miércoles, agosto 24, 2005

Horror y pavor.

Voy leyendo en los blogs de amigos y residentes, que la gente vuelve de vacaciones y todo eso; y se anima a escribir de nuevo sus impresiones, y comentarlas y tal. Y mientras, mi blog está parado y "sin noticias de Dios"... pues nada, será cosa de coger papel y lápiz (es un decir) y escribir de nuevo. Además, alguna cosa que otra sí que quiero contar. Pongámonos a ello.

Os voy a hablar de mi boca. Hace cosa de un mes empecé a tener un flemón, que acabó hinchándome toda la parte izquierda del rostro. Y cuando empezaba a bajarse, me empezaron a doler las muelas de la parte derecha inferior. Si hago cuentas, resulta que 1/3, como poco, de mi último año, he estado condicionado por el dolor de muelas.

Como habréis adivinado, mi higiene bucal durante mucho tiempo anduvo pareja a mi estabilidad laboral (cero patatero), y mis visitas al dentista de los últimos quince años suman otro cero.

Pues bien. El martes 9 de agosto, no me puse el despertador para ir a trabajar a Valencia. Despertándome muy tarde, y sin posibilidad de llegar con un horario decente al trabajo, sólo podía excusarme en una visita del médico. Una de dos: o me rompía un brazo a golpes contra la pared, o iba al dentista.

Tras mucho dudar... fui al dentista. Por fin. Y es que el dentista me da un miedo atroz. Pero no puedo seguir viviendo con dolor de muelas sempiterno; y además, debo servir de ejemplo para mis hijos.

Cuando salí del dentista, tenía más miedo; y esta vez, el miedo lo compartía con mi cuenta corriente... me han de sacar entre 4 y 7 muelas, y me empastan todas las que no me saquen. Sí, sí, habéis leído bien. Menudo horror.

Eso sí, chicas del mundo, atención: me va a quedar una boca estupenda (que conste en acta, plis). Aunque, tras el esquilamiento general de mi vida (ya sabéis, ejem), y éste esquilamiento particular, chicas, la cena la pagáis vosotras. I'm sorry.

La pregunta del millón, que me sirve para autoconsolarme, es la siguiente: ¿por qué demonios voy ahora al dentista? ¿no sería mejor haber ido hace algún tiempo, cuando aún alguna muela tenía salvación? ¿o, ya puestos, esperar un poco más, a habituarse al nuevo equilibrio familiar, estudiar oposiciones, y todo eso?

Pues no. Si voy ahora al dentista es porque éste, y no otro, es el momento (digamos... el año) adecuado para ello. Con todo lo que me ha ido sucediendo en este inolvidable año, he reunido el suficiente valor (y confianza en mi capacidad y tal) para acabar abriendo la boca en la consulta de un sacamuelas. En otro momento, no hubiera sido capaz. Si me espero, tampoco hubiera sido capaz. Es más, dudo de que la valentía me llegue a día señalado para la primera extracción (el siete de septiembre, ya os contaré).

****



Antes de que os descojonéis por el contenido del post; creedme, esto del dentista era una especie de miedo atávico que tenía dentro de mí. He ido dejando que se deterioraran los dientes sin aparecer por una consulta (ya habéis leído el magnífico resultado de tal estrategia: 4 extracciones, muchos más empastes). Y con la que "me está cayendo", me he dicho: "ahora o nunca". El otro día, saliendo del dentista, me sumé algunos puntos en la tabla "siéntase orgulloso de sí mismo".

No hay comentarios: