lunes, junio 21, 2004

Plastilina negra

Me he levantado con el biorritmo no tal alto como los últimos días; pero no bajo, digamos... un biorritmo 'tenso'. Bien. Es el momento de contar otra historia intimista y poco alegre en este blog, a la fuerza de que sea la última en un largo periodo de tiempo (que mi idea era más divertida que esta especie de diario retrospectvo/confesión que me va saliendo).

Hace un año y medio, hice un par de muñecos de plastilina para decorar mi ordenador en el trabajo. Los he ido cambiando (algunos salen en fotos de mi web, creo).
En una ocasión, hice tres personajes. Muy simples, totalmente negros, sin cara, con una especie de capa cubriéndoles todo el cuerpo (al estilo de los Nazgul del Señor de los Anillos), y con dos ojos asomandos tras el agujero de la capucha.
Uno, con ojos rojos; otro, amarillos; otro, blancos. Tres espectros, o demonios, negros.
Al tiempo, hice el cuarto demonio, con ojos verdes.

Cada uno tiene su propia significación, en alguna ocasión habré hablado de ella por aquí.
Estaban encima de mi ordenador, mirándome, todos los días. Yo sé que están allí.
Alguien me dijo que ya era una importante victoria el haberlos representados en cuatro monigotes de plastilina sobre mi ordenador. Pero no lo es; no están dentro de mí, no han cobrado vida por mi culpa o acción (los más son totalmente ajenos a ella); no les venzo por representarlos.

Hace un tiempo, hice un quinto monigote. Éste no es negro, es blanco, tiene forma humana, brazos, piernas, con cara. Y sujeta un trocito de palillo de dientes a modo de espada.
Los cuatro demonios negros han sacado sus espadas, más largas y duras que las del muñeco blanco.
Pero el muñeco blanco está dispuesto a vencer.
Ya comenzó su batalla.

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