martes, agosto 31, 2004

Buenos y malos.

El sábado se inauguró la temporada 04/05 de tercera división para el C.D. Onda. Yo fui al campo con los tres niños (la madre trabajaba), y consciente de que para ellos sería difícil aguantar todo el partido, me aprovisioné de merienda para ver sólo la segunda parte.
Ahora va a resultar que soy gafe. Cuando llegué perdíamos 1-2 (al descanso), pero pronto marcamos el 2-2, y acto seguido ellos (el Alicante B) marcó el 2-3. Expulsaron al portero del Alicante, nos anularon un gol legal, y hasta nos permitirmos fallar un penalti en el minuto 95, y perder el partido. Oighs, qué ilusión empezar la temporada perdiendo en casa.
Dentro de 15 días, volveré a ver el partido (o la segunda parte, depende de los niños y su aguante). Con éste y el de presentación habré ido a tres partidos, cifra que será récord de las últimas cinco temporadas. Teniendo en cuenta que hace seis temporadas era directivo del equipo... menos mal que hay cosas que cambian para bien!!
(Por cierto, ya sabréis que me voy a redimir haciendo una web del equipo)
-
-
Escribo todo esto para destacaros un detalle: ¿habéis intentado explicar un partido de fútbol, y el juego en sí, a un niño de cinco años y otro de tres -el pequeño, de dos, estaba demasiado interesado en la merienda-? Pues yo lo intenté. No me entendieron (ni repajolera idea se les quedó, vamos), pero se lo pasaron bien.
Y como se lo pasaron bien, objetivo cumplido.
-
Para explicar el partido, recurrí a un sistema cuasi-infalible para un niño de esa edad: montarlo como un cuento, donde hay unos buenos (el CD Onda, que vestía camiseta rojiblanca), y unos malos (el Alicante B, que vestía camiseta azul).
Todo solucionado: había que animar a los buenos, que ganaran los buenos, que los buenos tuvieran la pelota. Al final se fastidió y ganaron los malos, pero ya estamos preparando la próxima batalla con otros malos, en quince días.
-
Resulta tan fácil para un niño hacer una división entre buenos y malos, que tengo la duda de si será bueno o no para él contarle cuentos donde sea obvio. No me pongáis nadie en los comentarios (si es que funcionan, que nadie dice nunca nada.... se ha notado la indirecta??) que hay que hacer que tengan pensamiento crítico, que el mayor tiene cinco recién cumplidos. O tal vez sí deban hacer pensamiento crítico (pero bueno, ya se sabe de memoria El Señor de los Anillos, e intenta entender el personaje de Gollum/Smeagol).
-
No sé, no sé. ¿Hay que distinguir siempre entre buenos y malos?

Cabaña.

Resulta que, tras mi último post, el temporal mejoró, aunque luego volvió a empeorar un poco. La suerte es que la cabaña por ahora tiene buen tejado, y ya no dejamos que nos cale el agua.

viernes, agosto 27, 2004

¿Por qué luchas tú ahora, Sam?

Frodo: No puedo hacer esto, Sam.
Sam: Lo sé. Ha sido un error. No deberíamos ni haber llegado hasta aquí... Pero henos aquí, igual que en las grandes historias, señor Frodo, las que realmente importan, llenas de oscuridad y de constantes peligros. Ésas de las que no quieres saber el final, porque ¿como van a acabar bien? ¿Cómo volverá el mundo a ser lo que era después de tanta maldad como ha sufrido?
Pero al final, todo es pasajero. Como esta sombra, incluso la oscuridad se acaba, para dar paso a un nuevo día. Y cuando el sol brilla, brilla más radiante aún. Esas son las historias que llenan el corazón, porque tienen mucho sentido, aun cuando eres demasiado pequeño para entenderlas. Pero creo, señor Frodo, que ya lo entiendo. Ahora lo entiendo. Los protagonistas de esas historias se rendirían si quisieran. Pero no lo hacen: siguen adelante, porque todos luchan por algo.
Frodo: ¿Por qué luchas tú ahora, Sam?
Sam: Para que el bien reine en este mundo, señor Frodo. Se puede luchar por eso.
-
Ésta que se está yendo no ha sido una buena semana.
En aquellos aspectos de mi vida que más me preocupan, queda muchísimo camino por andar. El camino es muy difícil, pero tengo claro qué es lo que debo hacer y por quién lo debo hacer.
Seguiré adelante, porque lucharé por mis hijos. Se puede luchar por eso.

martes, agosto 24, 2004

Instantes corrientes.

Nueva introspección en mi vida: el mejor y el peor instante de la misma.
No la mejor o peor época, día, o situación; el instante, el segundo que más y el segundo que menos.
-
El peor instante de mi vida.
El 30 de abril de 1992 falleció mi abuelo, a quien le llamábamos cariñosamente Lito (de abuelito), así como a nuestra abuela llamábamos Lita. Se llamaba Salvador. Tenía 17 años, y hasta ese día se había alargado la infancia-adolescencia, una existencia feliz sin pensar mucho en que te puedan/as hacer daño. Tras la primera muerte familiar (señalaré que mi abuelo fue la única figura paterna en el hogar a lo largo de nuestra infancia, luego mi madre conocería a mi padre en adopción, pero ésa es otra historia), mi hermano y yo crecimos de golpe lo que no habíamos crecido hasta entonces.
Hasta entonces, vivíamos en casa mis abuelos, mi madre, mi hermano y yo. Hacía poco tiempo que se habían casado mis padres, nos había adoptado el nuevo marido de mi madre (que desde entonces es nuestro padre con todas las de la ley y todas las del cariño), y vivíamos dentro de una familia que nunca debía romperse. Teníamos claro que no todos vivirían eternamente, pero eso son cosas que no piensas hasta que la ley de vida se planta ante tu casa.
Mis abuelos se conocieron antes de la guerra civil, tuvieron a mi madre (hija única), vivieron y sufrieron para sacar nuestra familia adelante, y en su vejez nos cuidaron (mi madre trabajaba) y enseñaron a ser personas.
El día 29 de abril mi abuelo se sintió algo mal, y al día siguiente murió. El peor instante no fue cuando me enteré de su muerte, ni cuando ví su cuerpo a través del féretro (era la primera persona muerta que veía, y era a quien consideraba mi referente familiar). No.
El peor instante fue éste: el 1 de mayo de 1992, cuando, segundos antes de tapar para siempre el féretro, se acercó Lita a ver a Lito, y tras más de cincuenta años juntos, entre sollozos, le dijo: "¡Adios, Salvador!".
-
El mejor instante de mi vida.
Cuando nos juntamos mi hermano y yo a contar anécdotas, podemos competir con cualquiera a ver a quién le han pasado cosas más curiosas. Una adolescencia divertida y especial, para reírse a carcajada limpia si la recordamos. Tras 1998-99 (noviazgo, boda, nacimiento primer hijo), me cambió la vida totalmente. Y no es tan movido como en la adolescencia, pero las cosas son más intensas (para bien o para mal, ahora yo soy el padre y el co-responsable de la casa).
Quien dice que su vida le cambió cuando tuvo un accidente, o cuando le tocó la bono-loto, es que no ha tenido hijos. No hay mayor cambio en la vida que tener hijos (salvo que seas un marrano rastrojo de los infiernos y no quieras a tus hijos).
Yo he tenido tres hijos, nacidos en 1999, 2000 y 2002. He estado en el parto de los tres (como no podía ser de otra forma, no concibo no estar allí). Cuando tuvimos el primer niño, fue el mayor cambio a nuestra vida, que se llenó hasta los bordes con la nueva personita; cuando tuvimos el segundo el cambio fue menos brusco; y cuando tuvimos el tercero, tal vez menos brusco aún.
En el tercer embarazo nos oímos muchas veces si estábamos seguros, si nos lo habíamos pensado bien, si no era bastante con dos, que cómo íbamos a salir adelante, y demás chorradas por el estilo. Evidentemente, no les íbamos a hacer caso. No voy a caer en la gilipollez de decir que el primero fue más deseado, o lo fue el tercero. No hubo ni un niño más deseado que otro.
Ahora, los tres niños son la esencia y el motor de nuestro hogar y nuestras vidas.
El mejor instante fue éste: el 10 de mayo de 2002, cuando nació mi tercer hijo, Martín, y pude verle la cara. Se parecía extraordinariamente al primero, lo que daba mayor sensación de familia (aún lo hace); ver hasta dónde había llegado mi familia, en el instante de ver a mi tercer hijo por primera vez (con sangre y amoratado, a punto para llorar, que es como nacen los niños, no suele salir ninguno limpito y sonriente), fue el mejor momento.
-
Como véis, ambos instantes de mi vida son corrientes. Y ambos se refieren a la ley de la vida, de la muerte y nacimiento. La muerte del primer familiar directo, el nacimiento del último hijo. Instantes que casi todos hemos vivido o acabaremos por vivir. Instantes corrientes.
-
Nota: Este post está especialmente dedicado a mi hijo Martín, a quien mañana acompañaré al médico. Y a San Martín de Porres (tocayo del niño), a Lito y Lita, y a otros tantos que también estarán con nosotros donde vayamos.

lunes, agosto 23, 2004

Agua, fonemas y papagayos

Llega otro lunes tras un movidillo fin de semana; os hablaré un poco de este fin de semana, en el que, una vez más, los protagonistas han sido los niños (afortunadamente).
.
Y eso que el viernes por la noche, vimos en mi casa, en DVD (mi hermano, yo, y las dos que nos acompañan), la película japonesa Ringu (peli de la que la famosa The Ring es un remake). No está mal, aunque hay que admitir que la americana da más miedo (pequeños detallitos que te dan miedo, por que lo que es la trama, es igual en una y otra).
.
Y el resto del fin de semana, niños. Acompañado por mi hermano y mi cuñada (la madre de los niños trabaja los fines de semana), el sábado fuimos a remojarnos en el río (zona del Alto Mijares). El mayor se atreve a meterse donde cubre agarrado a su flotador, y, moviendo un poco las manos y los pies, sabe desplazarse. No es que sepa nadar, pero es que hasta este agosto no se había mojado más que en la piscinita de niños de casa (que no llega a 20 cm de profundidad). El pequeño aún tiene algo de miedo, y sólo se moja los pies. Y el mediano se mete, pero abrazado todo el tiempo y hasta la barbilla.
No sé si los estoy metiendo mucho o poco; lo que sé es que me niego en redondo a que hagan lo que hice yo: aprender a nadar pasados los 12 años, porque mi madre tenía miedo a que nos ahogáramos o algo así (lo que tiene mucho sentido: si tienes miedo de que a tu hijo le pase algo en el agua, lo mejor es que no sepa nadar...). Este verano no aprenderán a nadar (les quedan dos semanas para ir al colegio), pero no pasará de siguiente. He dicho.
.
Entre el viernes y el sábado, seguimos con la lectura de cartilla según el método silábico. Le tocó el turno a las grafias za, ce, ci, zo, zu. Recuerdo cómo cuando era adolescente me gustaba la política, y no sabía yo si dedicarme a la abogacía o a la enseñanza. Finalmente me decanté por la abogacía, y estoy contento de mi elección. Pero lo cierto es que, ayudando al niño a leer, a los tres niños a pintar, y leyendo o escuchando cosas sobre educación, disfruto como un enano. No me dedicaré nunca a ello, pero al menos me lo pasaré pipa ayudando a mis hijos con los deberes (y espero que salgamos ganando todos de esa situación).
Tras todo esto, llegamos al sitio estelar del fin de semana, visitado el domingo por la tarde: el Jardín del Papagayo, en Benicarló. Vimos a un montón de loros, cotorras, tucanes, cacatúas y demás variedades de pájaros de ese estilo, además de algunos canguros y reptiles; un show donde los loros iban en bicicleta, daban volteretas o se tiraban por un tobogán. Y les dimos de comer pipas y nos los subimos en el brazo o en el hombro. Todo muy divertido (ya tenemos el sitio anotado para posible visita anual con niños).
¿Lo mejor? Ver a los niños acariciar a loros o darles comida, con su carita sonriente de extraordinaria ilusión. Pasamos la tarde haciendo cosas nuevas, se divierten, te diviertes, aprenden... en resumen, una buena idea (y por si alguien lo piensa, la respuesta es no; no tengo nada que ver con el tal jardín ni me llevo comisión; pero uno está tan acostumbrado a que los planes estivales salgan mal, que por una vez que están saliendo bien, pues habrá que alegrarse, digo yo). Podría comentar otras 'episodios fin-semanales', como el castillo de los mounstros, las clases de baile o los muñecos hechos con clips, pero no voy a aburriros más. ;-)
...
Hoy, lunes, voy a batir mi récord de jornada laboral desde que trabajo en Valencia: he llegado a las 7 y media, me iré casi a las ocho, superando las doce horas desde la entrada a la salida (descontando lo que gaste para comer, claro). Y que conste que estoy la mar de pagado, la mar de contento y la mar de activo en mi trabajo. Gracias a este fin de semana, por supuesto (y no sé lo que he hecho para merecérmelo, pero esto está siendo la tónica general).
Sigo trabajando, que ya os conté el fin de semana. Mañana no voy a trabajar (permiso por temas de salud), y esta noche escribiré un post especialmente dedicado. Hasta entonces!

