lunes, agosto 16, 2004

Perilla (y fin).

El día 8 de junio, escribí alguna cosa sobre mi perilla en el blog. Copio aquí un resumen (para quien no quiera pasarse por junio):
"En su día, llevaría mi primera perilla por todo eso de rebeldía y gaitas. Luego, cuando pasaba por un mal momento, me despreocupaba de mí mismo y no me afeitaba (y como no me sale barba, parecía que me dejara perilla). Y, a partir de ahí, lo institucionalicé. Perilla en momentos dificiles (no malos necesariamente; difíciles).
Mi perilla actual está en permanente récord de duración. Más arregladita, que ya he aprendido a convivir con ella. Este verano cumplirá un año (cómo pasa el tiempo); tanto que, gente que no me conocía de antes (los mensistas sobretodo), si me ven en una foto sin perilla, les resulto extraño.
No sé si llegará pronto el momento de afeitarme de nuevo de una puñetera vez, pero no lo parece. Tal vez no es lo normal estar afeitado, sino lo contrario."
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Hace mucho tiempo, tuve una conversación parecida a ésta:
- Dáte cuenta de una vez: ya nunca te digo que te quiero.
- ¿Cómo que no? Me lo dices casi todos los días; yo te digo 'te quiero', y tú respondes 'yo también'
- Sí, es posible. Pero párate a pensar: ¿hace cuánto que no nace de mí el decírtelo?
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En julio del 2003 empecé a dejarme perilla. Y decidí no volver a afeitarme, hasta oír de nuevo decir a alguien que me quería.
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Anteayer, en la habitación de mis hijos (tras leerles un cuento y decirles que les quiero, como todas las noches):
- Buenas noches, Juanma, Salva, hasta mañana.
- (Juanma, 5 años y 1 mes) Buenas noches, papá, te quiero.
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Ayer, trescientos ochenta y seis días después, me afeité.
Adiós, perilla; ya llega aquí la luz del Sol.

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