viernes, junio 10, 2005

Duelo.

(este es un relato largo del triste día de ayer, en homenaje a Cuqui, quien nos ha acompañado en muchos momentos felices de estos años)

En el verano del año 2003, mis hijos veían pasar algunos días sin salir de casa. A la vez, la perra que vive con nosotros, Duna, solía hacer sus necesidades en el patio, ya que rara vez la paseábamos.
Decidí no seguir un día más con esa tónica, e inauguré los felices paseos con la perra. Al pasear, descubrimos a los "bichos a rayas", fuimos yendo aquí y allá, y aquel verano mi hijo mayor acuñó la expresión "sitio divertido", en referencia a pasear descubriendo hormigas, bichos o conejos o a ir a infinidad de sitios (como el Castillo de Onda, el parque piruleta, el río o la playa, entre otros).
Actualmente, siempre estoy maquinando qué hacer con mis hijos, cómo hacerles disfrutar de su infancia y disfrutar yo -o quien quiera apuntarse- a su lado.
Los paseos con Duna del verano de 2003 fueron el comienzo; paseos que se han mantenido durante estos dos años.

¿Quiénes eran los personajes del paseo perruno?
Por un lado, mis tres hijos, la perrita Duna y yo.
Por otro lado, mi hermano, y un perro que habían encontrado hacía poco tiempo y habían adoptado: Cuqui.
A veces, la novia de mi hermano. Rara vez, nunca al principio, la madre de mis hijos.

Con el nombre de Cuqui se venía un perro pequeño -unos 5 kg- de color negro-plata, algo viejo (ocho o nueve años), y rematadamente feo. Mi perra también es fea, pero la ubicación de los dientes de Cuqui le hacía especial. El encanto de Duna y Cuqui residía en su fealdad. No son perros de raza, adornados y bonitos para ganar concurso alguno. Y es mucho mejor así. Mi madre tiene muchos perros de raza, y ninguno es tan noble como Duna y Cuqui.

La anterior dueña de Cuqui le había puesto el chip de localización que llevan algunos perros, así que mi hermano y su novia, cuando lo encontraron abandonado en Onda, pudieron contactar con ella. La asquerosa de la dueña, que era de un pueblo distante a 20 km de Onda, dijo que le había abandonado pero sabía volver a casa. Así que se había ido a 20 km a abandonarlo de nuevo.
Espero sinceramente que los hijos o parientes de aquella mujer hayan tomado cumplida nota de qué hacer cuando un ser vivo molesta, para cuando ella sea vieja.

Mi hermano adoptó al perro, y le puso el nombre de Cuqui (no recuerdo en estos momentos el nombre que tenía antes). Cuqui se hizo amigo enseguida de mis hijos; y bromeábamos diciendo que "Cuqui y Duna eran novios".

A partir de ahí, Cuqui ha sido el perro familiar de mi hermano. Y el coprotagonista perruno de innumerables y felices paseos, entre niños y perros. A veces, hemos sido cuatro adultos, tres niños y dos perros paseando. Buenos momentos, os lo puedo asegurar.
Incluso puedo añadir una nota simpática: dentro del "vocabulario" de palabras de Martín, además del famoso "Piedín" que conté hace un tiempo, y de otras muchas, estará la palabra "Cuqui", como no puede ser de otro modo. Y es que a mi hijo pequeño le encantaba jugar y llamar al perro de mi hermano.

*****

Ayer por la mañana me llamó mi hermano: en una casa de campo que utilizan a veces, y donde tienen muchos perros, se habían peleado Cuqui (5 kg) y una especie de mastín que campa por allí (80 kg).
El resultado: Cuqui con múltiples y graves heridas en la cara, la mandíbula, los ojos (perdió uno), la lengua, etc, etc.
Estaban operando al perro, de urgencia, en un consultorio de Nules (el pueblo donde cojo el tren y todos los días dejo el coche).

Llegué a Nules a las 16h, y sobre las 17h, nos dieron al perro, que había soportado a duras penas más de cinco horas de operación. Había que llevarlo al veterinario de Onda (a 25 km de Nules), y que se quedara allí ingresado unos días. Las primeras 48 horas eran críticas.
Ayer, volviendo de Nules, el perro dejó de respirar, y mi hermano le mantuvo la respiración a través de un tubo, en algo parecido al boca a boca.

¿Os acordáis del coche que me robaron? Pues habíamos comprado un Opel Corsa motor 1000, de 20 añitos, con "starter" y cuatro marchas, que nunca lo había puesto a más de 120 en el mes que lo teníamos.
Pues ayer volvimos a Onda desde Nules a 150 km/h, adelantando coches y camiones incluso en las rotondas (mientras se nos iba el coche por todos lados), y saltándonos cuantos semáforos hubiera en Onda hasta llegar allí al veterinario.
El perro llegó al veterinario con vida. De inmediato le pusieron dentro de una cámara de oxígeno. Al tiempo, se despertó y saludó moviendo la colita tímidamente a sus dueños.

A las 21 horas, me pasé por el veterinario a ver a Cuqui. Me miró detrás del cristal de la cámara de oxígeno. Mi hermano y su novia ya se habían ido de allí.

Ayer, a las 23:40 horas, me llamó mi hermano:
Cuqui, el "novio" de Duna, y co-fundador de los paseos felices, había muerto.

****

Considero importante no engañar a los niños, y dejarles expresar y conocer sus emociones. Así que ayer no tuve ninguna duda en contarles lo que le había pasado a Cuqui.
Se pusieron tristes y preocupados de inmediato (el mayor el que más, el mediano en arreglo a su edad, y el pequeño aún es muy pequeño para comprender bien).

Cuando llegamos al veterinario, les dije a los niños, claramente, que era probable que el perro se muriera. Que estaba con tubos y vendas dentro de una caja con cristal, para intentar que se curara.
Y que, si querían, podían entrar a verle. Como sabíamos todos -incluido los niños- que se podía morir, les dije que podían despedirse de Cuqui.

Los tres niños entraron a verle (uno a uno), y todos se despidieron del perro. El mayor se daba cuenta totalmente de qué estaba significando "despedirse de Cuqui".

Después, nos fuimos a jugar.

Por la noche, antes de dormir, estuvimos un buen rato hablando de Cuqui. Yo les conté que estaba triste, y que ellos eran libres de sentirse tristes o no, de llorar o no. Les dejé hablar un rato bastante largo sobre el perro.

Tras dormirse los tres chiquillos, llamaron. Era mi hermano. Cuqui había muerto, y me fui a su casa a hacerles un rato de compañía.

Esta mañana he llegado muy tarde al trabajo deliberadamente.
He esperado a que se despertaran los niños para contarles que Cuqui murió ayer por la noche. Que estábamos tristes, que mi hermano había llorado y yo estaba muy disgustado, y que todos esos sentimientos eran normales. Les conté qué iba a pasar con el cuerpo del perro (mi hermano lo enterrará en la casa de campo, o lo incinerará), y que podíamos recordarle y pensar en lo divertido que era pasear con él.

Mi hijo mayor me ha sorprendido, ya que se le ha ocurrido, a él solo, hacer un dibujo del perro paseando feliz para recordarlo. Ha dibujado a Cuqui, y luego quería guardar el dibujo para dárselo a mi hermano y que también lo recuerde paseando feliz.
Le he animado a hacerlo; no quiero reprochar ni reprimir nada de lo que pueda sentir en un momento triste como éste, ni alegre como otros que vendrán.

Con la imagen del dibujo de Cuqui de mi hijo Juanma, me he venido a trabajar.

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