poco (pero no en dos semanas, sino en un día, eh?).
Vamos allá...

a) Ser sincero con los niños.

A los niños no hay que mentirles nunca, pero en un caso como éste, que les afecta directamente, menos aún. Si les mientes, les engañas o les ocultas alguna cosa, no sólo no servirá de nada, sino que humillarás su propia dignidad. Y ellos se darán cuenta (son niños, no tontos; el tonto eres tú si intentas timarles).

Ha que decirles la verdad; y el porqué de esa verdad.
Si no les comentas el porqué de lo que pasa, en su cabecita empezarán ellos solos a hacerse conjeturas y a buscar culpas. Y la mayoría de las conjeturas acabarán en un denominador común: autoinculparse. Hay que evitar que sufran, más si no hay razón para ello.

Aunque, eso sí, hay que contarles lo que pasa, el porqué, y ser sinceros, desde su perspectiva. Ellos no conocen, ni asimilan ni les importa los pormenores de la relación de pareja. Así que no hay que darles detalles escabrosos de porqué la pareja ha fracasado.
Así como no le contamos detalles escabrosos y que puedan hacer daño al Juez, tampoco a los niños. El ser sincero no es regodearse y hacer daño gratuito.

Ellos nos ven como sus padres, que estaban juntos y van a dejar de estarlo. Han de saberlo de forma clara y sin ambiguedades. Y que se rompe la relación de pareja entre los padres, por los motivos que sean, pero no se rompre la relación paterno-filial, ni la comunicación entre los padres en referencia a sus hijos.

Yo les dije a mis críos que nos separábamos porque "no éramos felices viviendo juntos, discutíamos mucho y acabábamos casi todos los días de mal humor; como no queríamos seguir viviendo así, y nos gustaba estar alegres -entre otras cosas, para cuidarles y acompañarles a ellos en su crecimiento-, habíamos decidido separarnos y dejar de vivir juntos; ahora bien, en lo que a ellos respecta, no cambiaba nada un ápice: éramos sus padres, y ambos seguíamos ahí".

Uno de julio. Noche de mudanza.

Por fin doy comienzo a esta especie de "plastoserie" (es que han pasado muchas cosas en pocos días). Marcadas, para bien o para mal, con el hecho de realizar en la práctica la decisión que tomamos la madre de los niños y yo: disolver el matrimonio.

Y es aquí donde comenzamos: una semana antes de que acabara el mes de junio, decidimos que el día 1 ya estaría en mi "nueva casa". En la práctica, la noche del 30 de junio al 1 de julio era la primera que debía dormir fuera. Y con esa decisión comenzaron las carreras, aquí y allá. No aconsejo a nadie mudarse en siete días; ante todo, porque yo mismo disto bastante de estar mudado. Faltan muebles, ropa y papeles por transportar (que hasta que no se acaben de mover los muebles no pueden hacerse).

De la noche del 30 de junio hace ya once noches. Todas he dormido en mi nueva casa. Así que ya estoy separado de hecho, supongo. Ya es una realidad firme, bajo el magnífico acuerdo que glosaba en una entrada anterior (magnífico por posibilitar que ambos progenitores convivamos con nuestros hijos, no por otra cosa).

¿Cuál es el quid de la cuestión, del que quería hablaros? Los niños.
Cómo irse de casa delante de los niños, y contárselo a ellos. En su día tenía algunas ideas claras sobre cómo hacerlo, e intentado seguirlas. Os la cuento, como si fuera una "guía para separarse con los niños delante".

(...)

Y tras este paréntesis, el simpático de blogger (o del mozilla, qué se yo) ha bloqueado el equipo y se me han borrado las cinco ideas que ya tenía escritas. Aix. Como esto me da muy mal humor, me voy a tomarme una coca-cola y esta noche en casa acabo el post en otra entrada. I'm sorry.

martes, julio 05, 2005

Raton Pérez

El mismo día que escribí la entrada anterior, hace once días, a mi hijo Juanma, el mayor, se le cayó su primer diente.

Y ése fue el inicio de una serie de días en las que no he dejado de hacer cosas (excepto dormir, que casi no lo he hecho). Así que no voy a tener piedad: se avecina una plastoserie. Avisados quedáis.

viernes, junio 24, 2005

Dícese de un objetivo que se cumplió

Dentro de menos de un mes se cumplirán dos años de "el principio del fin". Durante todo este tiempo he vivido una especie de "montaña rusa" anímica y emocional (noticia que la práctica totalidad de los pocos lectores de este blog ya conocen).

He sufrido el riesgo de quedarme sin la convivencia con mis hijos. Quizá demasiado tiempo; nunca creí que pudiera llegar a preocuparme por seguir viéndoles crecer todos los días (no podía suponer que algo así iba a estar en vilo); y, cuando me he tenido que preocupar de ello, ha ocupado una trascendencia absoluta en mi vida.

No me da reparo reconocerlo (es más, me siento orgulloso de que sea así): lo más importante de mi vida, el principal objetivo vital que me ha rondado la cabeza todo este tiempo, ha sido la convivencia con mis hijos.


***
Recuerdo una serie de entradas sobre el Auryn de La Historia Interminable, y su inscripción "Haz lo que quieras", con las que nos obsequió Rapunzell (destilando esa actitud fabulosa ante la vida que tienen algunos madrileños enlazados aquí a la derecha).

Muchas veces me he preguntado qué quería ser yo de mayor. Qué es lo que quería hacer con mi vida.
A los dos años, de mayor quería ser gato. Me ataba un cinturón de bata que llevaba a modo de cola y me pintaba unos bigotes.
Después, de niño/pre-adolescente, quería ser sacerdote (inciso: espero no haber causado desmayo alguno con esta revelación).
De adolescente/joven, quería ser profesor (más de mayores, como universitarios o instituto, que de niños) o político. Así que me puse a estudiar Derecho en la Universidad.
Y ahora soy funcionario de la Generalitat Valenciana.

Por otro lado, no ligué ni una piedra hasta los 19 años, y esto de tener hijos estaba en otra edad del sol (habida cuenta de que a mí, en principio, nunca me han gustado los críos).

En resumen: con lo del "haz lo que quieras", iba yo más perdido que Bastian en Fantasía. Sin duda, me habría ido mucho peor que a él.

***
Pero fui creciendo, trabajando, casándome y teniendo hijos, uno detrás de otro: uno, dos, y tres. Y empecé a jugar con mis tres hijos. Y a contarles cuentos, y a bañarles, hacerles la cena, escucharles, o reírme junto a ellos.

Me acostumbré a abrazar a mis hijos todos los días al llegar a casa, y a echarles un último vistazo todas las noches, antes de dormirme yo, mientras ellos ya soñaban con sus ojos cerraditos.

Un día triste y oscuro, se plantó ante mí el peor demonio que podía presentarse: la idea de que no habría nadie a quien abrazar al llegar a casa, no habría ningún niño soñando al que dar un beso antes de ir a dormir.
Estaba en riesgo la convivencia con mis hijos.



Y desde ese momento, como si de Bastian con el Auryn se tratara, no he dudado respecto a "qué es lo que quiero". No perder a mis hijos.

***
En una separación matrimonial, la mujer lleva las de ganar respecto a la custodia. Yo nunca he querido que mis hijos perdieran la convivencia conmigo, pero tampoco con su madre: me convertí en férreo defensor de la custodia compartida. Pero no había ningún acuerdo seguro.
Todo en el aire, todo en riesgo.

Hace más de un mes, presentamos un acuerdo al juzgado con custodia compartida.
Y esta mañana hemos ido ambos a ratificar el acuerdo. Antes de la ratificación, podíamos echarno atrás respecto al acuerdo. Una vez ratificado, podremos separarnos de hecho o no, pero ante el Juzgado está firmado y ratificado un acuerdo que incluye la custodia compartida.

Ahora ya está: la convivencia con mis hijos está blindada.

Soy extraordinadiamente feliz, y estoy orgulloso de mí mismo y de todos aquellos que me han podido ayudar, escuchar, leer, aconsejar, opinar, o en general, estar a mi lado.

Esta mañana, en el día de San Juan (santo de mi padre y de mi hijo, curiosamente), he logrado que la custodia compartida sea un acuedo blindado jurídicamente.

No sé si me separaré o no; ni en qué casa viviré; ni de qué voy a comer dentro de tres años.
Pero sé que estaré con mis hijos. Hace dos años me marqué ese objetivo, y tuve más claro que nunca qué es lo que quería hacer. Y hoy es un día feliz.

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¿Y a partir de ahora, qué es lo que quiero?

Bien. Eso será tema de otro post.
Pero tengo dos post pendientes:
- una historia emocional sobre el acuerdo al que hago referencia en esta entrada (me perdonaréis por ser cursi y lacrimógeno, pero es que lo tengo que contar)
- mi opinión sobre los matrimonios; aunque, leyendo un comentario de teablogger en el blog de Fantine, queda poco más que decir, aparte de admitir que los franceses, en esto, están una era de evolución social más allá que nosotros
- y el post de cuál será mi objetivo ahora (que debe ser asegurar el pan y viandas para esos hijos de los que he asegurado nuestra convivencia en común)

lunes, junio 20, 2005

Vino y rosas.

Vino.

El sábado por la noche me preparé una hamburguesilla casera, con tabasco y demás condimentos picantes. A su lado, algún que otro embutido picantillo para reforzarme el sabor. Lambrusco rosado para rematar la cena.
Hace tiempo que no cenaba lo que me viniera en gana; pero no era cuestión de esperar más.

Hace dos meses instauré una tradición veraniega en casa: desayunar los domingos con horchata y fartons (productos de la terreta valensiana) hasta hartarnos. A mis hijos les ha hecho mucho gracia esta tradición.
Ahora, ya son dos tradiciones a la mesa.

Para que el Lambrusco no me supiera a poco, lo acompañé con un DVD. Me daba igual ver la película solo o acompañado, aunque al final tuve compañía, y no me puedo quejar de ella. Bien, no me parece mal asunto.

¿Y cuál fue la película que vimos? Una a la que le seguia la pista:
Descubriendo NuncaJamás.

:)



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Rosas.

(Disculparéis que haga referencia al famoso matrimonio homosexual bajo el subtítulo "rosas", pero es que así me quedaba entretenido el título del post).

Soy afiliado al Partido Popular desde que cumplí los 18 años, estoy convencido de que es la major opción política, deseo que Fraga alcance el diputado 22 de Pontevedra; y soy católico (incluso me salió esa opción en el famoso test que hicimos unos cuantos por aquí).

Pero no puedo callarme después de comprobar la intolerancia y cerrazón de mentes de muchos ciudadanos de este país...

Estoy absolutamente a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Y lo de manifestarse en contra de que algunos ciudadanos tengan igualdad real... buff... no me gusta que la Iglesia ande por ahí, pero lo de que el PP apoye la manifestación... Yo apoyo que todo el mundo pueda manifestarse para lo que quiera, pero no me gusta nada lo que se pedía en ésta.

Algún pez gordo de la Iglesia ha dicho que esto de los matrimonios gays es lo peor que le ha pasado a la Humanidad desde hace 2000 años. Es decir, desde que mataron a Jesús en la cruz. ¿Y la segunda guerra mundial? ¿y el SIDA? ¿y el maltrato y prostitución infantil? De verdad, que hay cosas que uno no puede creerse.

Si siguiera siendo concejal del PP (lo fui en mi ciudad, Onda, en la legislatura 1999-2003), me habría encantado oficiar una boda homosexual en mi Ayuntamiento. Y sonreír en la foto junto a los novios, o novias.



Ah! Y estoy a favor de la adopción, desde luego. Creo que en estos momentos hay más niños que se mueren de hambre que parejas (de gays, heteros o afroamericanos, me da igual) que quieran adoptar uno. Mientras la 'oferta' de niños desamparados sea mayor que la 'demanda' para ampararlos, no sé a cuento de qué vienen discusiones de este tipo.

Aunque la 'demanda' y la 'oferta' se equilibraran, tampoco quitaría el derecho a adopción a un homosexual. Seguro que hay heterosexuales que educarán a sus hijos peor que una pareja de lesbianas, y al revés. Eliminar a todo un sector por su orientación sexual no me parece muy oportuno.
Pero da igual: mientras la oferta y la demanda sean como son, me parece un aberración lo que se dice. Ojalá todas las parejas gays puedan llevarse a un niño a casa y así se acabe la hambruna infantil. Hombre, por Dios! (que si Dios existe, seguro que también está de acuerdo).

jueves, junio 16, 2005

Indecente falta de respeto

Éste es el tercer o cuarto post que escribo sobre el mismo tema: el respeto a las personas con poca experiencia vital. Es decir, a los niños. Perdonadme que escriba "personas con poca experiencia vital", pero es que a algunos se les olvida que los niños son personas. Personas tan dignas como el resto, sino más.

El otro día escuché cómo le decían a un niño (me callo quién lo dijo y quién era el niño, que si no es peor) algo parecido a esto:

"Tú lo que has de hacer es acatar lo que te ordenen los mayores, y ver, oír y callar. Lo siento, pero eres un niño y no te toca mandar a ti; mando yo, y tú a callar".

(...)

Sin palabras.

Si tuviera la creatividad de un amigo con enlace aquí al lado, diría que, en justicia, debería haber bajado del cielo un Gran Palo de Acero Incandescente, y haberse metido por diversos sitios de quien piensa así y se lo suelta a un crío. Por los ojos (para que "vea"), por las orejas (para que "oiga"), por la boca (para que "calle") y por el culo (para que se quede a vivir allí el palo y su incandescencia).
Como no tengo la creatividad de mi amigo enlazado, no lo diré.

Creo que no es aplicable, en ningún momento y para ninguna persona del mundo mundial, el verse obligado a "ver, oír y callar". Uno puede hacerlo si lo cree conveniente, pero no obligarle ni exhortarle a ello. Todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión, y todos merecemos ser escuchados.

¿Privar del derecho a expresarse, y de poder ser escuchado, a un niño sólo por el hecho de ser niño? Me parece una aberración.

En el post anterior comenté el tristísimo suceso de Cuqui. He animado cuanto he podido a los niños para que expresaran lo que sintieran y lo que pensaban. Cuqui no era un humano, era un perro; pero era el perro que nos acompañaba casi diariamente en un paseo de media hora, y los niños y yo le teníamos cariño.
Consideré importante animar a los niños a expresarse. También sus emociones: que piensen que las emociones, buenas o malas, no son nada por lo que uno deba avergonzarse o esconderse. Es maravilloso expresarlas y compartirlas.
¿Y yo qué hacía? Pues escucharles. Escucharles sin prisa mientras me contaban extrañas y sentidas teorías sobre la muerte, los perros, y todo aquello que se les ocurriera. Todo lo que me contaron es importantísimo, por extraño o peregrino que pareciera. Es importante para ellos, y es importante para mí.

¿Sabéis? Me encanta escuchar a mis hijos. Sentarme o echarme a su lado, y que me cuenten cosas. Intento no asediarles a preguntas sobre lo que me cuentan, y no moralizarles ni reprocharles. Me cuentan cosas, y las escucho. A veces, son ellos los que me escuchan a mí mientras yo les cuento cosas o cuentos.

No puedo reprimir un conato de rabia al ver cómo a un niño se le dice que su obligación es "ver, oír y callar". No esta justificado decir eso. En ningún caso, pase lo que pase.
Yo no quiero decir nunca eso a un niño.

viernes, junio 10, 2005

Duelo.

(este es un relato largo del triste día de ayer, en homenaje a Cuqui, quien nos ha acompañado en muchos momentos felices de estos años)

En el verano del año 2003, mis hijos veían pasar algunos días sin salir de casa. A la vez, la perra que vive con nosotros, Duna, solía hacer sus necesidades en el patio, ya que rara vez la paseábamos.
Decidí no seguir un día más con esa tónica, e inauguré los felices paseos con la perra. Al pasear, descubrimos a los "bichos a rayas", fuimos yendo aquí y allá, y aquel verano mi hijo mayor acuñó la expresión "sitio divertido", en referencia a pasear descubriendo hormigas, bichos o conejos o a ir a infinidad de sitios (como el Castillo de Onda, el parque piruleta, el río o la playa, entre otros).
Actualmente, siempre estoy maquinando qué hacer con mis hijos, cómo hacerles disfrutar de su infancia y disfrutar yo -o quien quiera apuntarse- a su lado.
Los paseos con Duna del verano de 2003 fueron el comienzo; paseos que se han mantenido durante estos dos años.

¿Quiénes eran los personajes del paseo perruno?
Por un lado, mis tres hijos, la perrita Duna y yo.
Por otro lado, mi hermano, y un perro que habían encontrado hacía poco tiempo y habían adoptado: Cuqui.
A veces, la novia de mi hermano. Rara vez, nunca al principio, la madre de mis hijos.

Con el nombre de Cuqui se venía un perro pequeño -unos 5 kg- de color negro-plata, algo viejo (ocho o nueve años), y rematadamente feo. Mi perra también es fea, pero la ubicación de los dientes de Cuqui le hacía especial. El encanto de Duna y Cuqui residía en su fealdad. No son perros de raza, adornados y bonitos para ganar concurso alguno. Y es mucho mejor así. Mi madre tiene muchos perros de raza, y ninguno es tan noble como Duna y Cuqui.

La anterior dueña de Cuqui le había puesto el chip de localización que llevan algunos perros, así que mi hermano y su novia, cuando lo encontraron abandonado en Onda, pudieron contactar con ella. La asquerosa de la dueña, que era de un pueblo distante a 20 km de Onda, dijo que le había abandonado pero sabía volver a casa. Así que se había ido a 20 km a abandonarlo de nuevo.
Espero sinceramente que los hijos o parientes de aquella mujer hayan tomado cumplida nota de qué hacer cuando un ser vivo molesta, para cuando ella sea vieja.

Mi hermano adoptó al perro, y le puso el nombre de Cuqui (no recuerdo en estos momentos el nombre que tenía antes). Cuqui se hizo amigo enseguida de mis hijos; y bromeábamos diciendo que "Cuqui y Duna eran novios".

A partir de ahí, Cuqui ha sido el perro familiar de mi hermano. Y el coprotagonista perruno de innumerables y felices paseos, entre niños y perros. A veces, hemos sido cuatro adultos, tres niños y dos perros paseando. Buenos momentos, os lo puedo asegurar.
Incluso puedo añadir una nota simpática: dentro del "vocabulario" de palabras de Martín, además del famoso "Piedín" que conté hace un tiempo, y de otras muchas, estará la palabra "Cuqui", como no puede ser de otro modo. Y es que a mi hijo pequeño le encantaba jugar y llamar al perro de mi hermano.

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Ayer por la mañana me llamó mi hermano: en una casa de campo que utilizan a veces, y donde tienen muchos perros, se habían peleado Cuqui (5 kg) y una especie de mastín que campa por allí (80 kg).
El resultado: Cuqui con múltiples y graves heridas en la cara, la mandíbula, los ojos (perdió uno), la lengua, etc, etc.
Estaban operando al perro, de urgencia, en un consultorio de Nules (el pueblo donde cojo el tren y todos los días dejo el coche).

