viernes, agosto 20, 2004

Árboles y bosque.

"A veces los árboles no te dejan ver el bosque"; es una expresión que se utiliza a menudo, aplicable a mil situaciones. Por mi parte, a mil y una situaciones: la "una" es nuestra propia vida, y la tan consabida 'busqueda de la felicidad'.
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Cuando una persona o un grupo de personas no tienen ningún problema grave, parecen sentir una innata predisposición a crearse problemas o enemigos inexistentes. O, en caso contrario, si tienen un problema grave, dedican su atención a problemas o enemigos inexistentes, para ir pasando los días sin hacer frente de veras al problema grave.
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En una pareja, mil discusiones nacen del mando de la tele, de mil pesetas arriba o abajo, de qué hacemos esta tarde o de por qué ayer me contestaste qué hora era sin mirarme a la cara. Y se resume en un 'es que yo no soy feliz'. Pero esa no-felicidad no tiene forma, no tiene motivos de ser, sino que se instala en la cabeza y se queda allí sin nada que la mueva. Es común hablar de que lo que importa son los pequeños detalles, o de que lo que fastidia las relaciones humanas (amorosas y sociales en general) son las pequeñeces. Narices, no me lo creo. Las pequeñeces fastidian las cosas si son las pequeñas grietas de un problema mayor. Atájese el problema mayor, soluciónese si es posible, y no nos acomodemos en 'es que yo no soy feliz' como si fuera un dogma imposible de cambiar.
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Casi todas las personas tenemos obligaciones. Laborales, familiares, académicas, o de todo un poco. Y a veces nos superan esas obligaciones, no sabemos por dónde empezar, y estamos 'hartos de todo', queremos mandar todo (y a todos) a la mierda, y nos sentimos inútiles y malos. Y muchas veces, el motivo de todo es no planificarse bien, no tener confianza en uno mismo, intentar abarcar más de lo posible, o agobiarse con mil cosas que no son obligatorias y te fastidian la vida, cuando las podrías dejar si quisieras. No digo que sea fácil, pero con el concurso, únicamente, de nuestra voluntad, podemos salir adelante. Pero hemos de atraparla (a nuestra voluntad).
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Y, por supuesto, están las personas que tienen problemas de verdad, que no es que haya árboles que no les dejen ver su bosque; es que no tienen tal bosque que ver. Pero también para éstos hay truco: pedir ayuda, y dejar que te ayuden a encontrar su bosque.
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No he descubierto la panacea de la felicidad, ni he hecho en cuatro párrafos una síntesis psicológica, ni tengo pretensiones de ello (lo que me faltaría, vamos).
Simplemente, conozco a muchas personas (supongo que todos lo hacemos) que podrían ser mucho más felices de lo que son, o simplemente dejar de autocompadecerse, sólo con la voluntad de proponérselo.
Una vez leí en Mortadelo y Filemón una escena donde les decían a los agentes de la T.I.A. que debían ir a un lugar secreto y peligroso. Uno de los dos preguntaba cómo se iba, y les respondían que poniendo el pie izquierdo delante de tu cuerpo, luego el derecho, y así sucesivamente, pasito a pasito, sorteando las paredes y abriendo las puertas. Tenía su gracia, pero es que es verdad: para ir a un sitio, para alcanzar un objetivo, lo primero que hay que hacer es dar un paso hasta ello. Y luego otro, y otro, y otro, sucesivamente, sorteando las paredes y abriendo las puertas.
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Fin del post de hoy; Sol y bosque, en los tres últimos post: quiero que las cosas vayan a mejor, e irán.

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