viernes, julio 22, 2005

Ítaca (Episodio Final)

Juan Manuel, Salvador y Martín durmieron el 15 de julio en mi casa; y el día siguiente, y el siguiente, y el siguiente, hasta hoy... que por plazo de dos días duermen con su madre, cumpliendo nuestro convenio de fines de semana alternos.

Me resulta muy difícil describir cómo me sentía la primera noche que disfrutaba de la convivencia con mis hijos en la "nueva situación". Seguí el ritual establecido: ponerse el pijama, lavarse los dientes, ir a la cama, leerles un cuento e improvisar otro sobre los dinosaurios, apagar la luz, y quedarme un rato con ellos hasta que el pequeño esté medio dormido.
Lo que hacía todos los días; aunque los últimos quince no pude, estando acompañado sólo por mi perrita, Duna, en mi casa.

Después de que se durmieran, salí sigilosamente de su habitación. E hice un montón de cosas. Escribí el final de la serie "separación y niños" de este blog, cené un poco más, leí algo por internet. Y... ¿recordáis aquellos muñecos/espectros negros de plastilina que hice en mi centro de trabajo hace mucho tiempo, y que cada uno de los cuatro simbolizaba algún problema grave de mi vida? Hablé sobre ellos en el blog, el 21 de junio de 2004. Pues los busqué, los encontré... y los aplasté. No de golpe, sino suave y lentamente: deshice la plastilina en mis manos, recreándome desfigurando aquellos horribles muñecos.

Tras deshacer los espectros negros, cogí una silla, y me senté, mirándoles estirados en formas extrañas e incómodas (mis hijos son así), pero con un placetero sueño.

Casi dos años después, me encontraba al final de mi viaje.
Supongo que el planeta seguiría girando, pero para mí se acababa de parar en ese instante. Allí estaba yo mirando cómo dormían mis tres hijos en mi casa; e hice lo único que podía hacer en ese momento, y que hasta ahora no había hecho, guardándome todas mis fuerzas para lo que pudiera venir, por si acaso. Lo único que me quedaba por hacer: llorar.

Había llegado a Ítaca.

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Mientras contemplaba a mi "generación posterior", mis pensamientos se fueron a una "generación anterior". A la de mis abuelos maternos, quienes tuvieron la exitosa responsabilidad de criarme, junto con mi hermano.

Quizá alguien piense que soy un chico con inventiva y creatividad en esto de la vida social y del trato con mis propios hijos. Quiá. Tengo mi "guia ilustrada ante la vida", y no es otra que el ejemplo que me dieron mis abuelos. Sin desmerecer a mis padres (mi madre sólo se mueve y actúa pensando en nosotros, y mi padre es una persona sin maldad ni malicia alguna, al estilo de SonGokuh), mis abuelos eran personas excepcionales. Mi abuelo respecto a su capacidad de trabajo y esfuerzo, y su pensamiento crítico. Mi abuela, respecto a todo, predominando el amor y alegría con los suyos (no creo que haya ángeles en la Tierra, entre nosotros; pero el recuerdo de mi abuela me hace dudar de ello en ocasiones).

Lito y Lita (así les llamábamos, diminutivo de "abue-lito" y "abue-lita"), fallecieron en 1992 y 1993. El día que murió mi abuelo, el 30 de abril de 1992, mi hermano y yo dejamos de ser niños. Yo, cuando pensaba que mi abuelo estaba gravísimo (había fallecido, pero aún faltaban minutos para saberlo), le hice una promesa respecto a mi actitud vital. La intenté cumplir con una especie de reto académico, pero ésa es otra historia. El caso es que guardé, como oro en paño, varias cosas que utilizaba mi abuelo.

En especial, guardé el bolígrafo que estaba utilizando en ese momento para sus notas. Utilicé el "boli de Lito" para hacer los exámenes que me faltaban para acabar COU. Y después, he utilizado el "boli de Lito" en multitud de ocasiones, todas de forma especial. Con ese bolígrafo he firmado todos mis exámenes de la Universidad, la solicitud del registro de mi matrimonio y la inscripción del nacimiento de mis hijos, mi nombramiento como funcionario o como miembro del colegio de abogados...

...cuando he de firmar o escribir algo muy especial, saco del cajón de los "Recuerdos Especiales" el bolígrafo de mi abuelo. Lo he utilizado infinidad de veces. Hace poco más de un mes, lo volví a utilizar.

Debía firmar el Convenio Regulador de Separación Matrimonial, junto a la demanda de separación (procedimiento donde he sido mi propio abogado). Ese convenio es el acuerdo que permite, bendice y blinda la custodia compartida. La convivencia con mis hijos, el principio y final de mi viaje a Ítaca.

En estos dos años he cambiado muchísimo como persona. Si me perdonáis la poca humildad que tengo, diré que he crecido más allá de lo que yo mismo esperaba crecer en ningún momento de mi vida. Es cierto lo que dice Kavafis en su poema: es esencial el crecimiento y aprendizaje que te proporciona el viaje.

El 15 de julio finalizó el viaje, con mis hijos en mi casa. Para llegar a este puerto, había que firmar unos simples folios de papel: el convenio regulador.

Como habréis adivinado, saqué de su cajón el "boli de Lito" para firmar esos simples folios de papel.

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En mayo de 1992, mis entendederas fueron suficientes para discurrir que la tinta del bolígrafo se acabaría si escribía todos los exámenes finales de COU con ella. Así que, aprovechando que era un boli recargable, le puse una tinta nueva para utilizarlo.

He cambiado la tinta varias veces, claro. ¿Y qué pasó con la tinta original? Pues la recarga original de la tinta tenía un valor especial, ya que había sido la misma con la que mi abuelo escribió sus últimas anotaciones en vida. Así que la guardé. En el último cajón.

Pensé, pecando de idealista, que algún día yo sería tan famoso, valioso o qué se yo que debiera firmar algo importantisísimo. A nivel de alto cargo político, o algo parecido. Esperando ese momento (aunque sabía que nunca llegaría), guardé la tinta como un recuerdo especial que no iba a ser utilizado nunca. Nunca pensaba sacar esa tinta de su escondite, así que procuré esconderla tanto como pude. Y me olvidé de su existencia.

Parafraseando mi película favorita, diré que la existencia de aquella tinta cayó en el olvido y se perdió en el tiempo. La historia pasó a ser leyenda, y la leyenda se convirtió en mito.

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El pasado 18 de mayo, abrí el cajón de "Recuerdos Especiales", para coger el bolígrafo de mi abuelo. Cogí también el llavero que llevaba en 1992, y de ese llavero, una llave pequeñita en especial, para abrir una pequeñita caja fuerte. Después, fui al último cajón del último estante del último armario de la última habitación de una vivienda que fue desocupada en su momento.

Junto a mis padres y mi hermano, le puse al bolígrafo de mi abuelo la tinta que mi abuelo utilizaba cuando falleció y que no había sido utilizada nunca salvo por él mismo. A riesgo de que pudiera fallar, me dispuse a firmar el convenio regulador y la demanda.

Trece años, casi 5.000 días después, llegó el momento de utilizar el bolígrafo con su tinta original. El bolígrafo y la tinta que me dejó mi abuelo funcionaron. Y firmé.

Conmigo firmaron el boli y su tinta; mi hermano y su pareja; mis padres; mis abuelos y su recuerdo; la actitud vital y el ejemplo que me dieron mis abuelos alargando su vejez para ayudarme en mi niñez; mis tres hijos y mi perra, que dependen de mí mismo; conmigo firmó la propia historia de mi vida, mi educación, mis ideales, principios e ilusiones, que confluyen en un mismo momento.

En el momento de seguir contemplando, en la orilla de Ítaca, a mis hijos mientras duermen plácidamente en mi nuevo hogar.

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Fin.

jueves, julio 21, 2005

(Incisos)

Pequeños incisos:

- Esta semana estoy de vacaciones, y están saliendo estupendamente bien; la prueba es que tengo el tiempo muy limitado -y ahora que soy amo de casa y niñero a tiempo completo, y bien agusto que sea así, no creaís- y no puedo ni acabar este ciclo del blog

- Iba a escribir algo preocupado y ofreciendo lo que hiciera falta a Imperator y Rapunzell, pero tal y como son ellos, salvo que lo escribas a toda prisa, ya llegas tarde... Chicos, enhorabuena por las noticias buenas y por el coraje para enfrentar las malas
(EDIT: Y más enhorabuenas para la madre de Rapunzell... ¿de veras que no queréis juntar una hija vuestra con un hijo mío? A mi familia los genes heredados de vosotros no les vendrán mal del todo.... ejem)

- Gracias por hacerme sentir útil escribiendo por aquí; el otro día tuve una conversación de tú a tú con Salvador (el mediano) sobre la responsabilidad y la necesidad de que no haya violencia (es decir, no pegar ni ser pegado) y me sentí orgulloso de lo que había aprendido el niño. Aunque luego no pueda hacer caso siempre (son niños, qué le vamos a hacer, que se diría).

- En cuanto pueda (¿esta noche? ¿mañana? ¿este fin de semana, que los niños duermen con su madre?) os contaré la historia que quiero contar para dar por cerrado el ciclo de historias del blog. Quizá no la entendáis, pero yo quiero dejarla escrita. ;)

- Eso sí; no la contaré la noche del sábado. Porque la noche del sábado me voy, con mi hermano, un porrón de años después, a un concierto de Los Rebeldes (a 50km de mi casa por una carretera de montaña, pero es lo que hay). Ahhhhh, cervezas, chicas y rock'a'billy (suspiro).

viernes, julio 15, 2005

Separación y niños (y V): libertad de expresión infantil.

Bueeeeeeeno... con este post se acaba la mini-serie sobre mis "máximas" a seguir en esta separación delante de los niños, y cuyo bienestar ha sido el protagonista general de estos días. Antes que nada, quiero destacar algo: he de romper una pequeña lanza a favor de mi mujer (o ex-mujer, o "madre de mis hijos" -título que tendrá por siempre-). Puede que se me ocurra lo que sea para llevar a cabo la separación, pero sin que ella lo escuchara, aceptara y colaborara, no habría sido posible cuidar al máximo la situación delante de los críos.

e) Libertad de expresión infantil: escucharles.

En los cuatro rollos macabeos anteriores contaba cómo he intentado hablar y actuar con los niños es estos días. Mensajes de mí hacia ellos; o en general, del progenitor hacia los hijos. Una vía de comunicación, pero... ¿y qué pasa con la otra?

Ya he escrito tres o cuatro veces en este blog la importancia de escuchar a los niños. O más bien, en vez de "escucharles", digamos "dejar que se expresen", ya que el silencio es una forma de expresión (y si lo que quieren hacer es estar en silencio, también hay que respetarlo). Si es una norma a seguir en todos los aspectos y momentos de la convivencia padres/hijos, más si cabe en un momento difícil y de fácil emotividad (hace poco tuve ocasión de ello con el triste fallecimiento del perro de mi hermano)... es trascendental en un momento como éste, que afecta directamente a sus vidas.

Así pues, norma básica a seguir: respetar y conocer sus emociones. Escucharles.

Los niños han de ser conscientes de:
- que sus emociones son normales y dignas, sean cuales sean, y tienen derecho a expresarlas de las forma que deseen
- sus emociones, por tanto, nunca merecerán burla alguna, ni reproche ni moralina: sólo merecerán respeto y atención
- y, si es el caso, también merecerán ser tenidas en cuenta: podemos modificar nuestros planes como consecuencia de lo que diga el niño, sin que eso signifique que el "niño manda" ni tonterías por el estilo
- además de sus emociones, los niños tienen derecho a tener puntos de vista, a formarse su propia opinión y a comunicarla
- respetemos y atendamos a su opinión, dejándola en el lugar que le corresponde: el central, puesto que es el punto de vista de un miembro de la familia
- tal vez el niño no acabe de formarse una opinión, no acabe de entender una situación, o de centrar sus emociones (o centrarlas de forma errónea); y esto puede pasar porque la información que tiene el niño es errónea o incompleta; bien, pues ayudémosles, respondiendo a sus preguntas, dudas e inquietudes

El niño necesita ser escuchado, y saber que va a ser escuchado cuando se exprese (en caso contrario, no se expresará con libertad). A mí me encanta cuando alguno de mis hijos me discute cualquier cosa, exponiendo sus propias razones. Y si me convence, se lo digo: "me has convencido, chaval".
En un caso como la separación de sus padres, el niño debe tener libertad para expresarse, y recibir respeto a sus expresiones.

Y tengamos en cuenta lo que nos dice. Minusvalorándolo por el hecho de ser "la opinión del niño" o "cómo lo ve el niño", estamos metiendo la pata hasta la coronilla. Tengamos en cuenta a los críos. Plis.

En resumen: alguna vez he oído que hablar con los niños de "las cosas serias" es perder el tiempo. Menuda imbecilidad. Perder el tiempo es hablar con quien piense algo así. En realidad, no se me ocurre ningún otro momento con más provecho en mi vida que aquél que haya pasado escuchando a mis hijos.

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Yyyyyyyyy....... Fin.
Se acabó la mini-serie sobre "separación e hijos". Espero que os haya gustado a los pocos y sufridos lectores que hayan tenido la paciencia de leer, y que no os sea útil nunca porque nunca tengáis que separaros de vuestras parejas con niños de corta edad.


PD.- Los niños están dormidos en sus camitas de la casa donde me he ido a vivir. Es la primera noche que duermen aquí, y está siendo una noche muy especial para mí. Llena de recuerdos, me siento como Gandalf, Frodo y compañía en los Puertos Grises. Pero de eso os hablaré en la próxima entrada (que escribiré luego, o mañana), y que será el post final y definitivo del blog. No es que vaya a cerrar el blog (que se me ha revelado como de múltiples utilidades); es que es el "post-conclusión" del tema principal del que he escrito en el mismo este año y medio.
Gracias por leer.

Separación y niños (IV): Comunicarles nuestros planes

Nuevo post. He estado estos días parado por una importante razón: acababan de traerme los muebles y poner unas rejas correderas de seguridad en las ventanas. Ahora el piso (por fin) está preparado para recibir a los niños y que se queden aquí a dormir.

Bien, nuevo post; me alegro de que haya a quien pueda parecerle útil lo que escribo aquí. A mí seguro que me será útil en el futuro recordar cómo planteé todo este tema. Y, sinceramente, a todos vosotros, más si cabe a los simpáticos “comentaristas”: espero que nada de esto os sea útil nunca… (es decir, que nunca os tengáis que plantear una disolución de pareja con niños pequeños). ;)

d) Conocer los modos y horarios del futuro: compartir con ellos nuestros planes.

Los niños han de saber la verdad de lo que hay, tener claro que no tienen la culpa (ellos nunca; y generalmente, nadie la tiene), y han de seguir su vida con naturalidad y normalidad bajo las nuevas condiciones.

Entre otras ventajas, todo eso les ayudará a sentirse seguros y queridos, aunque haya cambiado la situación. Pero aún falta algo para completar el círculo de información y actuación de nosotros hacia ellos.

El círculo se completa cuando les damos información a los niños sobre el futuro. Ellos tienen derecho a saber qué es lo que va a pasar. Vale, ya saben que mamá y papá dejan de vivir juntos, y que las normas de convivencia siguen vigentes. Pero… ¿cómo va a ser esa convivencia? ¿qué es lo que va a pasar exactamente a lo largo del tiempo?

No vale una frase ambigua de “viviréis con mamá y papá os verá algunos fines de semana”; ni “viviréis a veces con papá y a veces con mamá”. Dejémoslo lo más claro y cristalino posible. Que los niños sepan con exactitud cuándo estarán con papá y cuándo con mamá. Quién les recogerá del colegio y en qué casa dormirán cada día.

Estos días he hecho un calendario semanal-quincenal, con las tablas y bordes del Word (soy un vendido de Microsoft, i’m sorry). En el calendario ponemos en qué casa duermen cada día, a qué hora hay que recogerlos o dejarlos el uno a la otra y viceversa. Y si trabajamos o no, para saber cuándo y cómo cuida a los niños uno de los padres mientras el otro trabajo (o, si no fuera el caso, quien los tuviera que cuidar).

¿Para quién es ese calendario? Sería un error pensar que es sólo para uso de los padres. Es para uso general de la familia: los niños tienen acceso al calendario, pueden verlo, leerlo, y preguntar por éste u otro día.

Incluso, siempre que se mantengan las normas de convivencia y custodia compartida, los niños tienen derecho a pedir algún cambio en el calendario. ¡Ojo! Por ahora, los niños no pueden modificarlo a su antojo (mucho menos si es para algún chantaje emocional y esas cosas). Pero sí pueden opinar sobre el calendario.

Para entendernos: somos los responsables del horario y circunstancias de la vida de los pequeños; una de las claves para esa responsabilidad será ejercerla contando con ellos. No podemos mangonear su vida a sus espaldas. Ellos han de saber lo que va a pasar con su vida, y tienen derecho a que les escuchemos. A fin de cuentas, son algo más bajitos (no mucho más que yo) y tienen menos experiencia vital, pero son personas con tanta dignidad y derechos como nosotros, sino más.

Y no debemos centrarnos en un calendario a corto plazo. Han de conocer también las decisiones a largo plazo: qué pasará con los cumpleaños, qué con la Navidad, qué si se ponen enfermos. No de una forma detallada exhaustivamente (no podemos fijar planes concretos para dentro de dos años), pero sí unas líneas generales.

Esas mismas líneas generales que nosotros ya conocemos; sólo se trata de compartirlas con ellos.

Por supuesto, también han de conocer una característica general de su futuro: que ambos padres vamos a estar ahí y que pueden contar con nosotros. Independientemente de en qué casa estén. Si quieren llamarnos, o vernos, o compartir algún momento con nosotros, estaremos tan disponibles para ellos como antes (dentro de nuestra disponibilidad laboral y todo eso, claro).

No estaremos disponibles para que nos chantajeen emocionalmente. Pero es que eso del chantaje se dará en muy poca medida si les hemos enseñado a expresar las emociones y nos hemos preocupado de su estabilidad, autoestima y sentimientos.
Sí estaremos disponibles para compartir nuestras, y sus, experiencias.


NOTA: Falta un post para acabar con la mini-serie (por no llamarla plastoserie, aunque no era un nombre despectivo, me lo copié de Gorpik –creo- porque me hacía mucha gracia). Hasta ahora he hablado de la actuación de nosotros hacia los niños; el último post va de la actuación de los niños hacia nosotros. Lo escribiré esta noche, espero.
Y cuando acabe ese post, escribiré otro: el definitivo post de mi blog. Permanezcan atentos a sus pantallas. Je je.

miércoles, julio 13, 2005

Separación y niños (III): La vida sigue

Ya sé que soy un pesado, y que un poco es bueno y un mucho cansa. Pero aquí sigo dando cuenta del planteamiento sobre la separación y los niños. Estoy seguro de que releer esto en el futuro será muy útil para mí.
Por cierto, al final del mensaje escribo una reflexión general sobre todo esto, a raíz de un acertado comentario de Hari en la entrada anterior.

c) La vida sigue: actuar con normalidad y naturalidad

Una vez leí un listado de las situaciones en la vida de uno que pueden generar estrés, angustia o depresión. Una separación matrimonial suponía una de las situaciones más relevantes; decididamente, no es fácil lidiar con ella.
Así que mantener la normalidad y actuar con naturalidad y bajo los horarios establecidos puede ser simplemente utópico para algunas personas; no sólo es normal, sino que todos tenemos derecho a no ser perfectos y mantener el tipo pase lo que pase.

Pero eso no quita que para los niños sea una ventaja considerable: mantener los horarios y hábitos, actuar con naturalidad y bajo las mismas normas de siempre con ellos. El niño necesita sentirse seguro y bajo unas condiciones de vida que pueda preveer.
Si hay costumbre de ir a la piscina los domingos y leer un cuento todas las noches, es posible que no tengamos ningunas ganas de piscinas, cuentos ni gaitas. Pero le hacemos un favor al chiquillo si lo mantenemos.

Habrá cosas que no se puedan mantener, como el hecho de que por las noches uno de los padres ya no estará allí. O en mi caso, he estado una semana llevando cosas, muebles y trastos, cuando casi todas las tardes estaba jugando con ellos. Bien: está claro que no se puede llegar a todo; pero mantengamos aquello a lo que sí se pueda llegar.

Los niños saben que se va a producir un cambio importante en su vida; pero ese cambio no implica que ya no le queramos, o que las normas de convivencia anteriores se vayan a freír gárgaras porque no estaban bien puestas. No. El cambio sólo ha de afectar a lo que es necesario que afecte, y a nada más.


Junto a todo ello, debemos actuar con normalidad también en lo que respecta a la práctica de la separación. Cuanto más nos comuniquemos entre la pareja (y ellos vean que nos comunicamos), tratemos con objetividad y respeto (y en la medida que quepa, aprecio) el cómo va a quedar cada casa y las relaciones entre las casas, mejor. Si los niños nos ven aceptar la situación y actuar en consecuencia, antes lo aceptarán ellos.

A modo de ejemplo, os comento que dos días antes de irme del "domicilio conyugal" (en los papelorios nurocráticos se llama así), fuimos todos juntos a ver el piso donde me iba a vivir. Les enseñé a los críos el piso, dónde iban a estar ellos y la mayoría de las cosas. Lo más importante de todo es que se vino también la madre de los niños, que participaba sin problemas en la conversación sobre la nueva casa. Nos quedamos a merendar todos (papá, mamá, pitufos uno, dos y tres, y la perra: Comando Piruleta al completo!), y luego volvimos a la casa.

Y a los dos días, me despedí antes de ir a dormir (ya dormía en el nuevo piso). Sin grandes aspavientos ni emociones: sabíamos que al día siguiente iba a volver allí a tener un feliz paseo con la perra. Como todos los días.

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Hari (hola!) me comenta, muy acertadamente, en la anterior entrada:

>Objetivo "sin culpas" cumplido
Uffff. Suerte en el futuro.
( Siempre negatifo ... )







martes, julio 12, 2005

Separación y niños (II): sin culpas

Sigo contándoos -y aburriéndoos- en qué me guiaba para separarme delante de los niños.

b) Librar a los niños -y a todos- de culpas.

Tal y como yo lo veo, cuando una pareja se rompe, ambos tienen parte de culpa. Uno puede haber sido el más simpático, o el más arisco, el más condescendiente o el más prepotente... como sea, pero la culpa de la situación es compartida. Lo que dicho de otra manera significa que, si ambos son culpables, ninguno de los dos tiene la culpa en realidad.

Salvo en casos extremos (el maltrato doméstico, por poner un ejemplo), nadie puede arrogarse el papel de bueno o de malo. Siempre hay quien se lo arroga de forma exclusiva, y siempre se equivoca. Todos tenemos partes de "bueno" y partes de "malo".

Evidentemente, no se puede culpar a los niños. Pero es que, además, culpar a la otra parte de la pareja también es negativo y erróneo. Cada uno debe asumir sus errores, culpas y situaciones; echar balones fuera no es útil y puede ser incluso peligroso (luego hay por ahí odios irracionales y rencillas que acaban amargándole a uno la vida innecesariamente).

En el caso de una pareja con hijos, es mucho más importante librarse de culpas y acusaciones: se acabó compartir la cama y el cariño, pero hay que compartir la responsabilidad de ser padres. En una pareja rota, cuanto más se dejen atrás culpas y rencores, y se abran vías de comunicación y apoyo en la educación y crianza de los pitufos, mejor que mejor.

En resumen: ¿culpas? No, gracias.

¿Y a quién hay que dejar más claro y cristalino el lema "Culpas No"?
Está claro: a los hijos.

Hay que dejar claro a los niños que nadie tiene la culpa. Que es una noticia triste, pero nadie puede ser culpado y castigado por ella. Mucho menos los propios niños. Y ésto no hay que decirlo sutilmente o dejarlo entender en una conversación, no. Hay que decirlo alto y claro, explícitamente; y cuantas veces haga falta, hasta que interioricen el mensaje. De lo contrario, podrían empezar a buscar culpables y acabar autoinculpándose, que es lo peor que les podría pasar en esta situación.

"Lo que ha pasado nos pone tristes a todos; pero nadie lo ha causado ni tiene la culpa: a veces en la vida hay noticias buenas, y otras veces noticias malas, y hay que aceptar ambas; en esta ocasión, es una noticia mala, y lo que debemos hacer es aceptarla y vivir lo más felices posible con lo que tenemos". Dicho así, parece una oda al conformismo y la aceptación del destino. En realidad yo estoy por la labor de que los niños aprendan a no conformarse y luchar por lo que quieran. Pero hay veces que no es posible (la muerte la más obvia, la separación de los padres, en lo que a ellos les concierne, también), y entonces hay que asumirlo sin buscar culpables.

No sé cuántas veces les he repetido a mis hijos que ellos no tienen la culpa. Ni la tenemos su madre o yo. Su madre es la mejor mamá del mundo, y yo intento ser el mejor papá del mundo, a pesar de que hayamos fallado como matrimonio. Y no hay que buscar más, porque no hay más.

Cuando ya me había ido, y hablando del tema con mis dos hijos mayores, en un momento me dijeron que "ellos sabían que nadie tenía la culpa de que nos hubiéramos separado, y por eso su madre y yo seguíamos hablando sin discutir y los teníamos ahora en mi casa, ahora en la tuya". Perfecto: lo habían interiorizado. Objetivo "sin culpas" cumplido.

lunes, julio 11, 2005

Separación y niños (I): sé sincero.

Continuamos desde la entrada anterior; faltaba contaros las cinco "máximas" (por llamarles de algún modo) que tenía en mente para vivir el proceso de separación junto a los críos (seguro que lo que ya había escrito me quedaba mejor que lo que escriba ahora, pero si hay alguna reclamación, dirigidla al programa simpático- sea cual sea- que me ha bloqueado antes el ordenador). Mira, mejor voy a escribirlo poco a poco (pero no en dos semanas, sino en un día, eh?).
Vamos allá...

a) Ser sincero con los niños.

A los niños no hay que mentirles nunca, pero en un caso como éste, que les afecta directamente, menos aún. Si les mientes, les engañas o les ocultas alguna cosa, no sólo no servirá de nada, sino que humillarás su propia dignidad. Y ellos se darán cuenta (son niños, no tontos; el tonto eres tú si intentas timarles).

Ha que decirles la verdad; y el porqué de esa verdad.
Si no les comentas el porqué de lo que pasa, en su cabecita empezarán ellos solos a hacerse conjeturas y a buscar culpas. Y la mayoría de las conjeturas acabarán en un denominador común: autoinculparse. Hay que evitar que sufran, más si no hay razón para ello.

Aunque, eso sí, hay que contarles lo que pasa, el porqué, y ser sinceros, desde su perspectiva. Ellos no conocen, ni asimilan ni les importa los pormenores de la relación de pareja. Así que no hay que darles detalles escabrosos de porqué la pareja ha fracasado.
Así como no le contamos detalles escabrosos y que puedan hacer daño al Juez, tampoco a los niños. El ser sincero no es regodearse y hacer daño gratuito.

Ellos nos ven como sus padres, que estaban juntos y van a dejar de estarlo. Han de saberlo de forma clara y sin ambiguedades. Y que se rompe la relación de pareja entre los padres, por los motivos que sean, pero no se rompre la relación paterno-filial, ni la comunicación entre los padres en referencia a sus hijos.

Yo les dije a mis críos que nos separábamos porque "no éramos felices viviendo juntos, discutíamos mucho y acabábamos casi todos los días de mal humor; como no queríamos seguir viviendo así, y nos gustaba estar alegres -entre otras cosas, para cuidarles y acompañarles a ellos en su crecimiento-, habíamos decidido separarnos y dejar de vivir juntos; ahora bien, en lo que a ellos respecta, no cambiaba nada un ápice: éramos sus padres, y ambos seguíamos ahí".

Uno de julio. Noche de mudanza.

Por fin doy comienzo a esta especie de "plastoserie" (es que han pasado muchas cosas en pocos días). Marcadas, para bien o para mal, con el hecho de realizar en la práctica la decisión que tomamos la madre de los niños y yo: disolver el matrimonio.

Y es aquí donde comenzamos: una semana antes de que acabara el mes de junio, decidimos que el día 1 ya estaría en mi "nueva casa". En la práctica, la noche del 30 de junio al 1 de julio era la primera que debía dormir fuera. Y con esa decisión comenzaron las carreras, aquí y allá. No aconsejo a nadie mudarse en siete días; ante todo, porque yo mismo disto bastante de estar mudado. Faltan muebles, ropa y papeles por transportar (que hasta que no se acaben de mover los muebles no pueden hacerse).

De la noche del 30 de junio hace ya once noches. Todas he dormido en mi nueva casa. Así que ya estoy separado de hecho, supongo. Ya es una realidad firme, bajo el magnífico acuerdo que glosaba en una entrada anterior (magnífico por posibilitar que ambos progenitores convivamos con nuestros hijos, no por otra cosa).

¿Cuál es el quid de la cuestión, del que quería hablaros? Los niños.
Cómo irse de casa delante de los niños, y contárselo a ellos. En su día tenía algunas ideas claras sobre cómo hacerlo, e intentado seguirlas. Os la cuento, como si fuera una "guía para separarse con los niños delante".

(...)

Y tras este paréntesis, el simpático de blogger (o del mozilla, qué se yo) ha bloqueado el equipo y se me han borrado las cinco ideas que ya tenía escritas. Aix. Como esto me da muy mal humor, me voy a tomarme una coca-cola y esta noche en casa acabo el post en otra entrada. I'm sorry.

martes, julio 05, 2005

Raton Pérez

El mismo día que escribí la entrada anterior, hace once días, a mi hijo Juanma, el mayor, se le cayó su primer diente.

Y ése fue el inicio de una serie de días en las que no he dejado de hacer cosas (excepto dormir, que casi no lo he hecho). Así que no voy a tener piedad: se avecina una plastoserie. Avisados quedáis.