Llegué a Nules a las 16h, y sobre las 17h, nos dieron al perro, que había soportado a duras penas más de cinco horas de operación. Había que llevarlo al veterinario de Onda (a 25 km de Nules), y que se quedara allí ingresado unos días. Las primeras 48 horas eran críticas.
Ayer, volviendo de Nules, el perro dejó de respirar, y mi hermano le mantuvo la respiración a través de un tubo, en algo parecido al boca a boca.

¿Os acordáis del coche que me robaron? Pues habíamos comprado un Opel Corsa motor 1000, de 20 añitos, con "starter" y cuatro marchas, que nunca lo había puesto a más de 120 en el mes que lo teníamos.
Pues ayer volvimos a Onda desde Nules a 150 km/h, adelantando coches y camiones incluso en las rotondas (mientras se nos iba el coche por todos lados), y saltándonos cuantos semáforos hubiera en Onda hasta llegar allí al veterinario.
El perro llegó al veterinario con vida. De inmediato le pusieron dentro de una cámara de oxígeno. Al tiempo, se despertó y saludó moviendo la colita tímidamente a sus dueños.

A las 21 horas, me pasé por el veterinario a ver a Cuqui. Me miró detrás del cristal de la cámara de oxígeno. Mi hermano y su novia ya se habían ido de allí.

Ayer, a las 23:40 horas, me llamó mi hermano:
Cuqui, el "novio" de Duna, y co-fundador de los paseos felices, había muerto.

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Considero importante no engañar a los niños, y dejarles expresar y conocer sus emociones. Así que ayer no tuve ninguna duda en contarles lo que le había pasado a Cuqui.
Se pusieron tristes y preocupados de inmediato (el mayor el que más, el mediano en arreglo a su edad, y el pequeño aún es muy pequeño para comprender bien).

Cuando llegamos al veterinario, les dije a los niños, claramente, que era probable que el perro se muriera. Que estaba con tubos y vendas dentro de una caja con cristal, para intentar que se curara.
Y que, si querían, podían entrar a verle. Como sabíamos todos -incluido los niños- que se podía morir, les dije que podían despedirse de Cuqui.

Los tres niños entraron a verle (uno a uno), y todos se despidieron del perro. El mayor se daba cuenta totalmente de qué estaba significando "despedirse de Cuqui".

Después, nos fuimos a jugar.

Por la noche, antes de dormir, estuvimos un buen rato hablando de Cuqui. Yo les conté que estaba triste, y que ellos eran libres de sentirse tristes o no, de llorar o no. Les dejé hablar un rato bastante largo sobre el perro.

Tras dormirse los tres chiquillos, llamaron. Era mi hermano. Cuqui había muerto, y me fui a su casa a hacerles un rato de compañía.

Esta mañana he llegado muy tarde al trabajo deliberadamente.
He esperado a que se despertaran los niños para contarles que Cuqui murió ayer por la noche. Que estábamos tristes, que mi hermano había llorado y yo estaba muy disgustado, y que todos esos sentimientos eran normales. Les conté qué iba a pasar con el cuerpo del perro (mi hermano lo enterrará en la casa de campo, o lo incinerará), y que podíamos recordarle y pensar en lo divertido que era pasear con él.

Mi hijo mayor me ha sorprendido, ya que se le ha ocurrido, a él solo, hacer un dibujo del perro paseando feliz para recordarlo. Ha dibujado a Cuqui, y luego quería guardar el dibujo para dárselo a mi hermano y que también lo recuerde paseando feliz.
Le he animado a hacerlo; no quiero reprochar ni reprimir nada de lo que pueda sentir en un momento triste como éste, ni alegre como otros que vendrán.

Con la imagen del dibujo de Cuqui de mi hijo Juanma, me he venido a trabajar.

miércoles, junio 08, 2005

Cerdos y leyes

Con el título que le he puesto a esta entrada, parecerá que voy a despotricar contra quien hace las leyes, o quien las aplica. Pero no; es que voy a hablar de dos cosas distintas, y unirlas en el título me hacía gracia. Ea.

Cerdos (A cada cerdo le llega su sanmartín)

El otro día tuve la oportunidad de ver cómo a unos cuantos personajillos que hicieron uso y abuso de sus capacidades para despreciar y anular a unas cuantas personas válidas y de buena fe (entre las que me encontraba), les llegó su sanmartín.



Hay pocas veces que pase esto. Eso de que "el tiempo pone las cosas en su sitio", si te refieres a las personas y el cementerio, es válido; pero si te refieres a una especie de "justicia poética", ya no creo que lo sea. El tiempo se ocupa de transcurrir y nada más, y si quieres que algo esté en "su sitio", más vale que te ocupes tú mismo de que así sea.

Aún así, en ocasiones te puedes permitir el inmenso lujo de ver el cadáver de tu enemigo pasar, sentado en la puerta de tu casa. Eso es lo que pude disfrutar, con sus más y sus menos, el otro día.

Y me alegro de ello. En otros tiempos hubiera sido tan imbécil de sentir compasión, lástima, empatía o yoquesé por quien me despreció. Ahora, no. Que se jodan.

Leyes (Oposiciones y preparativos)

Como algunos ya sabéis, por fin han salido las plazas del Plan de Estabilidad Laboral de la Generalitat Valenciana del grupo A (al que pertenezco como interino), y que he de aprobar si no quiero sufrir precariedad laboral, con tres niños, ad calendas grecas.

Paso Uno: presentar la instancia. El sólo hecho de presentar una instancia para hacer las oposiciones cuesta unos 25 euros. Lo gracioso es que echarán la instancia unas 10.000 personas, y luego al primer examen irán sólo 5.000. La otra mitad regala dinero al erario público.

La cosa es que, como soy familia numerosa, sólo pago la mitad. Pero, cuando he ido a mirar, resulta que el Título de Familia Numerosa estaba caducado. Es decir, tengo 3 hijos, me hago el titulillo, y a los 2 años, caduca. Y no me voy a arriesgar a que me digan que pagué menos por un título caducado y me quiten la oportunidad de presentarme, claro.
Pero... ¿por qué cojones caduca un título que te dan por tener tres hijos? ¿se supone que a los dos años, alguno ya se habrá ido de casa -el mayor tenía 3 cuando hice el título- o se me habrá muerto?
Qué ganas tiene la Administración de hacer papeles inútiles y pagar a gente para que los gestione.

El Paso Dos antes de estudiar algo, es prepararme "espiritualmente" para ello. Y, para esta espiritualidad, he elegido dos cosas: lectura y cine.

La lectura es un descubrimiento compartido entre yo mismo, buceando en la Biblioteca de Valencia, y una recomendación de Rapunzell: una autobiografía de Road Dahl, que estoy devorando en el tren.



Pero me corroe un resquemor. El tal Dahl era un maestro en la literatura infantil, una persona feliz, inteligente y correctamente educada. Su padre murió cuando él tenía tres años, y se crió sin padre. Yo mismo me crié sin padre (a pesar de que desde los 14 años tenga un padre con el título universal de "persona con más buena voluntad del mundo mundial"). Y, por no citar a nadie, conozco a más de dos y más de tres personas felices y estupendas que se han criado sin padre.

Vale. Entonces... para que mis hijos sean felices y estupendos... ¿más vale que me tire bajo las ruedas de un camión? Nhcts, nchts. Menudo fastidio.

Y el cine, en el mismo sentido, significará ver de nuevo, en DVD, "Big Fish".

Cuando acabe el libro, cojo la peli, y al día siguiente, a estudiar entre una y dos horas al día. No sé cómo lo planificaré. Sólo sé que no influirá ni un ápice en pasar tiempo con mis hijos.