miércoles, agosto 11, 2004

Decir lo que se quiere oír.

Lectores y lectoras de este blog, y por extensión, ciudadanos del mundo: nunca jamás seáis sinceros.
La sinceridad sólo es buena cuando coincide con lo que la persona que la recibe quiere oír. Si no, no lo es, y además tú (el sincero) eres el culpable. No digas lo que de verdad piensas a tus amigos ni a tus familiares. Perderás simpatía, cercanía y afecto.
No digamos en otros campos (trabajo, relaciones de pareja, política). ¿Quieres decir lo que piensas? Allá tú, luego carga con las consecuencias.
Todo el mundo dice que quiere que les digan lo que realmente se piensa. Y una mierda. La gente quiere escuchar X, y que además les juren y perjuren que X es lo que realmente pensamos cuando lo decimos. Pero si dices Y en vez de X, prepárate a verlas venir. Y, decididamente, olvídate a que te vayan bien las cosas.
¿Trabajo? ¿relaciones sociales? Dependerán de muchas cosas, pero, entre otras, de que sepas dorar la píldora y decir lo que se quiere oír. ¿Qué entonces las relaciones personales que se van creando son falsas? ¡Ah!, ¿pero eso importa algo?
Desgraciadamente, nunca he sabido dorar la píldora a nadie, ni hablar en contra de lo que yo mismo pienso. Así me ha ido. Aunque he de reconocer que me lo paso mejor, aprendo más y sigo mejor los consejos de los buenos amigos que tengo. Conozco a mucha gente (recordad: siempre he estado metido en la política, jejeje) que o te sonríe exageradamente o te gira la cara; sus juicios de valor no tienen nada de su nombre, nada de valor. Conozco a gente que siempre es amable por un interés determinado, y aumenta o disminuye el grado de su amabilidad conforme a ese interés. Otro cero en valor para lo que diga. Y conozco gente (mi hermano, mi excompañera, algún amigo político y no-político...) que dicen lo que piensan, te guste o no, y reciben de buen grado lo que puedas decir tú (aunque no coincidas con ellos). De ésta gente se puede aprender y gracias a ellos se puede avanzar; vale la pena escucharles. Al resto, no.
Últimamente he tenido algún mal rollo por decir lo que pienso y no lo que el de enfrente quiere oír. Que se jodan por tres veces. Que se jodan, que se jodan, que se jodan. A veces me arrepiento y pienso que mejor sería hacer lo más práctico, pero cuando toca de cerca no puedo. Y no hay nada importante que arriesgar esta vez. No diré X cuando pienso Y.
Nota: ¡ojo! Decir lo que se quiere oír dista mucho de decir las cosas con respeto, amabilidad, y si la persona lo requiere, cariño. El respeto y la amabilidad deberían ser algo común en las relaciones humanas, y la sinceridad y franqueza también. Que son perfectamente compatibles, y además, si van juntos, se llevan bien.

No hay comentarios: