lunes, julio 11, 2005

Separación y niños (I): sé sincero.

Continuamos desde la entrada anterior; faltaba contaros las cinco "máximas" (por llamarles de algún modo) que tenía en mente para vivir el proceso de separación junto a los críos (seguro que lo que ya había escrito me quedaba mejor que lo que escriba ahora, pero si hay alguna reclamación, dirigidla al programa simpático- sea cual sea- que me ha bloqueado antes el ordenador). Mira, mejor voy a escribirlo poco a poco (pero no en dos semanas, sino en un día, eh?).
Vamos allá...

a) Ser sincero con los niños.

A los niños no hay que mentirles nunca, pero en un caso como éste, que les afecta directamente, menos aún. Si les mientes, les engañas o les ocultas alguna cosa, no sólo no servirá de nada, sino que humillarás su propia dignidad. Y ellos se darán cuenta (son niños, no tontos; el tonto eres tú si intentas timarles).

Ha que decirles la verdad; y el porqué de esa verdad.
Si no les comentas el porqué de lo que pasa, en su cabecita empezarán ellos solos a hacerse conjeturas y a buscar culpas. Y la mayoría de las conjeturas acabarán en un denominador común: autoinculparse. Hay que evitar que sufran, más si no hay razón para ello.

Aunque, eso sí, hay que contarles lo que pasa, el porqué, y ser sinceros, desde su perspectiva. Ellos no conocen, ni asimilan ni les importa los pormenores de la relación de pareja. Así que no hay que darles detalles escabrosos de porqué la pareja ha fracasado.
Así como no le contamos detalles escabrosos y que puedan hacer daño al Juez, tampoco a los niños. El ser sincero no es regodearse y hacer daño gratuito.

Ellos nos ven como sus padres, que estaban juntos y van a dejar de estarlo. Han de saberlo de forma clara y sin ambiguedades. Y que se rompe la relación de pareja entre los padres, por los motivos que sean, pero no se rompre la relación paterno-filial, ni la comunicación entre los padres en referencia a sus hijos.

Yo les dije a mis críos que nos separábamos porque "no éramos felices viviendo juntos, discutíamos mucho y acabábamos casi todos los días de mal humor; como no queríamos seguir viviendo así, y nos gustaba estar alegres -entre otras cosas, para cuidarles y acompañarles a ellos en su crecimiento-, habíamos decidido separarnos y dejar de vivir juntos; ahora bien, en lo que a ellos respecta, no cambiaba nada un ápice: éramos sus padres, y ambos seguíamos ahí".

No hay comentarios: