miércoles, julio 13, 2005

Separación y niños (III): La vida sigue

Ya sé que soy un pesado, y que un poco es bueno y un mucho cansa. Pero aquí sigo dando cuenta del planteamiento sobre la separación y los niños. Estoy seguro de que releer esto en el futuro será muy útil para mí.
Por cierto, al final del mensaje escribo una reflexión general sobre todo esto, a raíz de un acertado comentario de Hari en la entrada anterior.

c) La vida sigue: actuar con normalidad y naturalidad

Una vez leí un listado de las situaciones en la vida de uno que pueden generar estrés, angustia o depresión. Una separación matrimonial suponía una de las situaciones más relevantes; decididamente, no es fácil lidiar con ella.
Así que mantener la normalidad y actuar con naturalidad y bajo los horarios establecidos puede ser simplemente utópico para algunas personas; no sólo es normal, sino que todos tenemos derecho a no ser perfectos y mantener el tipo pase lo que pase.

Pero eso no quita que para los niños sea una ventaja considerable: mantener los horarios y hábitos, actuar con naturalidad y bajo las mismas normas de siempre con ellos. El niño necesita sentirse seguro y bajo unas condiciones de vida que pueda preveer.
Si hay costumbre de ir a la piscina los domingos y leer un cuento todas las noches, es posible que no tengamos ningunas ganas de piscinas, cuentos ni gaitas. Pero le hacemos un favor al chiquillo si lo mantenemos.

Habrá cosas que no se puedan mantener, como el hecho de que por las noches uno de los padres ya no estará allí. O en mi caso, he estado una semana llevando cosas, muebles y trastos, cuando casi todas las tardes estaba jugando con ellos. Bien: está claro que no se puede llegar a todo; pero mantengamos aquello a lo que sí se pueda llegar.

Los niños saben que se va a producir un cambio importante en su vida; pero ese cambio no implica que ya no le queramos, o que las normas de convivencia anteriores se vayan a freír gárgaras porque no estaban bien puestas. No. El cambio sólo ha de afectar a lo que es necesario que afecte, y a nada más.


Junto a todo ello, debemos actuar con normalidad también en lo que respecta a la práctica de la separación. Cuanto más nos comuniquemos entre la pareja (y ellos vean que nos comunicamos), tratemos con objetividad y respeto (y en la medida que quepa, aprecio) el cómo va a quedar cada casa y las relaciones entre las casas, mejor. Si los niños nos ven aceptar la situación y actuar en consecuencia, antes lo aceptarán ellos.

A modo de ejemplo, os comento que dos días antes de irme del "domicilio conyugal" (en los papelorios nurocráticos se llama así), fuimos todos juntos a ver el piso donde me iba a vivir. Les enseñé a los críos el piso, dónde iban a estar ellos y la mayoría de las cosas. Lo más importante de todo es que se vino también la madre de los niños, que participaba sin problemas en la conversación sobre la nueva casa. Nos quedamos a merendar todos (papá, mamá, pitufos uno, dos y tres, y la perra: Comando Piruleta al completo!), y luego volvimos a la casa.

Y a los dos días, me despedí antes de ir a dormir (ya dormía en el nuevo piso). Sin grandes aspavientos ni emociones: sabíamos que al día siguiente iba a volver allí a tener un feliz paseo con la perra. Como todos los días.

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Hari (hola!) me comenta, muy acertadamente, en la anterior entrada:

>Objetivo "sin culpas" cumplido
Uffff. Suerte en el futuro.
( Siempre negatifo ... )







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