viernes, junio 24, 2005

Dícese de un objetivo que se cumplió

Dentro de menos de un mes se cumplirán dos años de "el principio del fin". Durante todo este tiempo he vivido una especie de "montaña rusa" anímica y emocional (noticia que la práctica totalidad de los pocos lectores de este blog ya conocen).

He sufrido el riesgo de quedarme sin la convivencia con mis hijos. Quizá demasiado tiempo; nunca creí que pudiera llegar a preocuparme por seguir viéndoles crecer todos los días (no podía suponer que algo así iba a estar en vilo); y, cuando me he tenido que preocupar de ello, ha ocupado una trascendencia absoluta en mi vida.

No me da reparo reconocerlo (es más, me siento orgulloso de que sea así): lo más importante de mi vida, el principal objetivo vital que me ha rondado la cabeza todo este tiempo, ha sido la convivencia con mis hijos.


***
Recuerdo una serie de entradas sobre el Auryn de La Historia Interminable, y su inscripción "Haz lo que quieras", con las que nos obsequió Rapunzell (destilando esa actitud fabulosa ante la vida que tienen algunos madrileños enlazados aquí a la derecha).

Muchas veces me he preguntado qué quería ser yo de mayor. Qué es lo que quería hacer con mi vida.
A los dos años, de mayor quería ser gato. Me ataba un cinturón de bata que llevaba a modo de cola y me pintaba unos bigotes.
Después, de niño/pre-adolescente, quería ser sacerdote (inciso: espero no haber causado desmayo alguno con esta revelación).
De adolescente/joven, quería ser profesor (más de mayores, como universitarios o instituto, que de niños) o político. Así que me puse a estudiar Derecho en la Universidad.
Y ahora soy funcionario de la Generalitat Valenciana.

Por otro lado, no ligué ni una piedra hasta los 19 años, y esto de tener hijos estaba en otra edad del sol (habida cuenta de que a mí, en principio, nunca me han gustado los críos).

En resumen: con lo del "haz lo que quieras", iba yo más perdido que Bastian en Fantasía. Sin duda, me habría ido mucho peor que a él.

***
Pero fui creciendo, trabajando, casándome y teniendo hijos, uno detrás de otro: uno, dos, y tres. Y empecé a jugar con mis tres hijos. Y a contarles cuentos, y a bañarles, hacerles la cena, escucharles, o reírme junto a ellos.

Me acostumbré a abrazar a mis hijos todos los días al llegar a casa, y a echarles un último vistazo todas las noches, antes de dormirme yo, mientras ellos ya soñaban con sus ojos cerraditos.

Un día triste y oscuro, se plantó ante mí el peor demonio que podía presentarse: la idea de que no habría nadie a quien abrazar al llegar a casa, no habría ningún niño soñando al que dar un beso antes de ir a dormir.
Estaba en riesgo la convivencia con mis hijos.



Y desde ese momento, como si de Bastian con el Auryn se tratara, no he dudado respecto a "qué es lo que quiero". No perder a mis hijos.

***
En una separación matrimonial, la mujer lleva las de ganar respecto a la custodia. Yo nunca he querido que mis hijos perdieran la convivencia conmigo, pero tampoco con su madre: me convertí en férreo defensor de la custodia compartida. Pero no había ningún acuerdo seguro.
Todo en el aire, todo en riesgo.

Hace más de un mes, presentamos un acuerdo al juzgado con custodia compartida.
Y esta mañana hemos ido ambos a ratificar el acuerdo. Antes de la ratificación, podíamos echarno atrás respecto al acuerdo. Una vez ratificado, podremos separarnos de hecho o no, pero ante el Juzgado está firmado y ratificado un acuerdo que incluye la custodia compartida.

Ahora ya está: la convivencia con mis hijos está blindada.

Soy extraordinadiamente feliz, y estoy orgulloso de mí mismo y de todos aquellos que me han podido ayudar, escuchar, leer, aconsejar, opinar, o en general, estar a mi lado.

Esta mañana, en el día de San Juan (santo de mi padre y de mi hijo, curiosamente), he logrado que la custodia compartida sea un acuedo blindado jurídicamente.

No sé si me separaré o no; ni en qué casa viviré; ni de qué voy a comer dentro de tres años.
Pero sé que estaré con mis hijos. Hace dos años me marqué ese objetivo, y tuve más claro que nunca qué es lo que quería hacer. Y hoy es un día feliz.

***
¿Y a partir de ahora, qué es lo que quiero?

Bien. Eso será tema de otro post.
Pero tengo dos post pendientes:
- una historia emocional sobre el acuerdo al que hago referencia en esta entrada (me perdonaréis por ser cursi y lacrimógeno, pero es que lo tengo que contar)
- mi opinión sobre los matrimonios; aunque, leyendo un comentario de teablogger en el blog de Fantine, queda poco más que decir, aparte de admitir que los franceses, en esto, están una era de evolución social más allá que nosotros
- y el post de cuál será mi objetivo ahora (que debe ser asegurar el pan y viandas para esos hijos de los que he asegurado nuestra convivencia en común)

No hay comentarios: