miércoles, marzo 31, 2004

El chico negro del tren

Todos los días debo ir de Onda a Nules o Vila-real (unos 20 km) a coger el tren; y de allí a Valencia en un tren de cercanías (poned otros 50 km); y cuando se acaba la jornada laboral, vuelta a Onda de la misma forma.

Hace un tiempo (algún mes que otro, aunque se me quedó grabada la estampa), iba yo en el tren, a Vila-real, leyendo por tercera (o cuarta) vez El Señor de los Anillos. Vila-real era la parada diez u once en el trayecto.

Después de tres o cuatro paradas, pasó el revisor, que iba de vagón en vagón. Pasa a mi lado, le doy el abono mensual, me lo devuelve. Como siempre. Unos asientos más allá, hay un chico negro, extranjero (de color de piel más oscura que la típica tonalidad de los marroquíes, sería centroafricano), con chándal y zapatillas. Hablaba español bien, pero con un acento muy marcado (no sé de qué; no sé distinguir acentos, la verdad).

No lleva billete, y el revisor, con mala cara (y unos modos que yo no llamaría correctos), le pregunta adónde va. El chico le contesta que a Castellón (la última parada). El revisor le dice cuánto cuesta el viaje, y el chico saca un montón de calderilla de un monedero de esos de colores. Lo cuentan entre ambos (el revisor, ostensiblemente molesto por tener que ayudar a un viajero...), y resulta que le falta algo menos de un euro para el billete a Castellón.
"Lo siento, por esto sólo puedo extenderle un billete hasta Nules" (faltaban dos paradas; la mía, Vila-real, es posterior a Nules).
El chico, como puede, le comenta que ha de ir a trabajar, que tenía que arreglar unos papeles en Valencia, pero que ha de llegar a Castellón, que no tiene más, que por favor, que si no llega puede perder el empleo. Le suplica... y nada.
El revisor extiende su billete hasta Nules, y se va. El chico se queda triste, solo y asustado: no va a llegar a Castellón de ninguna de las maneras, perdiendo su trabajo, o no pudiendo dar explicaciones a su familia, o qué sé yo.
Llega la parada de Nules. El chico estaba de pie en la puerta del vagón para salir, tras oír "próxima parada: Nules", pero aún así, el revisor había vuelto, única y exclusivamente, para obligarle a bajar, por si acaso se intentaba quedar un poco más.
Allí se bajó el chico negro. Como es de suponer, no he sabido nada más de él.


Yo ahora sólo tengo abono hasta Nules. Vila-Real me queda a dos paradas, y Castellón a cuatro. Aún así, varias veces he ido hasta Vila-real y Castellón con ese abono, con el beneplácito del revisor (que me ha dicho que no se puede, que no debo, pero que, por esta vez, pase -ante grandes excusas como querer ir a comprar unas cintas!!!-).

Cuando estaba en el tren aquella vez, sentí el impulso de levantarme, decirle al revisor: "aquí tiene, un euro, quédese con la vuelta", y ayudar al chico. Pero no lo hice. Ni lo hice yo, ni los otros treinta parajeros que veíamos la escena. Hice mal. Me arrepiento, debí haberme levantado. Lo siento, chico negro.