martes, junio 15, 2004

Matrimonio, iglesia, daño a los niños.

Este fin de semana ha sido largo. Una boda, un partido de España, el día de las elecciones, y una cita con Hacienda el lunes. Muchas cosas que contar.
Por ahora, os hablaré de la boda.

El sábado por la mañana se casaba una prima de E., así que allí fuimos los cinco (E., los tres niños y yo). Boda en una Iglesia de Castellón (sin eucaristía, es decir, sin comulgar), y comida banquete. Desde las 11 (que salimos de casa) a las 20:44 (que llegamos, justo cuando sonaba el Himno Nacional de España en la Eurocopa).

Por un lado, podría comentaros que de las cien personas que habrían allí no más de diez han pisado una Iglesia en los últimos diez años salvo para bodas, entierros y comuniones. Y, además, cuando pueden reniegan de la Iglesia, de Dios y de las creencias católicas y todo eso. Lo que no entiendo yo es porqué vestirse de trapos largos y aguantar una homilia si de normal reniegas. Pero bueno, tampoco sorprendo a nadie.

Un comentario sobre la Iglesia. La figura más importante y repetida en una celebración eclesíastica es el sacerdote; siempre hay uno en todas las celebraciones. Tras el sacerdote, uno pensaba que la siguiente era la hostia (para los 'no iniciados, el trocito de pan sagrado con el que se de la comunión y que representa el cuerpo de Cristo). Pero va a ser que no. Después de lo visto en esta boda (donde no hubo hostias), y en un entierro al que fui hace poco (donde tampoco hubo), comprobé la existencia de una persona cuya figura es esencial en las celebraciones, del tipo que sean: el señor que lleva la bandeja por todos los asistentes para que dejen algo de dinero.
En una misa normal, ya lo sabes, y llevas dos monedas para 'la bandeja'.
Pero... ¿en una boda de 25 minutos donde no hay misa?
¿¿¿Y en un entierro???

Más tarde, en la comida, el salón donde se celebraba tuvo una buena idea (que me hace recomendaros el Salón en cuestión): dos chicas daban de comer a los niños en otra mesa, con juegos y tal, y al acabar se encargaban de cuidarlos (con pinturas, juegos, y todo eso); los niños, divertidos, y los padres, tranquilos.
Pero, en una de tantas, mi hijo mediano, en un accidente fortuito, se la pegó contra un niño que iba columpiándose, de forma que un poco más y se saca una oreja de cuajo. Con sangre, toda hinchada y amoratada (la oreja).
Cuando mi madre, hace veinte años, me decía que cuando yo me hacía daño (accidental, o porque me pusieran una inyección en un centro de salud), a ella le dolía más que a mí pensaba "si, claro, te duele un montón, pero soy yo al que pinchan, ya te digo...". Como supongo que piensan todos los niños cuando sus padres dicen algo asi.
Pues bien: rectifico. Mamá, tenías razón.
Que me den diez columpiazos en las dos orejas antes de ver a mi hijo llorar porque le hayan dado a él uno. :'-(

Y con esto, acabo mis incidencias del sábado doce (porque del partido de España mejor no comento nada). El domingo trece tiene su miga, elecciones y yo de interventor pepero, como siempre.

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