jueves, febrero 03, 2005

¡Hado i philinn!

Ayer tuve una discusión extraordinariamente dura y difícil.

El destino me hizo escribir, hace unos días, de batallas que no son la principal.
Mi batalla se había resuelto, temporalmente, en un delicado equilibrio.
Pero, en estos días, el equilibrio se ha roto. Ayer lo constaté durante dos largas horas, discutiendo con más crudeza de la necesaria y soportable.

En estos momentos, sigo sabiendo qué quiero hacer, adónde quiero llegar y qué me importa.
Pero no se cómo hacerlo, ni cómo preservar lo que me importa.
Ni siquiera estoy seguro de que mi forma de hacer las cosas, y de plantear esta batalla, sea la más correcta y efectiva. Me fastidia sobremanera replantearme una y otra vez los medios que elijo para lograr mis metas, y creo que esa indecisión que me afecta a veces es una nota muy negativa. No sé cómo librarme de ella.

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Éste blog lo encabeza una cita: "Lo único que podemos decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado" (de Gandalf, del Señor de los Anillos).

En multitud de ocasiones, no pienso ni decido en base a lo que es, sino a lo que debería ser. Soy un ciego que no quiere ver la realidad, y me acojo a esa realidad que debería haber sido, pero que se truncó cuando las cosas se torcieron.
Es un error grave, y lo sé.
Es rentable a corto plazo; y la supervivencia a corto plazo es rentable a largo plazo. Pero, ¿de veras me compensa ese autoengaño por la rentabilidad que me comporta sobrellevar el "equilibrio roto" un día más, y otro, y otro...?
No tengo claro que me compense. Pero éste es el tiempo que se me ha dado, y sólo puedo decidir en base al mismo. Quizá debiera tomar alguna medida drástica; pero eso sería una actitud egoísta, y acabaría alejándome de mi objetivo principal.

Como Frodo, puedo pensar que "ojalá el Anillo nunca hubiera venido a mí". Pero eso sólo sirve para autocompadecerse. Estoy aquí, y tengo el Anillo, en forma de "guerra particular".

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Gracias a Dios, tengo gente cerca con quien hablar e intecambiar palabras y emociones. Un "concilio de Elrond" particular, por seguir con la analogía tolkeriana, y con mi hermano jugando el papel del anfitrión.
Vienen cerca de mí una pequeña campaña política (la del referéndum), y mi segundo acto presencial de Mensa (la calçotada). Como en su día, me vendrán de perlas.
Y, el norte, sur, este y oeste de mi "Tierra Media" sigue, y seguirá ahí. Con sus tres cabezas y seis manos.

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Yo no quiero que haya batalla, y no quiero que exista esta guerra.
Dios, apártala de mí, si es tu voluntad.

Si he de batallar, me entristecerá, pero no huiré.
Imaginadme, con Andúril desenvainada, esperando al ejército enemigo.
Esperando el momento para gritar 'Hado i philinn!'.

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