lunes, enero 17, 2005

Enero productivo.

Este mesecito de enero me está resultando de lo más productivo.
No tengo conciencia de grandes cambios (no los hay), pero los acontecimientos y los planes van marchando, de forma eficiente. Me gusta pensar en mis pequeños planes a corto plazo, una especie de "lluvia fina" como la que llevó al PP a su mayoría parlamentaria (disculpen Uds. la analogía política).

El caso es que este mes he vuelto a leer y a pasearme mientras almuerzo por la Biblioteca de Valencia (que no viene mal), he echado la instancia a una de las oposiciones que van saliendo (a ver si estabilizo mi puesto de trabajo), y vuelvo a ordenar viejos papeles.

Por otro lado, he apuntado a los niños a un taller de iniciación a la lectura, además de comprometerme a llevarlos al cine infantil y a unas sesiones de cuentacuestos (humilditas, que serán en mi pueblo). No llevo idea de quedarme encerrado en casa con los niños para que se empapen de televisión. Mucho menos los fines de semana; sin ir más lejos, este último fin de semana hemos disfrutado de bicicletas y una cruenta lucha con espadas de madera en el parque.

Está llegando el momento de implicarme tanto como pueda -y sea conveniente- en la educación de mis hijos. Ahora me siento implicado y enterado, pero quiero más (mi frase del 2005). En otros tiempos, disfrutaba dentro de una reunión política. Ahora disfruto leyendo cuentos, dibujando con acuarelas o tiza, y hablando sobre estrategias educativas.

Y como la mejor educación es dar ejemplo (que se lo digan a Atticus Finch), deberé dar ejemplo (sólo puedo leer hasta aquí).

A ver si, de paso, destierro el falso mito que hay sobre mí y que señala que tengo la sangre de horchata. Por de pronto, llevo una demanda a medio redactar, y si no me hacen caso será presentada el 1 de febrero. LLevo algún tiempo, en algunas cosas, pecando de bueno y de tonto. Sólo debería permitirme pecar de bueno. De tonto, no.

Y acabo con una curiosidad: este sábado se cumplirán siete años desde que conocí a la madre de mis hijos, y seis desde que me casé con ella. Pero esa es otra historia, y será contada (o no) en otra ocasión.

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