viernes, agosto 20, 2004

Árboles y bosque.

"A veces los árboles no te dejan ver el bosque"; es una expresión que se utiliza a menudo, aplicable a mil situaciones. Por mi parte, a mil y una situaciones: la "una" es nuestra propia vida, y la tan consabida 'busqueda de la felicidad'.
.
Cuando una persona o un grupo de personas no tienen ningún problema grave, parecen sentir una innata predisposición a crearse problemas o enemigos inexistentes. O, en caso contrario, si tienen un problema grave, dedican su atención a problemas o enemigos inexistentes, para ir pasando los días sin hacer frente de veras al problema grave.
.
En una pareja, mil discusiones nacen del mando de la tele, de mil pesetas arriba o abajo, de qué hacemos esta tarde o de por qué ayer me contestaste qué hora era sin mirarme a la cara. Y se resume en un 'es que yo no soy feliz'. Pero esa no-felicidad no tiene forma, no tiene motivos de ser, sino que se instala en la cabeza y se queda allí sin nada que la mueva. Es común hablar de que lo que importa son los pequeños detalles, o de que lo que fastidia las relaciones humanas (amorosas y sociales en general) son las pequeñeces. Narices, no me lo creo. Las pequeñeces fastidian las cosas si son las pequeñas grietas de un problema mayor. Atájese el problema mayor, soluciónese si es posible, y no nos acomodemos en 'es que yo no soy feliz' como si fuera un dogma imposible de cambiar.
.
Casi todas las personas tenemos obligaciones. Laborales, familiares, académicas, o de todo un poco. Y a veces nos superan esas obligaciones, no sabemos por dónde empezar, y estamos 'hartos de todo', queremos mandar todo (y a todos) a la mierda, y nos sentimos inútiles y malos. Y muchas veces, el motivo de todo es no planificarse bien, no tener confianza en uno mismo, intentar abarcar más de lo posible, o agobiarse con mil cosas que no son obligatorias y te fastidian la vida, cuando las podrías dejar si quisieras. No digo que sea fácil, pero con el concurso, únicamente, de nuestra voluntad, podemos salir adelante. Pero hemos de atraparla (a nuestra voluntad).
.
Y, por supuesto, están las personas que tienen problemas de verdad, que no es que haya árboles que no les dejen ver su bosque; es que no tienen tal bosque que ver. Pero también para éstos hay truco: pedir ayuda, y dejar que te ayuden a encontrar su bosque.
..
No he descubierto la panacea de la felicidad, ni he hecho en cuatro párrafos una síntesis psicológica, ni tengo pretensiones de ello (lo que me faltaría, vamos).
Simplemente, conozco a muchas personas (supongo que todos lo hacemos) que podrían ser mucho más felices de lo que son, o simplemente dejar de autocompadecerse, sólo con la voluntad de proponérselo.
Una vez leí en Mortadelo y Filemón una escena donde les decían a los agentes de la T.I.A. que debían ir a un lugar secreto y peligroso. Uno de los dos preguntaba cómo se iba, y les respondían que poniendo el pie izquierdo delante de tu cuerpo, luego el derecho, y así sucesivamente, pasito a pasito, sorteando las paredes y abriendo las puertas. Tenía su gracia, pero es que es verdad: para ir a un sitio, para alcanzar un objetivo, lo primero que hay que hacer es dar un paso hasta ello. Y luego otro, y otro, y otro, sucesivamente, sorteando las paredes y abriendo las puertas.
.
Fin del post de hoy; Sol y bosque, en los tres últimos post: quiero que las cosas vayan a mejor, e irán.

martes, agosto 17, 2004

Luz del Sol

Y hoy he dormido muy pocas horas, pero no me he quedado frito en el tren.
Y ayer llevé a mis hijos por la tarde donde quisieron, donde aprendieron, y donde se lo pasaron bien.
Y hoy hice una cosa de trabajo que debía haber hecho ya pero nunca encontraba el momento.
Y ayer avancé un poco más en mi integración dentro de nuevos conocimientos y amistades.
Y en unos días estaré cenando y planeando más inquietudes políticas para este 'curso'.
Y en diez días, comienzo a participar de un nuevo acto social con mi padre, que se merece mucho más cariño, respeto y cercanía del que tiene.
Y anteayer estuve con los críos en remojo, enseñando a nadar un poquito al mayor.
Y el fin de semana que viene mis hijos ya saben las cosas divertidísimas que vamos a hacer.
Y ayer desempolvé un par de carpetas con leyes para estudiar y asegurarme mejor mi futuro.
Y la semana que viene, ¡por fin!, empieza la solución al único problema de salud que me ha preocupado durante el último año.
Y ayer mi hermano me comentó cómo planeaba buenas decisiones para sí mismo.
Y en un mes me matricularé y volveré a ser universitario, para acabar de una vez mi segunda carrera.
Y estos días he dado dos pasos para hacer la web que quería: la de mi equipo de fútbol.
Y hoy llamaré a una persona que espera mi llamada para poder ayudarla, en una situación complicada, sin ofrecer ni pedir nada a cambio, bajo la buena voluntad.
Y ayer sonreía en el tren, y sea efecto óptico o realidad, me sonrieron.
Y hoy preguntaré por un detalle que he ido retrasando mucho tiempo, pero sólo hasta hoy.
Y ayer decidí que quienes no me merezcan no me tendrán a su lado.
Y ayer, tras llegar a casa, pude hablar a mis hijos de compartir, de los besos, de la higiene y de la magia (con ayuda de un cuento de Beatrix Potter), pude darles un beso, decirles que les quiero y verles dormir, e irme a sentarme en una silla pensando que no me estoy perdiendo su infancia ni su crecimiento, y que soy feliz por ello.
...
Definitivamente, he podido alzar los ojos y ver de nuevo cómo llegaba hasta mí la luz del Sol.

lunes, agosto 16, 2004

Perilla (y fin).

El día 8 de junio, escribí alguna cosa sobre mi perilla en el blog. Copio aquí un resumen (para quien no quiera pasarse por junio):
"En su día, llevaría mi primera perilla por todo eso de rebeldía y gaitas. Luego, cuando pasaba por un mal momento, me despreocupaba de mí mismo y no me afeitaba (y como no me sale barba, parecía que me dejara perilla). Y, a partir de ahí, lo institucionalicé. Perilla en momentos dificiles (no malos necesariamente; difíciles).
Mi perilla actual está en permanente récord de duración. Más arregladita, que ya he aprendido a convivir con ella. Este verano cumplirá un año (cómo pasa el tiempo); tanto que, gente que no me conocía de antes (los mensistas sobretodo), si me ven en una foto sin perilla, les resulto extraño.
No sé si llegará pronto el momento de afeitarme de nuevo de una puñetera vez, pero no lo parece. Tal vez no es lo normal estar afeitado, sino lo contrario."
.
Hace mucho tiempo, tuve una conversación parecida a ésta:
- Dáte cuenta de una vez: ya nunca te digo que te quiero.
- ¿Cómo que no? Me lo dices casi todos los días; yo te digo 'te quiero', y tú respondes 'yo también'
- Sí, es posible. Pero párate a pensar: ¿hace cuánto que no nace de mí el decírtelo?
.
En julio del 2003 empecé a dejarme perilla. Y decidí no volver a afeitarme, hasta oír de nuevo decir a alguien que me quería.
.
Anteayer, en la habitación de mis hijos (tras leerles un cuento y decirles que les quiero, como todas las noches):
- Buenas noches, Juanma, Salva, hasta mañana.
- (Juanma, 5 años y 1 mes) Buenas noches, papá, te quiero.
.
Ayer, trescientos ochenta y seis días después, me afeité.
Adiós, perilla; ya llega aquí la luz del Sol.

miércoles, agosto 11, 2004

Decir lo que se quiere oír.

Lectores y lectoras de este blog, y por extensión, ciudadanos del mundo: nunca jamás seáis sinceros.
La sinceridad sólo es buena cuando coincide con lo que la persona que la recibe quiere oír. Si no, no lo es, y además tú (el sincero) eres el culpable. No digas lo que de verdad piensas a tus amigos ni a tus familiares. Perderás simpatía, cercanía y afecto.
No digamos en otros campos (trabajo, relaciones de pareja, política). ¿Quieres decir lo que piensas? Allá tú, luego carga con las consecuencias.
Todo el mundo dice que quiere que les digan lo que realmente se piensa. Y una mierda. La gente quiere escuchar X, y que además les juren y perjuren que X es lo que realmente pensamos cuando lo decimos. Pero si dices Y en vez de X, prepárate a verlas venir. Y, decididamente, olvídate a que te vayan bien las cosas.
¿Trabajo? ¿relaciones sociales? Dependerán de muchas cosas, pero, entre otras, de que sepas dorar la píldora y decir lo que se quiere oír. ¿Qué entonces las relaciones personales que se van creando son falsas? ¡Ah!, ¿pero eso importa algo?
Desgraciadamente, nunca he sabido dorar la píldora a nadie, ni hablar en contra de lo que yo mismo pienso. Así me ha ido. Aunque he de reconocer que me lo paso mejor, aprendo más y sigo mejor los consejos de los buenos amigos que tengo. Conozco a mucha gente (recordad: siempre he estado metido en la política, jejeje) que o te sonríe exageradamente o te gira la cara; sus juicios de valor no tienen nada de su nombre, nada de valor. Conozco a gente que siempre es amable por un interés determinado, y aumenta o disminuye el grado de su amabilidad conforme a ese interés. Otro cero en valor para lo que diga. Y conozco gente (mi hermano, mi excompañera, algún amigo político y no-político...) que dicen lo que piensan, te guste o no, y reciben de buen grado lo que puedas decir tú (aunque no coincidas con ellos). De ésta gente se puede aprender y gracias a ellos se puede avanzar; vale la pena escucharles. Al resto, no.
Últimamente he tenido algún mal rollo por decir lo que pienso y no lo que el de enfrente quiere oír. Que se jodan por tres veces. Que se jodan, que se jodan, que se jodan. A veces me arrepiento y pienso que mejor sería hacer lo más práctico, pero cuando toca de cerca no puedo. Y no hay nada importante que arriesgar esta vez. No diré X cuando pienso Y.
Nota: ¡ojo! Decir lo que se quiere oír dista mucho de decir las cosas con respeto, amabilidad, y si la persona lo requiere, cariño. El respeto y la amabilidad deberían ser algo común en las relaciones humanas, y la sinceridad y franqueza también. Que son perfectamente compatibles, y además, si van juntos, se llevan bien.

lunes, agosto 09, 2004

Pequeños buenos detalles

Hoy lunes me he despertado agusto. Un poco tarde (he perdido mi tren, he cogido el siguiente y he llegado tarde al trabajo...), pero agusto. Ha sido un buen fin de semana.
El jueves por la tarde, el plan entre mi hermano, mi cuñada y yo para hacer la Romería del Santísimo Salvador de Onda con los tres niños (su madre trabajaba), salió a la perfección. Incluso por parte de los niños, que aguantaron los cuatro kilómetros de subida a la ermita como si de una aventura se tratara.
El viernes (me había pedido día libre en el curro), lo iniciamos comprando regalos para todo el mundo (los niños y yo), y lo acabamos merendando en casa de mi hermano celebrando su 32º cumpleaños. Llorosos los dos, tras ver mil fotos antiquísimas (algunas las habíamos perdido en la memoria y todo, con algunos de nuestros amigos irreconocibles), y escuchando un disco de plato con canciones del osito Misha, los Barbapapás, Casimiro o ¡Belfy y Lillibit! Sniff...
El sábado por la tarde, fui acompañado de mis dos hijos mayores al fútbol (hacía casi medio año que no iba, pero ésta es una circunstancia que voy a enmendar esta temporada), a la presentación de mi equipo, el C.D.Onda. Y colgué la portadita de lo que será mi web del equipo (no os digo la dirección, que muy poquita cosa hay aún).
Y el domingo, sección de piscina, flotador y natación por la mañana (con los críos), y sección de cine (El Retorno del Rey) con visita familiar por la tarde.
En realidad no hicimos nada muy especial, ni muy mágico ni esplendoroso: sólo nos limitamos a hacer lo que queríamos y pasárnoslo bien. Y el resultado es que lo hemos conseguido: los niños y yo nos hemos divertido como enanos.
Y, en esta ocasión, hay un plus: todo el tiempo parecía que el destino quisiera fastidiarnos la gracia. Posible lluvia el día de la romería, se nos engancha el carro, dificultades para quedar en el cumpleaños, casi sin entrada para el fútbol, etc etc, además de innumerables pequeños malos detalles o malos rollos de esos que te pueden echar por tierra un buen día.
¿Y qué hicimos? Sonreír, tomarse todo con humor, tirar p'alante y pensar en pasárselo bien juntos. Y dejar a los pequeños malos detalles como están: como detalles, y pequeños (y si no les miras, pequeñísimos). Y a los pequeños buenos detalles como deben estar: hacerles protagonistas de la velada, y verlos grandotes.
A ver si el secreto va a estar por ahí.
;)

jueves, agosto 05, 2004

6 de agosto, Salvador

Mañana celebramos en Onda (my city) la Fiesta Mayor del Patrón de la localidad: el Santísimo Salvador. Me he pedido día libre en el trabajo (también es verdad que he de suplir a E., que trabaja, y he de cuidar -es decir, jugar, saltar, gritar y romper cosas- a los niños).
Mi abuelo se llamaba Salvador. Mi hermano tiene como segundo nombre el mismo, y mi hijo mediano tiene ese nombre. Además, mi hermano nació precisamente el día de mañana, un 6 de agosto de 1972 (felicidades, brother!! -me niego a llamarte cuqui; por cierto, oh, perdón, he desvelado su tierna edad).
En conclusión: mañana es día de fiesta en el pueblo, y día de fiesta familiar. Ya os contaré cómo ha ido todo (lo que haya tenido que ir, que las cosas suelen ser variables con marejada del Norte).
En otro orden de cosas, el sábado es la presentación de mi equipillo de fútbol, el C.D.Onda, de 3º división. Haré lo posible por ir, que en la cabeza me ronda la idea de crear una web del equipo de fútbol como aficionado. Por cierto, que no os lo he contado nunca, pero además de mi web propia, en su día hice otra web mía más cutrilla (sí, sí, más aún), y he hecho una web de razas de perros de mis padres, e hice (aunque ahora ya no participo, pero el 50% del diseño aún es mío) la web del Partido Popular de Onda. Estáis todos invitados a verlas (y horrorizaros en la mayoría de los casos).
Y finalizo con mi idea de esta tarde, a ver si las cosas me salen bien: ir a la Romería del Salvador de Onda. Hace unos años, se inició la costumbre de salir la tarde antes de la fiesta del Salvador (si antes me leías y no mirábais sin entender la pantalla, habréis adivinado que es esta tarde) en romería hasta la ermita del mismo nombre, que está a casi cinco kilómetros del centro del pueblo.
Sólo he faltado una vez a la romería, y he ido en ocasiones de político local (cuando era concejal), y en otras con los amigos y mi hermano. Ninguno de mis hijos ha ido (eran muy pequeños, aunque el año pasado a mí me apetecía un poco llevarlos).
Bueno, pues su madre trabaja esta tarde, así que o me llevo a los niños, o no voy yo. Debo quedar y montar un operativo especial con mi hermano y mi cuñada para poder ir todos y que los niños no se cansen (o no se hagan los cansados, más bien, que energías tienen más que yo). Deseadme suerte y agradecimientos a mi brother&his_girl y que os pueda contar mañana lo bien que se lo pasaron los niños.
De nada.

miércoles, agosto 04, 2004

Yo contra yo-niño (bis)

He encontrado una cita en internet: "Un niño es la verdad con la cara sucia, la sabiduría con el pelo desgreñado y la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo".
No salí tan mal parado al enfrentar mi 'vida y circunstancias' actuales a mi yo-niño. Sigo siendo idealista, pensando que las personas son buenas en general, y disfruto jugando, leyendo, modelando plastilina. Aunque, eso sí, he perdido muchas batallas, y he gastado muchas fuerzas en aquellas ilusiones o por aquellos ideales. Muchas de mis ilusiones las he abandonado, y otras las he perdido, pero tras haber luchado por ellas.
Cuando tienes una ilusión, luchas por ella, pero no llegas, no te han derrotado. La derrota es abandonarla, no perder en la batalla por conseguirla.
Aunque también es cierto que me he vuelto mucho más práctico. Pragmático. Y todo (o casi todo) en mi vida se regula por unos horarios y acciones que no son muy de niño, ni de la concepción del mundo de un niño.
Pero no lo tengo perdido: soy capaz de llegar a esconderme en un rinconcito del mundo y buscar algo de la magia, juego e ilusión infantil. Aunque no soy capaz de hacerlo solo: lo puedo hacer sólo con mis hijos, y gracias a ellos.
En alguna ocasión leí que a algunas personas, el tener hijos provoca que 'resucite' su alma de niño. Últimamente me siento así con ellos, y creedme, es una bendición.
NOTA: Han pasado muchas cosas en los últimos 18 meses, alguna vez lo he comentado en el blog. Mi respuesta personal a enfrentarme con mi "yo-niño" es positiva; pero lo es ahora, cuando, al final de mi travesía del desierto, mi vida se llena con mis hijos de una forma especial. Muy posiblemente (no, no posiblemente: seguro del todo, mejor dicho), mi "yo-niño" me hubiera vapuleado hace un año, y hace dos, y hace tres.

lunes, agosto 02, 2004

Yo contra yo-niño

Todos nosotros, en alguna ocasión, hemos luchado contra nosotros mismos. Bien sea para decidir qué hacer, o tachar de correcto o incorrecto una actitud o pensamiento. Y, salvo que la batalla se eternice, siempre salimos ganando. De un yo contra yo suele salir un yo más fuerte.
Ahora, me planteo una lucha contra mí mismo; pero ésta es diferente, y me temo que no va a resultar nada sencilla, y me siento perdedor de antemano.
Me planteo una conversación yo-actual contra yo-niño.
Ilusiones, juegos, sueños, ideales, ganas de aprender y de vivir...
Ya sé, ya sabemos, que no podemos de-crecer y volver a ser críos, y que todo vuelva a nuestra infancia. Pero aquella especie de 'sangre con chispas' que circulaba dentro nuestro, ¿no podría seguir circulando?
Los niños piensan que los mayores tienen la sabiduría y la verdad, que sus deciciones y agendas son las correctas, y que hay que aprender de ellos. Los mayores no nos tomamos en serio la opinión de los niños, y las cosas que son importantes para ellos, en una actitud que va de la indiferencia a los pequeños, a la burla y la socarronería.
Cuando llegue a mi almohada, hablaré conmigo mismo (de niño), y mañana os contaré el resultado. Pero ahora os adelanto un secretillo: la sabiduría y la verdad no las tienen los mayores, las perdieron cuando dejaron de ser niños.